Antonio Aradillas

Obispos chilenos (y otros)

Razones y argumentos de los santos evangelios no nombran obispos

Obispos chilenos (y otros)
Antonio Aradillas

El sistema del nombramiento de los obispos en la actualidad, tanto en Chile, como en tantas otras Iglesias, difícilmente resiste un análisis de moralidad, ni de efectividad pastoral

(Antonio Aradillas).- Como a mí, a la inmensa mayoría -cristianos o no- de personas medianamente decentes, la noticia -el notición-, de la forzada renuncia de todos los obispos chilenos, ha supuesto un escándalo de impensables dimensiones, con consecuencias nefastas. Raramente se ha registrado en la historia de la Iglesia determinación de similares proporciones. Reflexionar sobre ella, con la correspondiente y documentada colaboración de sacerdotes y laicos, y buenas dosis de misericordia, es tarea-ministerio edificador de Iglesia, con la acelerada activación del cortejo de virtudes -fe, esperanza y caridad-, para no perderse en el peregrinante camino de la redención y de la vida.

Los datos son patentes y documentados, con refrendos judiciales y sin temor alguno a falsedades adulteradas, social, política y religiosamente. El comportamiento, por acción u omisión del colectivo episcopal chileno, con referencias concretas a temas de tanta sensibilización y gravedad ético-moral como las relativas a la pederastia y otras corrupciones, rebasa cualquier ponderación y medida. Esta se acrecienta en mayor proporción por el hecho, y diagnóstico, de que «corruptio optimi, péssima», apuntando a tan altas esferas de le jerarquía católica.

La reacción del pueblo de Dios es, por supuesto, de infinita tristeza, traspasando las fronteras patrias, americanas y universales, por la imposibilidad de que, gracias sean dadas a Dios y a los medios de comunicación social en su rica variedad de versiones, no es hoy posible embridarlos o someterlos, por poderosos que se crean los más interesados en tan inicua tarea.

Pero, por encima de la lógica reacción de desolación y aflicción al desvelarse estos hechos, en el mismo pueblo de Dios y sus alrededores, ha primado y prima, la impresión liberadora de la honesta y sensata alegría. al comprobar que, hechos públicos comportamientos tan horrendos, las tenebrosas puertas de los silencios cómplices y vergonzosos, se entreabrieron, por fin, con lo que el viento feliz de las soluciones podrá adentrarse venturosa, penitencial y reparadoramente en la Iglesia.

No está de más advertir que, sin robarle una sola pizca de gravedad a los comportamientos mantenidos en las esferas episcopales señaladas, también en otras -sociales, políticas, económicas..-, ellos habrían de ser, y son, tanto o más frecuentes, escandalosos y determinantes. Con frecuencia, y en cristiano, se da la impresión de que pecado-pecado son las relacionadas con la «sexualería», en menor proporción que los definidos por cualquier otra falta grave de principios ético-morales, como la corrupción en sus tristes y asombrosas manifestaciones.

Es penoso, por demás, tener que apuntar que una de las «razones» más cercanas que explican comportamientos episcopales aludidos, radica precisamente en el sistema seguido en la selección y nombramiento de los episcopables. La absoluta carencia de intervención por parte del resto de los sacerdotes y del laicado, con desprecio y condenación «teológica» a cuanto «suene» a democracia, dentro de la Iglesia, facilita el acceso al «sagrado colegio» de medianías, que automáticamente se aposentan en palacios feudales, con reconocida y bendecida condición de «obispos soberbios, arrogantes y prepotentes», tal y como reconocen los propios sacerdotes.

El sistema del nombramiento de los obispos en la actualidad, tanto en Chile, como en tantas otras Iglesias, difícilmente resiste un análisis de moralidad, ni de efectividad pastoral. No los nombran razones y argumentos extraídos de los santos evangelios. La política, los intereses económicos de unos y otros, la diplomacia, el prosaico «bien» de la Iglesia-institución y otras causas y concausas, expresadas y significadas con fidelidad en los símbolos litúrgicos -mitra y báculo- , por la mediación del Nuncio y sus asesores, es lo que hace obispos a los obispos, al servicio de intereses extra-eclesiales.

¿Serían posibles casos similares, por ejemplo, en España?. En las mismas páginas en las que se daba la noticia de la colectiva dimisión de los 35 obispos chilenos, esta cifra se emparejaba con otra de «25 a 30 obispos españoles que, de alguna manera, están enfrentados con el papa Francisco, disconformes con las reformas del Concilio Vaticano II , que pretende llevar a la práctica», y por lo que el papa «venido de allende los mares» está recibiendo multitud de denuestos, desacreditaciones y ofensas.

Sería deseable, y ejemplar, que este grupo de obispos y algunos otros, -tampoco exentos de connotaciones pederastas-, lo más pronto posible le obsequiaran al papa, -a Nuestra Santa Madre la Iglesia-, con el sacrificio de su renuncia voluntaria. Hoy se sabe todo o casi todo, por lo que, «a priori», no puede desecharse que determinados «rumores», sobre todo por omisión, no alcancen la desdichada categoría de documentada noticia. De todas maneras, el «Vía Crucis» que los pederastas han hecho recorrer por los caminos «religiosos» de España, posee estaciones bien determinadas, con señales tristemente relevantes.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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