Manos Unidas quiso formar parte del proyecto de la fundación “Esperanza y Vida”, que pusieron en marcha las hermanas Franciscanas en el año 2002, con el fin de apoyar a familias desplazadas, provenientes de zonas rurales y marginales
(Manos Unidas).- Nuestra «Mirada a la igualdad» nos lleva este mes a la localidad de Medellín, en Colombia. Allí, donde el aire huele a conflicto y a violencia, hemos conocido a Trinidad Correa, mujer, cabeza de familia, víctima de un enfrentamiento que parece no tener fin, y capaz de triunfar frente a la adversidad.
Aprovechando que en el 25 de noviembre se conmemora el Día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, y con motivo de nuestra campaña «No hay justicia sin igualdad», en Manos Unidas queremos dar a conocer un dato realmente espeluznante: hasta un 70% de las mujeres sufren algún tipo de violencia en su vida.
Con la denuncia de este mes, nos hemos centrado en los conflictos armados como fuente de violencia contra las mujeres. Una violencia que puede ejercerse de diferentes maneras; desde la agresión sexual hasta el desplazamiento forzado, pasando por el homicidio, la tortura, el despojo de bienes y el reclutamiento forzoso.
La protagonista de nuestra historia, Trinidad Correa, es una de esas víctimas de la guerra. Trinidad nos cuenta como, por causa del conflicto armado que afecta a Colombia desde hace más de treinta años, tuvo que dejar atrás su vida en el municipio de Ituango, huyendo de las Farc y de los paramilitares, para trasladarse a Medellín, ciudad conocida por la violencia que ejercen los narcotraficantes y las pandilla de jóvenes, los combos.
Trinidad, una mujer que parece crecerse ante la adversidad, tuvo la fortuna de conocer a las hermanas Franciscanas y entró a formar parte del proyecto de la fundación «Esperanza y Vida», que atiende y apoya a mujeres víctimas de ese conflicto que parece no tener fin.
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