La Iglesia celebra este domingo el Día 'Pro Orantibus'

La vida monástica, camino de libertad

"Los monjes y monjas hemos de ser profetas, no cortesanos; inquietos e inconformistas, no satisfechos de nosotros mismos"

La vida monástica, camino de libertad
Vida monástica

Los monjes y las monjas queremos ser persones de encuentro, hombres y mujeres con entrañas de ternura para sanar las heridas de los hermanos

(Josep Miquel Bausset, monje de Montserrat).- Como cada año, este domingo 27, fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra el Día «Pro orantibus», dedicado a la vida contemplativa. Con el lema: «Solo quiero que le miréis a Él», palabras de Santa Teresa de Jesús, esta jornada tiene por finalidad orar por los monjes y por las monjas, expresar el reconocimiento y la gratitud por los hermanos y las hermanas que en el mundo son centinelas de esperanza y también dar a conocer este carisma presente en la Iglesia desde los primeros siglos del cristianismo.

El 22 de mayo del 2017 el Papa Francisco recibió al capítulo general de las religiosas, Pías Discípulas del Divino Maestro. Aunque este instituto religioso no es de vida contemplativa, las palabras que dirigió el papa a estas religiosas las podemos aplicar a la vida contemplativa en este día «Pro orantibus».

El papa, que animó a las Pías Discípulas a vivir su vocación con una alegría auténtica, como centro de la vida consagrada, les pidió que no se uniesen a los «profetas de desventuras», sino que, como testigos del Reino, «despertaran el mundo y iluminaran el futuro, siempre con la sonrisa, con alegría, con esperanza». El papa pidió a estas religiosas que vivieran «la profecía de la alegría que el mundo necesita», aquella alegría auténtica que «es el testimonio más creíble de una vida plena».

La vida contemplativa ha de transmitir a nuestro mundo el gozo del Señor Resucitado, con una alegría que no podemos maquillar, como decía el papa. Por eso los monjes y las monjas, recordando las palabras del Papa Francisco, hemos de transmitir aquella alegría «que llena nuestros corazones» y que «se manifiesta en nuestros rostros», para así salir a las periferias.

El papa nos invita a descubrir en Jesús nuestra alegría, una alegría que «aleja de nosotros el cáncer de la resignación, fruto de la pereza que hace árida el alma». Por eso no podemos caer nunca en la «tentación de la somnolencia como los apóstoles en Getsemaní, ni en la desesperación», sino que hemos de ser siempre «centinelas que anuncien la aurora».

Adaptando una oración de Florentino Ulibarri, el Día «Pro orantibus» ha de ayudarnos a los monjes y a las monjas a presentarnos ante el mundo como discípulos del Señor, no como maestros; hermanos los unos de los otros, no esclavos; caminantes y peregrinos, no gente sedentaria, aburguesada y sin ilusión; servidores y no jefes ni mandamases. En este día habríamos de hacer conocer a nuestra sociedad que la vida monástica es siempre un camino de libertad para hombres y mujeres que queremos ser creyentes, no gente creída; buscadores de verdad, no de certezas; creadores, no plagistas; poetas, no pragmáticos; hombres y mujeres de sueños y de memoria, no de títulos, arcas y mapas. Ciudadanos, no extranjeros, personas arriesgadas no espectadores.

La oración y la acogida han de hacer de los monjes y de las monjas profetas, no cortesanos; inquietos e inconformistas, no satisfechos de nosotros mismos; personas libres, no leguleyas; gente abierta a nuevos horizontes, no instalados ni cerrados en el egoísmo, ni tampoco agoreros de desventuras y de calamidades. Los monjes y las monjas hemos de ser también sembradores, no coleccionistas; testimonios, no inquisidores; hermanos en el camino de la vida, no enemigos ni contrincantes.

Los monjes y las monjas queremos ser persones de encuentro, hombres y mujeres con entrañas de ternura para sanar las heridas de los hermanos. Queremos ser también fieles a la promesa y a la esperanza, abiertos a la presencia y a la paciencia, con misión y envío, testigos de compasión, de oración, de fidelidad y de misericordia, siempre a punto a acoger a los que se acercan a los monasterios y a transmitir la esperanza y la alegría de Pascua. Solo así, viviendo el gozo de ser hermanos los unos de los otros, los monjes y les monjas seremos testigos del Reino, para «contemplar el mundo con la mirada de Dios».

Cuando el pasado 20 de abril el Papa Francisco recibió a los monjes benedictinos de la Confederación Benedictina, con motivo de los 125 años de la fundación de esta Confederación, les recordó que los monasterios han de ser «oasis donde cada hombre y cada mujer pueden descubrir la belleza del silencio y encontrarse a ellos mismos, en armonía con la creación». Por eso los monasterios, que han de ser escuelas de humanidad, han de acoger con solicitud los huéspedes, los peregrinos y también los turistas que llegan hasta nosotros, para que puedan hacer una experiencia con Dios.

Este año además, el Día «Pro orantibus» queda enmarcado por la instrucción «Cor orans» de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Este texto, aprobado por el Papa Francisco el pasado 25 de marzo, pretende poner al día la vida contemplativa femenina, con la aplicación de cuestiones que afectan a la vida y a la formación de las comunidades monásticas femeninas.

Como ha dicho el P. Josep Mª Soler, abad de Montserrat, «la vida del monje en si misma es una parábola», ya que «Dios ha hecho de los monjes un símbolo del mundo nuevo a través de la alabanza, de la fraternidad evangélica, del compartir los bienes, de la acogida del otro, del perdón». Éste es el objetivo de esta jornada: compartir con nuestro mundo el carisma contemplativo de los monjes y de las monjas.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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