No desechamos lo anterior, ni a Benedicto XVI ni sus teologías, pero es que para vivir en el día a día lo que necesitamos en primer lugar es el Evangelio, luego ya la doctrina
(José Manuel Vidal)- Luis Enrique Hernández pertenece a Cáritas Haro, donde se está llevando a cabo el Programa de Animación Rural de Cáritas La Rioja. A partir de su contacto directo con los habitantes de pequeñas localidades y áreas rurales, cuenta que «en los pueblos, la solidaridad no se reduce a un acto específico o a una campaña, sino que es una actitud de vida». «La capacidad de hacer nuestros los problemas del otro es típica de los pueblos», explica.
Sin embargo, también alerta sobre la realidad de que actualmente «la mayoría de habitantes de los pueblos son personas mayores, por lo que es fácil imaginarse que muchos pueblos pueden tener una esperanza de vida de cinco o diez años solamente». Al mismo tiempo, Luis Enrique denuncia que, si bien en los pueblos no se sufre de pobreza económica (puesto que sus habitantes son pensionistas y suelen tener tierras), sí padecen «pobreza de futuro, de servicios y de soledad«.
Sobre la Iglesia española, lamenta que «da la sensación de que la gente no se ha enterado de que hemos cambiado de Papa y que los discursos diocesanos están traduciendo las palabras de Francisco a sus propios intereses». Pero al mismo tiempo celebra que, mientras «el discurso de años atrás era duro, clerical y teológico… ahora parece que empezamos a darnos cuenta de que Jesús de Nazaret es otra cosa».
¿Eres un laico comprometido de los que, como diría el Papa Francisco, «huelen a oveja»?
Efectivamente.
¿Cuánto tiempo llevas en Cáritas?
19 años ya, además trabajando en este mismo programa. Fui uno de los trabajadores que lo inició y, por así decirlo, casi parirlo y alimentarlo. Ahora estamos empezando a recoger los frutos, porque el proceso de animación no es una cosa que uno hace puntualmente y que da resultados de la noche a la mañana, sino que es un proceso de crecimiento personal y de crecimiento comunitario.
¿Hay pobres en La Rioja?
Sí. aunque, si la comparas con el resto de España, quizá no sea de las Comunidades Autónomas más desfavorecidas. Y si la comparas con el Tercer Mundo, por supuesto que es una comunidad rica. Pero también hay familias en situaciones de marginación y de pobreza. Sobre todo familias de etnia gitana o inmigrantes. La pobreza con la crisis se está notando de forma especial. Como decía la cita evangélica: «Los pobres siempre los vais a tener entre vosotros». Por supuesto que en La Rioja también hay necesidad. Sin embargo, no hemos notado un aumento excesivo de las situaciones extremas. La situación se ha podido estabilizar antes de que tocáramos fondo, entre otras cosas porque uno de los grupos que más padece la precariedad es el colectivo de inmigrantes, y muchos de ellos han vuelto a sus países. Por eso las personas a las que atendemos en los programas de acogida no han aumentado de manera alarmante.
¿Siguen retornando inmigrantes? ¿O los que se han quedado aquí lo han hecho con todas las consecuencias?
Sigue habiendo retorno. Quien se ha quedado es porque ha podido mantener su trabajo, o alguna prestación municipal, alguna ayuda de emergencia (como las de Cáritas, mismamente). Gracias a este tipo de cosas han podido estirar, prolongar su estancia en nuestro país. Pero llega un momento, sobre todo para las familias de inmigrantes que tienen hijos, en que dicen «hasta aquí hemos llegado». Así que todavía hay gente que está volviendo a su país.
¿Están aumentando las familias españolas que solicitan ayudas de Cáritas, por haber perdido el empleo o por otro tipo de circunstancias? ¿Cuál es el perfil del español que necesita vuestras ayudas?
El perfil es sobre todo de colectivos marginales, como la raza gitana. En cuanto a la gente autóctona de nuestras localidades, la forma en que solicitan ayuda es cualitativamente diferente. El inmigrante está desprotegido porque no tiene el colchón familiar que tenemos los españoles, sobre todo las familias españolas de ámbito rural, que son terriblemente acogedoras. Yo veo claramente que la familia en el ámbito rural en el que yo trabajo es diferente a las familias de las ciudades grandes, por ejemplo. La acogida, el apoyo mutuo, el respaldo…amortigua mucho la situación de necesidad. Por eso las familias españolas no sufren de forma tan cruda y tan cruel esta situación como los colectivos de inmigrantes, que están totalmente desprotegidos, y que dependen exclusivamente de alguna ayuda económica que se les conceda.
¿Además de la familia, la ayuda de los vecinos de los pueblos contribuye también a sobrellevar la necesidad?
Por supuesto. En los pueblos pequeños los vecinos se conocen de toda la vida, y en cuanto detectan una situación de necesidad, el panadero le regala el pan a la familia, el grupo de Cáritas les da ropa de sus propios hijos, la trabajadora social se implica…Toda la comunidad atiende a los necesitados de una forma radicalmente solidaria.
