Gregorio Delgado

La respuesta al abuso sexual del clero (III)

"Lo verdaderamente importante son las víctimas y su atención"

La respuesta al abuso sexual del clero (III)
Gregorio Delgado del Río

La respuesta de la Iglesia al abuso sexual del clero ha constituido (en parte, sigue vigente) una verdadera carrera de obstáculos

(Gregorio Delgado, caterático).- 4.3. La autonomía de las Diócesis y subsidiariedad. En la respuesta a Marie Collíns, el Card Müller expone que «è un malinteso che questo dicastero, a Roma, possa occuparsi di tutte le diocesi e ordini religiosi nel mondo. Non si rispetterebbe il principio legittimo dell’autonomia delle diocesi e della sussidiarietà».

Resulta muy grato escuchar ahora (aunque sea en defensa propia), en boca de tan ilustre príncipe de la Iglesia, la invocación del respeto a la autonomía de la Iglesias locales y al principio de subsidiariedad. ¡Magnífico! Uno esperaba que fuese sincera. Pero, al mismo tiempo, esperaba que quien realizó dicha invocación fuese plenamente consecuente con la misma.

Esto es, esperaba que no se tratase de una posición meramente táctica para salir airoso en su diatriba con la señora Collins y que, efectivamente, participase e impulsase -si ésta era su visión- un sistema organizativo coherente con tales principios (autonomía y subsidiariedad), contenidos en la doctrina conciliar del Vaticano II. Lo cierto es que, por el contrario, venía de hecho ejerciendo funciones o dando por bueno un sistema organizativo, no basado, precisamente, en tales principios descentralizadores.

Dicho de otro modo, el Card. Müller, entonces Prefecto de la CDF, no podía ignorar que la exigencia de tan básicos y esenciales principios de organización (derecho constitucional) debiera haberle llevado a proceder y a proponer grandes reformas estructurales en la Iglesia, con abandono, de una vez por todas, del sistema de poder romano.

Esto es, desde la perspectiva en que se situaba el Señor Cardenal Prefecto (autonomía diócesis) no tenía ni tiene sentido el centralismo romano (al menos en los términos en que se viene practicando hasta ahora) respecto de este materia. ¿Por qué todo, absolutamente todo, tiene que pasar y ser supervisado por la CDF? No sabemos que se haya distinguido por promover, en coherencia con tales principios, un sistema organizativo de respuesta próximo al lugar de los hechos, presuntamente delictivos, y a las personas implicadas. ¿Qué pasa? ¿Acaso no se fiaba de las propias Diócesis y de las respectivas Conferencias episcopales?

Si esos principios constitucionales eran, en su estimación, válidos para justificar la no respuesta a misivas de las víctimas (cartas) de abuso sexual del clero (respuesta a la Sra Collins), parece que, con más razón (al menos, igual), debieran invocarse para su vigencia en aspectos directamente relacionados con la responsabilidad del Obispo diocesano en el tema del abuso sexual del clero ¿Era ésta, efectivamente, la posición del Prefecto de la CDF? ¿Acaso la comunidad cristiana percibía que el Cardenal Müller estaba en esta línea de respeto y realización efectiva en la Iglesia de la autonomía de las Iglesias locales o, por el contrario, percibía que formaba parte, supuestamente, del grupo de resistentes a la reforma de la Curia romana, que está impulsando el papa Francisco?

Por otra parte, el Card Müller conocía perfectamente la doctrina del Vaticano II y sus exigencias para el gobierno de la Iglesia. Por esta razón, parece que, en principio, no tendría que oponer nada a que la colegialidad episcopal y el principio de sinodalidad gozasen -ya era hora- cada día de un mayor predicamento e impulso en la Iglesia. Igualmente y en total coherencia con la doctrina conciliar, el prefecto de la CDF conocía y sabía que la reforma de la Curia romana se iba a inspirar, sin duda alguna, en el principio o criterio de ‘una sana descentralización’.

Pues bien, si hacemos nuestro el argumento del Card Müller, las competencias actuales de la CDF (todos los casos de abuso sexual del clero aparecidos en el mundo entero, si la acusación es verosímil, han de remitirse a la CDF) serían contrarias al legítimo principio de autonomía de las Iglesias particulares y al principio de subsidiariedad. ¿Por qué, entonces, el Card Müller no había encabezado ya una propuesta para su modificación a fin de respetar tan esenciales principios organizativos? ¿Por qué seguía en vigor al respecto un criterio de desconfianza sobre lo que se hubiese decidido a nivel diocesano?

No quiero pensar que estaba laborando para seguir en el mantenimiento de la tradicional posición de la CDF, esto es, para seguir siendo el dicasterio más poderoso en el entramado curial. Si alguien conocía la doctrina conciliar y sus exigencias en el gobierno de la Iglesia era el Card Müller. ¿Por qué, entonces, no lideró una nueva reforma global del MSST a la vista de la gran experiencia atesorada en el tiempo por la propia CDF?

