Eugenio Pizarro

La iniciativa del amor viene de Dios

"Hay muchos y buenos católicos y posibles evangelizadores, que no han sido tomados en cuenta"

La iniciativa del amor viene de Dios
Eugenio Pizarro Poblete

Los trabajos pastorales aparecen acaparados, acumulados y consumidos en una disputa competitiva, concentradora de "poder", al estilo del mundo moderno

(Padre Eugenio Pizarro).- La parábola de hoy está llena de sugerencias. Sólo escogeré tres:

I. «¿Cómo es que han estado todo el día parados sin trabajar?
«Nadie nos ha contratado».

Esta situación es común en la viña del Señor, en la Iglesia, en las parroquias, en las Comunidades de Base Sectoriales (Capillas), en Equipos o Grupos Pastorales: Agentes Pastorales.

Potencialmente hay muchos y buenos católicos y posibles evangelizadores, que no han sido tomados en cuenta, ni han sido invitados a participar en responsabilidades de Iglesia. Aquí corresponde usar las palabras de la parábola: «Nadie nos ha contratado». No se les ha dado ninguna oportunidad, a pesar de su buena voluntad. No pueden o no se les deja participar apostólicamente.

Pareciera que algunos integrantes o miembros activos de la Iglesia se han dejado contagiar, tal vez, no con mucha conciencia, por la sociedad actual. Sociedad competitiva, que busca más el tener que el ser. Sociedad acaparadora y acumuladora, concentradora de «poder», haciendo la marginación de muchos seres humanos.

Los trabajos pastorales aparecen acaparados, acumulados y consumidos en una disputa competitiva, concentradora de «poder», al estilo del mundo moderno, donde unas pocas personas de la comunidad eclesial lo hacen todo o tienen la actividad pastoral en sus manos. Siempre los mismos: «los que no se pierden una»: los que siempre buscan estar en primer lugar, marginando y haciendo nula la posibilidad de participación de muchos laicos.

El fenómeno competitivo, celoso y envidioso reinante en sociedad actual, centrada en el «poder» y en el «dinero», hace también, concentración, acaparamiento y acumulación de «poder» en la vida de los hombres y mujeres de Iglesia. Incluso hace que se instale un «carrerismo eclesiástico». Los mismos de siempre «pechan» ansiosamente por ser ministros laicos, diáconos permanentes; por ser agentes pastorales con más cargos, como quien lucha por lucir más «charreteras». Uno ve, con cierta preocupación, cómo algunos se han llenado certificados de cursos hechos, para ser nombrados en algún cargo pastoral.

Esto puede sonar duro. Pero hay que decirlo. En estos momentos tengo muy presente la renuncia de Benedicto XVI. Sus motivos no eran sólo falta de fuerzas físicas por su edad, sino también falta de fuerzas anímicas motivadas por las divisiones internas y luchas de poder en la Iglesia. Dada su edad prefirió renunciar. Así el que vendría, con mayor fuerza, podría asumir mejor dicho problema. El gesto de Benedicto XVI se tornó profético, dejando al descubierto errores y actitudes, por corregir, al interior de la Iglesia, especialmente de la Curia Vaticana.

Hasta este momento, con respecto a este problema interno de vida eclesial, sólo me he referido a los laicos.

Lo preocupante es cuando los sacerdotes acaparan y concentran «poder», en una equivocada concepción de lo que es un rol jerárquico dentro de la Iglesia. Algunos laicos se han quejado, que cuando ellos expresan su parecer, constantemente el sacerdote le está diciendo: «Acuérdese que la Iglesia es jerárquica».

Habría que recordar que la jerarquía es una autoridad de servicio dialogante con todos sus hermanos, sin excluir a sus hermanos laicos. La Iglesia fue hecha por Cristo con una autoridad. Es cierto. Pero, el mismo Jesús, con su testimonio y palabra, indicó a los discípulos cómo ejercer dicha autoridad. Ese testimonio y palabra valen bien para nosotros sacerdotes:

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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