¿Es reconfortante, por esto que acabas de explicar, trabajar en el ámbito rural?
Claro. Es estimulante, porque la solidaridad no se reduce a un acto específico o a una campaña, sino que es una actitud de vida. Cuando uno es solidario demuestra que la fibra interior vibra, y que sin que nadie le organice y sin que nadie se lo pida, uno responde espontáneamente. La solidaridad en las localidades no está organizadas: si tú lo necesitas yo me pongo en contacto con el otro, el otro con el otro…y así se da respuesta.
¿Esta diferencia puede deberse a que en los pueblos todo el mundo se conoce, mientras que en las ciudades los pobres «no tienen rostro»?
Eso es. Por eso vivir la solidaridad en la animación rural para mí es una gozada y un privilegio. Mi esperanza radica en que esta forma de vida pueda ser globalizada y extrapolada a otros sitios. El ser humano tiene mucho de positivo (aunque siempre se saquen a relucir las cosas negativas), y en este mundo hay mucha más gente buena que mala.
Sin embargo, muchos afirman, ante el envejecimiento de la población rural, que la forma de vida de los pueblos puede estar cerca de su extinción…
Bueno, ésa es la gran duda. En estos momentos está pendiente la reforma del régimen de ley a nivel local que va a afectar directamente a los pueblos. Los pueblos que no puedan sufragar los servicios públicos (que no son rentables, porque lo público nunca es rentable) posiblemente tengan que pasar a depender de la Administración autonómica o provincial, perdiendo su autonomía como pueblo.
¿Puede que desaparezcan los Ayuntamientos?
Sí. Lo que equivaldría a que desaparezcan los pueblos como tal.
La mayoría de pueblos en los que yo trabajo tienen menos de 500 habitantes, y la mayoría de sus habitantes son, como tú has dicho, personas mayores. Por lo que es fácil de imaginarse que puedan tener una «esperanza de vida» de cinco o diez años.
Los pueblos sobrevivirán mientras viva la gente que ahora mismo los habita, porque toda la gente joven de marcha. Quizás ha habido una pequeña, una tímida vuelta, en estos momentos de crisis en que los jóvenes no encuentran trabajo después de realizar sus estudios y su carrera. Alguno ha vuelto al campo a crear alguna cooperativa o alguna cosilla así.
En ese sentido ha habido un pequeño resurgimiento del ámbito rural, también gracias a los inmigrantes (porque lo que más dominan ellos son las labores y las actividades de campo).
Ha habido pueblos que incluso han recuperado la escuela al llegar unas cuantas familias, pero realmente es algo anecdótico, más que una actitud o una tendencia de futuro. De cara al medio o al largo plazo, posiblemente muchos pueblos tiendan a desaparecer.
Sin embargo, en esos pueblos viven personas, gente que tiene unos valores ancestrales que pueden servir de referencia a la sociedad entera. Incluso a la sociedad urbana. Por tanto, mientras pueda mantenerse gente en los pueblos, hay que protegerla, hay que animarla, hay que tratarla como persona. No por el hecho de que sean mayores o que sean pocos tienen menos derechos que el resto.
¿La Iglesia permanece con ellos?
Sí. Ahí estamos, haciendo lo que podemos, intentado que la acción social de la Iglesia llegue a todos los pueblos, incluso a los que son tan pequeños que no tienen Cáritas propia.
¿Quedan menos curas en las zonas rurales, o todavía hay un párroco por cada parroquia?
No es que haya un párroco en cada parroquia, pero de momento todas las parroquias están atendidas por algún párroco. Aunque en algunas poblaciones de Rioja baja se está dando la situación de que tenga que ser algún seglar el que tenga que hacer la celebración dominical. Los párrocos ahora mismo llevan unas cuatro o cinco parroquias, lo que me parece una barbaridad desde el punto de vista pastoral que habría que revisar y plantear de otra forma.
Cáritas parroquiales no hay tampoco en todas las parroquias, pero en los pueblos pequeños se suplen con grupos parroquiales o movimientos rurales. No ponemos límites ni fronteras a las organizaciones, porque estamos todos en lo mismo. Lo importante es que todos los grupos y consejos sepamos entendernos y coordinarnos, porque en el fondo el objetivo es el mismo: llevar la Buena Noticia del Evangelio a la gente de nuestros pueblos.
¿Cuántos voluntarios tenéis?
No te podría decir el cómputo global, pero yo tengo ahora mismo a mi cargo 18 grupos, con un promedio de unas 10 personas por grupo.
En cuanto a recursos, ¿cómo estáis funcionando?
A veces los recursos los brinda la propia localidad. Los propios grupos son capaces de generar su propia actividad y su propia respuesta a las necesidades, brindando también sus propios recursos, que nacen de la propia comunidad.
¿O sea que las comunidades se autogestionan?
Sí, se autogestionan y generan sus propios contactos. Aunque para temas de formación, cursos, respaldo técnico etc., contamos con el inestimable apoyo de las Cáritas diocesanas.
De los proyectos que tenéis en marcha, ¿de cuál te sientes más orgulloso?