Una cosa parece cierta. Si en algo insiste la normativa canónica vigente sobre el tema del abuso sexual (incluso la emanada por la propia CDF: Carta Circular 2011) es en el protagonismo del Obispo diocesano: «La responsabilidad para tratar los casos de abuso sexual contra menores compete en primer lugar a los Obispos ….» (Carta Circular 2011). ¿No le parecía al Card Müller un contrasentido o una falta de confianza respecto de quien ha realizado la investigación previa y encuentra la acusación verosímil el hecho de que tenga que ser remitido el expediente, de modo necesario, a la CDF a los efectos de revisarlo y ordenar los ulteriores pasos a cumplir? ¿No le parecía que semejante centralismo era innecesario y expresión de desconfianza respecto de los Obispos diocesanos? ¿Quién puede asegurar que el modo cómo la CDF ha llevado a cabo alguna investigación previa o ha juzgado penalmente algún caso concreto (judicial o administrativamente) ofrezca mayores garantías de buen proceder, incluso en contraste a cómo se procede de conformidad con algunos protocolos en vigor?

4.4. La cooperación con la Comisión antipederastia

En el cruce de acusaciones y réplicas entre el Cardenal Müller y la Sra Collins se puso de manifiesto que el Prefecto de la CDF no había sido muy riguroso en algunas de sus manifestaciones. En cualquier caso, la polémica en torno a la cooperación o no (o en qué medida) de la CDF con la Comisión antipederastia ha puesto de relieve que el Cardenal Prefecto tuvo que reconocer el ejercicio de funciones sobre el tema más allá de la función judicial o de la actuación de la CDF como Tribunal. A veces, uno mismo puede confirmar lo anteriormente negado. Este puede ser un ejemplo más.

a). Para el Prefecto de la CDF «no puede entender que se hable de falta de cooperación» entre la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) y la Pontificia Comisión. La respuesta de la Sra Collins no ofrece duda alguna, parece incontestable, evidencia cómo se entendía la cooperación. Sin comentarios.

b). Igualmente, el Prefecto de la CDF sostiene que «en los últimos años ha habido un contacto permanente» y «uno de los miembros de nuestro staff es parte de ella». La respuesta de la Sra Collins parece clara: la Comisión no ha recibido ningún informe formal ni ha visto ningún resultado positivo generado por dicho contacto permanente. Es más, el funcionario de la CDF, que fue miembro de la Comisión, cesó de hecho en sus funciones en la misma en el año 2015, si bien se notificó a los miembros de la Comisión en mayo de 2016. En concreto, la última reunión a la que asistió fue la plenaria de octubre de 2015. ¡Contundente!

c). En relación a la cooperación para dar respuesta a las cartas de víctimas de abuso, la respuesta de la Sra Collins podría hacer sonrojar a cualquiera. Le recuerda la Carta de la propia CDF (15.12.2016) en la que se menciona (se acusa recibo) dicha solicitud así como la aprobación por el papa Francisco en el sentido de que todos los dicasterios romanos acusaran recibo de aquellas cartas recibidas. Recomendación que no fue discutida por el representante de la CDF en la reunión de septiembre de 2016 y que, a los dos meses, fue rechazada formalmente por la CDF por escrito.

Parece ser que el motivo del rechazo a la solicitud de la Comisión antipederastia se basó en el respeto al principio de la subsidiariedad: «Ese acto de atención pastoral es un deber de los obispos». Puedo serlo. Es más, debería serlo en una organización futura de la materia. La CDF o cualquier otra Congregación romana no tendría, en principio, que realizar esta actividad. Pero, al mismo tiempo, habría que preguntarse por qué las víctimas se dirigen a la CDF o a cualquier otra Congregación romana. Tampoco se les puede impedir o dar la callada por respuesta. Ni tampoco pasa nada si se habla y se consensua un modo de acusar recibo (responder) a todo aquel que se ha dirigido a la CDF. Parece una atención que les es debida a las víctimas.

La valoración de la Sra Collins va a la profundidad del sistema jerárquico imperante, muy alejado, según Ella, del respeto a la persona humana. En base a ese juicio de valor, la Sra Collins pregunta con intención crítica: «¿Cuántas medidas mucho más fundamentales en materia de justicia para los supervivientes y la prevención de abuso están siendo demoradas o impedidas por causa de consideraciones jerárquicas internas que son anacrónicas y burocráticas?». Difícil, muy difícil de mantener, en la actualidad, la justificación del Prefecto de la CDF. Pocos o nadie se va a creer qué ese era, realmente, el motivo de su rechazo a la cooperación concreta que se le pedía.

