Antonio Aradillas

Obispos de mentirijillas

"La Conferencia Tarraconense insta a su pueblo a la ruptura, a la insolencia y al menosprecio a la ley"

Obispos de mentirijillas
Antonio Aradillas

¿No se sentirán responsables los aludidos obispos secesionistas de haber sembrado, y hacer germinar, tantas semillas de malestar y de odio entre las familias y los pueblos?

(Antonio Aradillas).- Sin ánimo de enaltecer sutilmente a unos, y menos de ofender a otros, sino de aproximarme con nitidez a la verdad, y dejar constancia de ella, aseguro que poco, o ningún colectivo como el episcopal es depositario de que él y cada uno de sus miembros, sea depositario de tantas, tan rumbosas y honrosas adjetivaciones en su consideración y en su trato. Con ocasión de recientes noticias «catalanas» difundidas en los medios de comunicación social, no resultarán ociosas reflexiones como estas:

En superlativo «et ultra», los obispos y demás miembros de la jerarquía eclesiástica, con legalidad, protocolo, liturgia, Código de Derecho Canónico y santas y venerables «tradiciones», recaban para sí, sus antecesores y sucesores, títulos y dignidades sobrecargadas de certificaciones. El «usted», el «vos», y mucho menos, el «tú», no tienen cabida alguna ni en su trato personal ni en las relaciones oficiales, que es cuando son y ejercen su ministerio u oficio.

Apenas si caben en los diccionarios y protocolos, las versiones de las titulitis episcopales a emplear con corrección e indulgencias, cuando se han de exponer los problemas del tipo que sean, o se han de establecer relaciones pastorales o ministeriales. Merecerían ser citados algunos datos y anécdotas, con nombres y apellidos, que avalen con seguridad estas aseveraciones. La terneza y la piedad me impiden hacerlo, junto con la certeza de que los lectores superarán las aportaciones personales que las parecieron, como partícipes o protagonistas de las mismas.

Pero ahora resulta que, a consecuencia de exaltaciones patrióticas difícilmente homologables con las exigencias de los tiempos, globalizadores y demócratas por esencia, los obispos catalanes, y su Conferencia Tarraconense, muestran acentuada alergia a ser tachados de «constitucionalistas», prefiriendo el ornamento académico de «separatistas» o «secesionistas».

Causa estupor y extrañeza que, arrepentidos ya, o en camino de estarlo, sus principales inspiradores y gestores de tal aventura política, con expresas declaraciones ante los tribunales civiles, de acatar las leyes constitucionales, con el significativo «apéndice» de 155, los obispos no se han ya confesado, y arrepentido, públicamente, de su grave pecado de haber «teologizado» el problema, instando a su pueblo a la ruptura, a la insolencia y al menosprecio a la ley.

De entre tantas preguntas como se formula el pueblo de Dios -laicos (legos), sacerdotes y otros obispos-, se subrayan estas: ¿Cual hubiera sido el comportamiento de los secesionistas obispos, de haber tenido que «confesarse» ante los, o las, jueces, si su presencia por colaboracionistas, o por haber instado a muchos, «en el nombre de Dios», a la desobediencia, les hubiera sido impuesta? ¿No se sentirán responsables los aludidos obispos de haber sembrado, y hacer germinar, tantas semillas de malestar y de odio entre las familias, los pueblos, ciudades, partidos, sectores sociales, religiosos, y aún deportivos?

¿Tendrán conciencia de contribuir al éxodo de empresas a otras Comunidades Autónomas, de crear más paro y de seguir interviniendo dentro de la sociedad como protagonistas, tal y como exigieran los felizmente extintos tiempos del Nacional Catolicismo, de los que estos obispos dan la impresión de ser sus legítimos y preclaros sucesores?

¡Por amor de Dios, señores obispos secesionistas y allegados! Pidan públicamente perdón al resto de los catalanes, de España y de Europa. Confiesen su error y sus patrioterismos decrépitos. Imiten a los dirigentes de la «non nata» República, pero aportando excusas más consistentes y nobles que la de «pensar que la cosa era de broma», que era de mentirijillas o que se trataba de un vodevil intrascendente, aunque un tanto -un mucho- rentable y picante.

Las representaciones teatreras, aunque espectaculares, con mitras, son y resultan siempre bochornosas, anti-litúrgicas y anti-evangélicas. No son actos cristianos. El pueblo-pueblo, y más si ha sido y es engañado por sus propios obispos, difícilmente olvidará, aunque su condición de «pueblo de Dios» le facilite recorrer caminos de perdón, pero previa la convicción del arrepentimiento tanto personal como colectivo. con el sacramental propósito de enmienda y reparación. ¿Para cuando una Carta Pastoral en la que se reconozcan tan graves «deslices» y desmadres?

En RD se le prestará máxima atención tipográfica. No lo duden. Lo de «obispos anticonstitucionales» es bochornoso y blasfemo. Antes que obispos, y aún antes que cristianos, se es y se ejerce de personas y de ciudadanos. Los pretextos y las mentirijillas son impropios de adultos y menos, si estos se intitulan y creen ser eclesiásticos.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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