Rufo González

El silencio de los obispos sobre el celibato (IV)

"¡Qué lástima que la 'Iglesia sensibilísima' no sea capaz de captar y atajar la raíz del problema: la ley!"

El silencio de los obispos sobre el celibato (IV)
Rufo González

Es lamentable que los dirigentes hayan venido exigiendo, para concerderles la llamada "reducción al estado laical", que reconozcan su inmadurez personal, desequilibrio psíquico, pérdida de fe, degradación moral, etc.

(Rufo González Pérez).- ¡Qué lástima que la «Iglesia sensibilísima» no sea capaz de captar y atajar la raíz del problema: la ley! Su fanatismo, su apego a la ley y al principio de autoridad, le mueven a buscar las causas en las «fundadas y reales dudas sobre la plena libertad y responsabilidad del candidato al sacerdocio y sobre su idoneidad para el estado sacerdotal» (n. 84). Contradice los testimonios de sacerdotes, que se sienten libres y responsables del compromiso y de su posterior renuncia. Y no digamos de «su idoneidad para el estado sacerdotal», acreditada por sus comunidades casi siempre. Sin celibato son idóneos para el ministerio los presbíteros orientales, los anglicanos venidos al catolicismo, los «tolerados» en algunas diócesis…

Es lamentable que los dirigentes hayan venido exigiendo, para concerderles la llamada «reducción al estado laical», que reconozcan su inmadurez personal, desequilibrio psíquico, pérdida de fe, degradación moral, etc. Por ello, muchos, por firme honradez, dejaron de solicitar tal reducción. Es intolerable moralmente que tengan que mentir para liberarse del celibato. Entre miles de testimonios, recojo algunos y recomiendo leer el libro: «Curas Casados. Historias de fe y ternura». Moceop. Albacete 2010. Es experiencia espiritual dignamente cristiana.

«Me sigo sintiendo cura, aunque en un sacerdocio en el silencio»

¿Cuando decidió secularizarse, era usted consciente de la etapa tan dura que abría en su vida?

Totalmente consciente. Tuve una etapa de consulta, de vacilación, de duda prolongada en la que me venían dobles sentimientos, porque me gustaba la vida misionera, de sacerdocio, pero por otro lado no podía soportar la vida en soledad. Aguanté cuatro años escasos porque soy un hombre de compartir la vida. En una entrevista que me hicieron en Bogotá para un periódico de tirada nacional me preguntaron si volvería a ser sacerdote si la Iglesia me lo pidiera, y respondí que sí, pero con la condición de tener a mi mujer y mis hijos conmigo en el altar. Eso lo dije y lo mantengo. Por qué tengo que esconder a mi mujer y a mis hijos que son un gran tesoro que la vida me ha dado, como lo ha sido el sacerdocio, otro tesoro que tengo y lo defiendo. Me sigo sintiendo cura, aunque en un sacerdocio en el silencio. Hago todo lo que puedo por el bien de la Iglesia y de la humanidad»

(Entrevista a Alfonso Marín, misionero, sacerdote secularizado, subdelegado del Gobierno en Granada de 2000 a 2004, realizada por Jesús Cabrera, eldiadecordoba.es Lunes, 7 de julio de 2008).

«Yo había nacido para el sacerdocio»

¿Fue muy duro dejar de ejercer el sacerdocio?

R.- Sí, pero ya decía Chesterton que el buen cristiano es aquel que sabe aguantar las dudas. Bastantes sacerdotes estábamos formados en un ambiente progresista, sin estar de acuerdo con la jerarquía eclesiástica de entonces y con el boato que yo había visto en América o en Madrid. Pasé una crisis interna. Dejar el sacerdocio fue como separarme de mi mundo, aunque yo en realidad quería ser misionero, no cura en sentido burgués. Para el obispo Roca Cabanellas fue un gran desencanto. Lo comprendía, pero no lo compartía.

¿Volvería a recorrer el mismo itinerario?

Sí, siempre lo he dicho, haciéndolo quizá un poco mejor y con mayor garantía. Yo estaba muy bien de cura y, además, me aceptaban. La dificultad que tuve es que precisamente se oponían los obispos a las nuevas situaciones, aunque yo había nacido para el sacerdocio. Aún voy a las parroquias en las que estuve y la gente me recibe y me hace hablar. Aquella generación de sacerdotes deseaba mucho un cambio en la iglesia. Rompí, junto a otros, con una iglesia jerárquica e institucional, por una serie de cuestiones teológicas…

¿Usted se siente condenado por su comportamiento?