Según declaraciones de Hans Zollner, secretario de la Comisión antipederastia, han pedido al Papa que «cree una oficina para formar a gente que pueda responder, como debemos a las personas». Según el citado Hans Zolner, «muchas personas en el Vaticano no saben cómo responder porque faltan la formación psicológica, teológica y jurídica». ¡Qué situación más vergonzosa! Ninguna carta de cualquier víctima debería quedar sin respuesta.

d). En relación a la cooperación con respecto a las Directrices de protección recomendadas por la Comisión antipederastia -verdadera laguna hasta ahora en la respuesta de la Iglesia al abuso sexual del clero-, la Sra Collins subraya que la CDF se ha mostrado particularmente reacia a su discusión. Incluso, ha valorado el hecho de que la CDF estime que personas (expertos) externas se entrometan en una ‘área de su responsabilidad’.

Si tal fuese el caso, la seguridad de los menores en el futuro es demasiado importante como para tolerar que no se intente en serio superar cualquier obstáculo. Lo cierto es que, en mi opinión, la CDF, siendo también cuestión de su competencia, no ha hecho nada especial al respecto. Si la Comisión antipederastia buscaba desarrollar directrices sobre el particular, no se entiende como no ha sido posible hasta ahora la superación de semejantes inconvenientes.

El interés de los menores reclama una cooperación leal y dejarse de tales excusas y pretextos. Daba la impresión de que existía un problema más de fondo: la presunta resistencia de la CDF y de su Prefecto respecto a la orientación que se buscaba imponer y respecto, por tanto, a la existencia misma de la Comisión antipederastia. Pero, como se sabe, estas cosas -aunque sean reales y aunque funcionen en la práctica- nunca se manifiestan abiertamente. En realidad, como es obvio, si hay problemas, nada se gana, como argumenta la Sra Collins, pretendiendo o queriendo dar la impresión que todo esté bien.

e). En relación a los posibles «malentendidos» sobre la tarea de la CDF: «Es un malentendido pensar que este dicasterio, en Roma, puede ocuparse de todas las diócesis y las órdenes religiosas del mundo», la Sra Collins rechaza de plano que se trate de malentendidos. Tanto ella como el resto de integrantes de la Comisión eran plenamente conscientes de las competencias respectivas.

4.5. La urgencia por restituir el clima necesario

Todo este lamentable ‘affaire’ se inserta en un contexto mucho más amplio que el de la relación personal (talantes respectivos y modos de entender su presencia en la Iglesia) y el de la actitud profesional (Cardenal y su concepción de hecho) del Prefecto de la CDF y de la Sra Collins (víctima de abuso sexual). Sin negar los matices provenientes desde las perspectivas anteriores, se ha de reconocer una realidad incontestable: la respuesta de la Iglesia al abuso sexual del clero ha constituido (en parte, sigue vigente) una verdadera carrera de obstáculos.

En esta respuesta, el protagonismo de la CDF no se ha distinguido precisamente por ser coherente con su competencia. El hecho en sí mismo puede gustar o ser causa de rechazo. Pero, al respecto, se ha de partir del carácter vicario de la competencia que ejercitaba y ejercita. Aquí radicaba (y radica) su gran fuerza, su protagonismo y, al mismo tiempo, sus limitaciones claras. Se puede, por supuesto, ser partidario de un modo diferente de entender y organizar la respuesta de la Iglesia sobre tan grave cuestión.

Pero, en cualquier caso, el criterio y la orientación de esa respuesta viene fijado en el momento actual por el papa Francisco. Lo ha hecho y lo ha manifestado desde el principio con claridad y rotundidad. A partir de aquí, no hay más que hablar: La CDF ha de secundar ese criterio y esa orientación, llevar la iniciativa, ser efectivamente una ayuda para el papa Francisco y no un permanente dolor de cabeza. Puede que la orientación papal no fuera del gusto de quien, en aquel momento, ostentaba la Prefectura de la CDF. Pero, en tal caso, el camino a seguir por el Cardenal Muller no es el de adoptar una actitud pasiva (resistencia) sino activa, de obediencia y servicio. Si no le era posible (algo respetable), esto es, si superaba sus fuerzas, debió renunciar, debió dimitir.

Lo verdaderamente importante son las víctimas y su atención. Lo verdaderamente importante es el impulso activo de la CDF, en ejercicio de sus competencias, para secundar la orientación querida por el papa Francisco. Todo lo demás sobra. La situación era cualquier cosa menos edificante. Urgía, por tanto, restituir el clima necesario en la relación de cooperación entre la CDF, el papa Francisco y la Comisión pontifica para la protección de los menores. Lo contrario -persistir en la resistencia- era inaceptable para las víctimas de abuso y una muestra de un muy mal gobierno pastoral.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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