"Las heridas ocasionadas por el clero no cicatrizarán con la venida del Papa"

Marco A. Velásquez: «Los obispos chilenos esperan que la visita papal devuelva la credibilidad a la Iglesia»

"Sólo un 36% de los chilenos confían en la Iglesia, la menor cifra del continente"

Marco A. Velásquez: "Los obispos chilenos esperan que la visita papal devuelva la credibilidad a la Iglesia"
Visita del Papa a Chile Agencias

Los organizadores eclesiales de la venida del Papa han construido un muro infranqueable para impedir que el descontento que existe contra la jerarquía chilena se exprese durante la visita

(Marco Antonio Velásquez).- La próxima visita del Papa a Chile, que se realizará entre el 15 y 18 de enero de 2018, ha vuelto a poner a la Iglesia chilena en la mirada del mundo. Mientras los preparativos no están exentos de polémica, los oportunismos tampoco faltan, a la hora de aprovechar la imagen del Papa de la misericordia, para blanquear cierto pasado o para conseguir más de algún dividendo reputacional o económico, que sin duda reportará su visita. 

Las expectativas de su venida cubren todo el espectro de posibilidades, desde quienes nada esperan, hasta los que aguardan verdaderos milagros. Entre quienes anhelan tales prodigios hay muchos obispos que confían en que la visita papal traiga de vuelta la credibilidad a una institución desacreditada.

Sin embargo, y sin pretenderlo, existe el riesgo de que esa misma jerarquía, que defraudó no sólo las esperanzas del Pueblo de Dios, sino también de la sociedad chilena, pueda terminar endosándole costos a un Papa que representa una gran esperanza de cambio en la Iglesia universal.

Mientras la Iglesia institucional, con su amplia red de parroquias, se moviliza para financiar la visita; las comunidades cristianas se preparan cuidándose de no convertir este acontecimiento en una pirotecnia pastoral enajenante. En este sentido, la visita de Francisco a Chile se mueve en el filo de una dolorosa historia reciente, llena de contradicciones eclesiales, y un presente caracterizado por la abulia y la frustración espiritual, con la perspectiva de un futuro incierto, donde no es fácil rearticular las confianzas entre cierta jerarquía y el laicado.

Las heridas que han dejado las actuaciones del clero en una amplia gama de escándalos, no sólo sexuales, no cicatrizará con la venida del Papa. Al contrario, antiguos y nuevos sufrimientos se vuelven sensibles, acrecentados por la sospecha de manipulación y de omisión que subyace a la preparación de esta visita.

De hecho, la mayor dificultad radica en que los organizadores eclesiales de la venida del Papa han construido un muro infranqueable para impedir que ese descontento que existe contra la jerarquía chilena se exprese durante la visita papal.

De hecho, ahora como nunca, se recuerda con nostalgia que hace exactamente 30 años, en plena dictadura, la visita de Juan Pablo II se convirtió en un acontecimiento de libertad y de valentía pastoral que apuró el retorno a la democracia. Eran días en que los pastores, impregnados de espíritu profético, guiaban al Pueblo de Dios por caminos de liberación. Ese contraste está presente en la memoria de muchas comunidades.

Ahora en cambio, se insiste en que «la ropa sucia se lava en casa» y no en presencia del Obispo de Roma. Pero las comunidades saben que en la Iglesia el dueño de casa es el Vicario de Cristo. De ahí que muchos desean que la venida del Papa sea una oportunidad para mostrarle esa realidad dolorosa de la Iglesia chilena, que llega distorsionada y falseada a Roma, porque es sabido que «de Roma sale, lo que a Roma llega».

Siendo éste el preámbulo de la visita del Papa, no es fácil encontrar un indicador objetivo que dimensione la verdadera frustración e impotencia que se vive en muchas comunidades cristianas.

A buena hora, el 26 de octubre se publicó el «Informe Latinobarómetro 2017»; una encuesta que recoge la opinión de 20.200 entrevistas presenciales, realizada en 18 países de Latinoamérica, cuyo trabajo de campo se efectuó entre el 22 de junio y el 28 de agosto de 2017.

Dicho reporte deja en evidencia que la Iglesia (católica y otras) es la institución que mayor confianza concita en el continente, superando ampliamente a las fuerzas armadas, a las policías, al poder judicial, a los gobiernos, a los congresos y a los partidos políticos. En ese espectro, el 65% de la población latinoamericana confía mucho o algo en la Iglesia, seguido muy abajo por las fuerzas armadas que captan un 46% de la confianza ciudadana.

El país de Latinoamérica en que la Iglesia goza de mayor confianza es Honduras, donde un sólido 78% de la población le tributa tal consideración. En el extremo opuesto, la menor confianza del continente a la Iglesia se registra en Chile, donde sólo un 36% de la población confía en ella; incluso por debajo de Uruguay, que siendo reconocido como el país más secularizado de América Latina, un 41% de ese pueblo confía en la Iglesia.

Las cifras señaladas son reveladoras de la profundidad de la crisis que vive la Iglesia chilena, porque advierten que el 64% de los chilenos manifiestan desconfianza en ella. La situación así descrita es desoladora.

Esto es lo que se intenta ocultar a la mirada del Papa con distractivos pastorales. Sin embargo, y sin inhibiciones, el descontento aflora espontáneo en la calle, en la familia, en los círculos sociales y, por supuesto, en las comunidades cristianas.

Chile es un país cálido y de acogida. Así se espera que sea recibido el Papa Francisco, pero también con participación, con verdad y con expresión de esa frustración e indignación que existe por la forma como ha sido conducida la Iglesia chilena en los últimos años.

Nadie, menos una Iglesia que aspira a ser católica, puede negarse a ver esta realidad. Menos una Iglesia, que en otros tiempos fue madre y maestra, y que enseñó que toda acción cristiana comienza contemplando esas complejas realidades, que iluminadas con el prisma del Evangelio, deben ser juzgadas proféticamente para asegurar la fecundidad de la actuación cristiana. Sólo así es posible transformar las realidades temporales y eclesiales torcidas por el pecado, para encontrar un cauce de salida a una crisis de grandes proporciones.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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