No solamente no me siento condenado, sino que, como he dicho, volvería a recorrer el mismo itinerario. Yo di el paso totalmente consciente ante mi conciencia y ante Dios, y creo que es lo que debía de hacer. A mis hijos les he dado una educación cristiana. Ellos han estado al corriente de toda mi vida, desde el principio. Yo sigo muy relacionado con los teólogos de la Agrupación Juan XXIII.

¿Piensa que la Iglesia aceptará algún día a los curas casados?

Juan XXIII dijo que los curas serían casados, aunque no bajo su pontificado. Creo que deben ser como fueron en la antigua iglesia: personas que tengan su oficio y dediquen su tiempo libre, que eso es la vocación, a trabajar por los demás. Y los que sean elegidos democráticamente, que se dediquen a organizar la Iglesia, pero no de un modo tan jerárquico como ahora.»

(Entrevista a Manuel López López, sacerdote murciano, que, desde niño sintió una vocación a la que no ha renunciado. Casado y padre de dos hijos -psiquiatra y médico de familia- ha vivido situaciones difíciles. Trabajó como misionero, cura parroquial y cura obrero, y profesor de Filosofía y Teología, en Lorca, Lima, Quito, Cartagena, Madrid… Laverdad.es Edición de Murcia 07.07.08).

«El papa luchó por la opcionalidad del celibato»

Causa sonrojo leer este párrafo, dedicado a la «justicia y caridad de la Iglesia» (n. 85).

Ofende a la verdad el que diga que es un «porcentaje verdaderamente mínimo en comparación con el gran número de sacerdotes sanos y dignos». Miles de presbíteros y algunos obispos dejaron el ministerio a causa del celibato. Cálculos fiables aseguran que, tras el concilio Vaticano II, abandonó un tercio. Y si no hubiera trabas (psíquicas, laborales, económicas, sociales, eclesiales…), serían muchos más. La inmensa mayoría quiere seguir ejerciendo casados. La contumacia ciega y la pobre actitud de los dirigentes no les deja. Me alegra lo que dice Celso Alcaina en un comentario, donde declina la responsabilidad personal de Pablo VI:

«A propósito de la «Sacerdotalis Caelibatus»… La encíclica nace de la debilidad de Montini y de la presión de la curia, así como de viejos influyentes cardenales. Yo lo viví en la curia romana. El papa luchó por la opcionalidad del celibato. Era sensible y sufría ante las deserciones generalizadas y ante la falta de clero disponible en regiones de misión, particularmente en el lejano Oriente. No se atrevió a dar el paso, a pesar de su convicción y de haberse reservado el tema en el Concilio. Al final se doblegó. Pablo VI nada tenía de dictador. Era hamlético, tímido y cobarde. Es curioso y triste constatar que algo tan importante como la opcionalidad del celibato dependa de una frase o documento de un jefe» (jueves 23 julio 2015, 19:54).

«Mi decisión de casarme no implicaba ni crisis de fe ni dudas sobre mi ministerio»

La encíclica se atreve a juzgar la conciencia ajena, contra la mente evangélica (Mt 7,1-5).

Sin rubor contradice la conciencia de los interesados. Supone que renunciar al celibato es «rehusar llevar dignamente el yugo suave de Cristo, se debe a crisis de fe, o a debilidades morales.., frecuentemente responsables y escandalosas» (n. 85). Esta ley no es «yugo de Cristo», sino de una parte de la Iglesia sobre otra. Rehusarlo no supone necesariamente crisis de fe ni debilidad moral. El biblista y profesor universitario, Juan Barreto, puede representar el sentir de muchísimos secularizados:

«Con respecto al ministerio, siempre dejé claro que mi decisión de casarme no implicaba ni crisis de fe ni dudas sobre mi ministerio. Fue tomada por coherencia interior al no encontrar razones objetivas para que renunciásemos a ello, al no verlo incompatible con el ministerio que estaba realizando, ni poder aducir motivos de índole histórica, ni teológica, ni antropológica o psicológica para justificar una tal renuncia. Nos parecía que, en nuestro caso, la pura razón canónica no era suficiente» (CURAS CASADOS. Historias de fe y ternura. Moceop. Albacete 2010, pág. 171).

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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