Josep Miquel Bausset

Ochenta años de ‘Mit brennender sorge’

"Un primer paso para denunciar el régimen de terror que implantó Hitler en Europa"

Ochenta años de 'Mit brennender sorge'
Josep Miquel Bausset

El Papa con esta encíclica quiso evitar que "con un silencio inoportuno" (nº 50) él pudiese ser acusado de ser cómplice de culpa, en no haber aclarecido la situación difícil que vivían los cristianos sometidos al Reich

(Josep Miquel Bausset).- «Mit brennender sorge». Así comenzaba (en alemán y no en latín como acostumbran a titularse las encíclicas) el texto de Pío XI sobre la situación de la Iglesia católica en el Reich, que el Papa Ratti firmó el 14 de marzo de 1937, ahora ha hecho 80 años.

Con esta encíclica, que el Papa dirigía a todos los obispos de Alemania, Pío XI expresaba «con ardiente inquietud» (palabras con que comenzaba la encíclica), su preocupación por el régimen nazi, que divinizaba con un culto idolátrico la raza, el pueblo y el estado. El Papa Pío XI con este texto criticaba y denunciaba este neopaganismo del nacionalsocialismo de Hitler, que con su política racista pervertía y falsificaba el orden creado por Dios.

Esta valiente encíclica, con 11 capítulos y 52 números, de la cual este año conmemoramos el 80 aniversario, fue leída el 21 de marzo de 1937 en todas las parroquias católicas de Alemania, para denunciar «la vía dolorosa de la Iglesia y la opresión progresiva contra los fieles que han quedado devotos en el espíritu y en las obras» (nº 1). El Papa Ratti manifestaba así su «inquietud» por los sucesos que tenían lugar bajo el régimen nazi y que calificaba de «muy tristes y reprobables» (nº 2).

El Papa recordaba como «en los surcos donde habíamos sembrado la semilla de la paz, otros esparcieron la cizaña de la desconfianza, de la discordia, del odio, de la difamación, de la hostilidad contra Cristo y su Iglesia» (nº 5). Por eso en la encíclica, el Papa afirmaba que «solo sobre ellos y sobre sus protectores, escondidos o visibles, recae la responsabilidad que en el horizonte de Alemania ya no haya el arco iris de la paz, sino negros nubarrones que presagian luchas religiosas donde hay los defensores de la paz» (nº 5).

El Papa denunciaba a los gobiernos que divinizan la raza con un culto idolátrico, que «pervierte y falsifica el orden creado por Dios» (nº 12) y también a aquellos que utilizan y abusan del «nombre de Dios como una etiqueta vacía» (nº 13). Por eso Pío XI denunciaba también a aquellos «espíritus superficiales» que «caen en el error de hablar de un Dios nacional», de una «religión nacional » y también de una «sola raza» (nº 15). De aquí que el Papa Pío XI pedía a los obispos de la Iglesia que estuviesen atentos para que no se enraizaran «entre los fieles estos perniciosos errores» (nº 16).

El Papa también denunciaba «aquellas voces que incitan a salir de la Iglesia» y a los que proponen una «alejamiento e infidelidad a Cristo» y por eso elogiaba a los que se mantenían fieles a la fe. La táctica perversa del nazismo trabajaba «con presiones escondidas y con intimidaciones» y también con «ventajas económicas, profesionales o cívicas» para aquellos que dejaran la fe. El Papa remarcaba el hecho reprobable de los nazis que sometían a los católicos «a una violencia tan ilegal como inhumana» (nº 24).

El Papa Pío XI, que remarcaba «el primado del obispo de Roma» (nº 25),denunciaba la pretensión del Reich de una «Iglesia nacional alemana», por el hecho que eso era «renegar de la única Iglesia de Cristo» (nº 25). Y es que la idea del régimen nazi estaba fundamentada absurdamente en «la sangre y la raza» (nº 27), mientras que el Papa defendía una Iglesia donde «la cruz de Cristo» era «bandera de la grandeza y fuerza moral» (nº 31) para los cristianos. 

El Papa también destacaba la importancia del «derecho natural» (nº 35), ya que este derecho recibido de Dios «ha de ser defendido contra los que pretenden abolirlo o negarlo» (nº 35). La encíclica, que pedía el reconocimiento «del derecho de los creyentes a profesar y a practicar la fe» (nº 36), apoyaba a aquellos alemanes que «soportan desprecio» debido a las «acusaciones de antipatriotismo por fidelidad a la fe» (nº 41).

El Papa dirigía un mensaje de ánimo a los presbíteros y a los religiosos para que en tiempos difíciles mostraran el «camino recto» (nº 44) y de la misma manera también dirigía unas palabras de ánimo a los «seglares» (nº 46).

El Papa con esta encíclica quiso evitar que «con un silencio inoportuno» (nº 50) él pudiese ser acusado de ser cómplice de culpa, en no haber aclarecido la situación difícil que vivían los cristianos sometidos al Reich.

Aunque algunos creyeron que con esta encíclica el Papa Pío XI condenó el nazismo de una forma tibia, lo cierto es que este texto fue un primer paso para denunciar, incluso dos años antes de comenzar la II Guerra Mundial, el régimen de terror que implantó Hitler en Europa. Con todo, a finales de 1938, Pío XI preparó otra encíclica (recientemente se han encontrado los esquemas de este texto) donde el Papa Ratti condenaba el antisemitismo del régimen nazi. Pero esta encíclica no llegó a ser publicada debido a la enfermedad y a la muerte del Papa.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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