Andrés Ortiz-Osés

La religión del amor

Para José Manuel Vidal y 'Religión Digital'

La religión del amor
Andrés Ortíz Osés

Dios no es el que es sino el que nos es, no es lo que nos pasa sino lo que nos traspasa, no es el extraño sino el extraño entrañable

(Andrés Ortiz-Osés).- (Para José Manuel Vidal y Religión Digital). Nuestras religiones del libro se basan en la escritura y son monoteístas, y suceden a las antiguas religiones orales, mitológicas y politeístas. Pero ahora el libro y la vieja escritura se ven amenazados por la tecnología digital, la cual está posibilitando y condicionando una especie de religiosidad virtual y reticular, flotante y posmoderna.

Estamos traspasando desde una religiosidad ritual y ceremonial, litúrgica, a una religiosidad paralitúrgica ya no analógica, sino más abstracta o espiritualoide. Y es que el medio media y el soporte soporta una cierta mentalidad específica.

Ahora la nueva religiosidad ya no predica la virtud y lo virtuoso, sino que practica lo virtual y la virtualidad. El soporte virtual ya no soporta el sopor de los viejos rituales, la letra alada o trasparente, pura, de la pantalla suplanta a la letra impura de tinta o tintura, la chispa o fogonazo mental al antiguo fuego del hogar.

El papel es una materia arbórea o arborescente amenazada hoy por las formas impolutas y el formato fluorescente o fosforescente. Hoy hay una religiosidad digital no solo por nuestra veneración de lo digital, sino por la digitalización de nuestra anterior religiosidad, cuyos valores continuos o continuistas se recortan hoy en valores discretos o entrecortados, abruptos.

Hemos pasado así de una religiosidad de obras o prácticas rituales a una religiosidad suprastructural, de una especie de materialismo religioso a una espiritualidad difusa, de un catolicismo ritual a una especie de protestantismo evanescente, de un cierto fundamentalismo a un incierto desfundamentalismo.

Ahora bien, en estos trasvases o traspases de un extremo al otro suele perderse el medio y el remedio, la mediación significada por el interior cohabitado por el alma y lo anímico, por los auténticos símbolos religiosos que son radicales y existenciales, como la Cruz que media los contrarios. La auténtica religión dice religación y trascendencia, y el sentido religioso de nuestra existencia tiene que ver con el amor, como han mostrado el budismo o el cristianismo. Toda auténtica religión es una religión del amor o no es auténtica.

El sentido esencial de toda auténtica religión es un sentido existencial, el cual se expresa y expone en una actitud amorosa y abierta. Como adujo Wittgenstein, Dios simboliza el sentido de la vida, y el sentido de la vida es el amor. Por eso Dios no es el que es sino el que nos es, no es lo que nos pasa sino lo que nos traspasa, no es el extraño sino el extraño entrañable. No extraña que el Papa Francisco esté empeñado en una reforma franciscana de la Iglesia, la cual es una reforma del corazón, en un intento por infundir en las arcaicas estructuras clericales la urdimbre religiosa del sentido evangélico como amor.

Por supuesto, no se trata de un mero amor romanticote al estilo de «todo lo que necesitas es amor», sino de un amor crítico y autocrítico. Pues el amor es la potencia que critica todo poder que depotencia al hombre en su humanidad. El amor es así la clave no solo de nuestra existencia, sino de toda religión existencial.

Por eso el amor es la gracia profana en el paganismo, mientras que es la gracia sagrada en el cristianismo. Como me decía un amigo, deberíamos en consecuencia desideologizar las religiones, incluida la nuestra, en favor del hombre, y de paso desacralizar la política, incluida la nuestra, a favor de la humanidad. Por el bien del bien común, por nuestro propio bien.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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