Josep Miquel Bausset

El Hermano Josep Farrés

Capellán durante 60 años del Hospital de San Juan de Manresa

El Hermano Josep Farrés
Josep Miquel Bausset

Sus consejos, siempre lúcidos y su amor a Dios y a Cataluña, mostraban el rostro y el corazón de un hombre apasionado por el Evangelio, y como el buen samaritano de la parábola

(Josep Miquel Bausset).- El pasado día 20 de febrero, en la vigilia de la Fiesta de la Misteriosa Luz de Manresa, murió en la enfermería provincial de los Hermanos de San Juan de Dios, en Zaragoza, el Hermano Josep Farrés i Xandri, capellán durante 60 años del Hospital de San Juan de Dios de Manresa.

Nacido en Folgueroles hace 90 años, y manresano de corazón, Josep Farrés fue ordenado presbítero el 1954 por el obispo de Solsona, Vicent Enrique i Tarancon e hizo la profesión religiosa hace 30 años. Sus primeros años ejerció el ministerio presbiteral como sacerdote de la diócesis de Vic y enseguida, como capellán del entonces sanatorio infantil de San Juan de Dios. Y fue cuando cumplió 60 años, cuando mossèn Josep Farrés entró en la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios, a la cual ya estaba unido por su servicio como capellán del hospital.

El H. Josep Farrés era un hombre de carácter afable y de talante sencillo, que siempre estaba listo para hacer el bien, solícito en la atención a los enfermos y acogedor hasta la médula.

Conocí al H. Josep debido a los años que fui enfermero de la comunidad de Montserrat. Mis visitas al hospital de San Juan de Dios, acompañando a los monjes enfermos, hizo que descubriese la delicadeza del H. Josep, con su sonrisa pícara y a la vez llena de dulzura y su palabra oportuna. Siempre atento a las necesidades de los demás, el H. Josep hacía que la estancia en el hospital fuera, a pesar del trastorno que suponía un infarto o una fractura de fémur de un monje, una oportunidad para el encuentro y para humanizar y acompañar la fragilidad y la debilidad de los enfermos.

El H. Santi Ruiz superior de los Hermanos de San Juan de Dios de Manresa, que estuvo 15 años con el H. Josep en la misma comunidad, afirmó en conocer la muerte del H. Josep que éste era «muy carismático y muy querido en la diócesis». Según el H. Santi (y yo mismo lo puedo corroborar) el H. Josep era una persona «muy amable, muy comprometida».

A lo largo de los años que fui enfermero de Montserrat, siempre encontré en la comunidad de los Hermanos de San Juan de Dios de Manresa, hombres de Dios, sensibles al sufrimiento de los más necesitados, hombres acogedores de la fragilidad en la fraternidad. Así era el G. Josep Farrés a quien conocí de cerca. Pero también, entre otros, los HH. Salvador, Santi, Javier, Narcís o Joan Manel, el actual superior de los Hermanos de Manresa, una comunidad que pertenece a la Provincia San Rafael de Aragón.

El H. Josep Farrés, con sencillez y con alegría renovada, estuvo en Manresa continuando la obra apostólica de Juan Ciudad, el portugués viajero y peregrino por los caminos de Europa, hasta que en Granada descubrió la misión que Dios le confiaba: atender a los enfermos.

Después de muchos años de trabajo en la pastoral sanitaria en el Hospital San Juan de Dios de Manresa, y debido a su delicado estado de salud, el H. Josep se trasladó a la enfermería que los Hermanos tienen en Zaragoza. Pero a pesar de la distancia entre la capital de Aragón y Montserrat, y gracias a internet, el H. Josep y yo hemos mantenido un contacto frecuente, fruto de la amistad de tantos años, compartiendo inquietudes y reflexiones. Sus consejos, siempre lúcidos y su amor a Dios y a Cataluña, mostraban el rostro y el corazón de un hombre apasionado por el Evangelio, y como el buen samaritano de la parábola, el H. Josep supo atender y acoger a los que, debido a la fragilidad de la vida, se encontraban con la enfermedad.

Recuerdo que el H. Josep Farrés y los otros Hermanos de San Juan de Dios siempre nos acogían a los monjes para almorzar o cenar con ellos, cuando pasábamos un día acompañando a los enfermos de nuestra comunidad que estaban ingresados en el hospital. La solicitud fraterna y la sensibilidad del H. Josep y de los otros hermanos, era (y es) un signo de la comunión que existe entre las dos comunidades: la hospitalaria y la benedictina.

Ya en la enfermería de Zaragoza, aún vino a Montserrat, acompañado de los hermanos de Manresa, para rezar delante de la Moreneta, que él amaba tanto, y para despedirse de ella, ya que por su ancianidad ya preveía que no podría volver a subir a la Santa Montaña.

El buen Padre del cielo ya habrá acogido con un abrazo fraterno al H. Josep Farrés, un manresano de corazón, un hombre de Dios y un buen samaritano.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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