La niña de mis ojos es el proyecto de animación. De hecho, alguna vez me han ofrecido cambiarlo y no he querido, porque es un proyecto emocionante y porque yo estoy hecho para estar en contacto con la gente. El proceso de animación incluye una gran variedad de actividades, desde apoyo y seguimiento a las personas mayores, atención y acogida a los inmigrantes, al colectivo de temporeros, etc. El contacto con la realidad sufriente y necesitada del medio rural es un contacto de piel a piel, de rostros concretos, y consiste en ponernos en funcionamiento de forma comunitaria para atender las necesidades de nuestro entorno. Y para mí eso no es sustituible por nada.
¿Hay mucha soledad en los pueblos?
Efectivamente. La pobreza del mundo rural es una pobreza muy curiosa, porque más o menos la gente cuenta con un patrimonio (tiene tierras, aunque las cultive o no las cultive) y con unos ingresos de pensionista (ya que la mayoría de la gente, repito, es gente mayor). Por eso, estadísticamente, parece que la pobreza en el medio rural no existe. Y esto puede ser cierto desde la perspectiva económica, porque además la gente de las áreas rurales lleva una forma de vida humilde y no necesita muchos recursos para mantenerse dignamente. Pero lo que hay es una pobreza de futuro, una pobreza de juventud y una pobreza de servicios. Nuestros jóvenes, además de que son pocos, se han ido a trabajar fuera, y esto hace muy incierto el futuro de los pueblos. Los mayores son los que más servicios necesitan, y el ámbito rural a veces carece de esa dignidad. También hay pobreza de soledad, pobreza humana, psicológica. Es una pobreza que no se contempla porque no aparece en las estadísticas, con lo cual además es una pobreza olvidada y no atendida.
Por eso, aunque los programas municipales o de la Administración no lo contemplan, desde Cáritas sí hemos analizado estas situaciones como pobreza, y estamos trabajando en ello.
¿Recibes muchas muestras de cariño en tu trabajo por parte de la gente del campo, que suele ser muy agradecida?
Claro. Los pobres nos contaminan, las relaciones interpersonales nunca te dejan indiferente. Cuando uno se mete en este fregado lo hace temblando, porque sabe que va a salir tocado. No hay guión establecido que te diga por dónde tienes que ir, sino que tienes que ir creándolo día a día. Pero esas incógnitas, esas dudas, son una gozada, porque si eres capaz de escuchar a la gente, ellos mismos te dan las respuestas que necesitas.
La gente con la que yo me reúno y con la que trabajo son más que eso: son mis amigos, mi comunidad. Comparto la vida con ellos, crecemos juntos. Es algo más que un trabajo.
¿La solidaridad está creciendo en los pueblos en esta época de crisis?
Sí. Siempre ha existido, por el matiz de sencillez y de cercanía que hay en los pueblos. Esa capacidad de hacer nuestros los problemas del otro que es típica de los pueblos. Y en estos momentos, esa ayuda comunitaria evidentemente está aumentando en la inmensa mayoría de los pueblos, sobre todo en los pequeños.
¿Cómo está viviendo la gente de pueblo la llegada del Papa Francisco?
Con ilusión. Es una imagen evidentemente nueva, y la gente a veces comenta sus frases. Se cuentan entre ellos «el Papa ha dicho…» o «fíjate qué zapatos llevaba»… ese tipo de cosas. La gente está notando que algo puede empezar a cambiar, y eso se está viviendo con ilusión. Y de cara a los típicos sacerdotes que forman parte de una postura de Iglesia más intransigente, nos ha servid para poder replicarles y decirles que hay otras formas, que son precisamente las que dice el Papa, y que debemos aprender de él. Oler a rebaño, como decíamos al principio.
Hay gente más estirada o más distante pero ahora, con el respaldo de las nuevas actitudes que defiende el Papa Francisco, se les puede demostrar que los caminos van por otro lado.
¿Eso podría dar lugar a una revitalización del mensaje cristiano?
Sí, puede servir para eso, o para remover conciencias. Para recuperar lo que hemos perdido creyendo que la Iglesia tiene que ser así. El discurso de muchos atrás era un discurso duro, clerical, teológico… y ahora parece que nos damos cuenta de que Jesús de Nazaret era otra cosa. Entonces, que alguien recupere el rostro concreto de Jesús de Nazaret dirigiéndose a los pobres, hace que mucha gente se haya dado cuenta de que esta forma de entender el Evangelio es la que necesitamos.
¿Primero Evangelio, y después doctrina?
Eso es. No desechamos lo otro, ni a Benedicto XVI ni sus teologías, pero es que para vivir en el día a día el Evangelio y la Buena Noticia a los pobres, la teología viene en segundo lugar. O en tercero.
¿Por ese camino ves esperanza?
Sí, y veo que la gente está esperanzada, y esperando más. La gente está esperando que las cosas cambien, porque la sensación que hay es que de momento todo sigue igual. Evidentemente el discurso y el tono han cambiado, y esto es evidente en las cartas y en las exhortaciones de Francisco. Es un discurso que ha cambiado de forma y de fondo.
¿Y la gente de pueblo cómo vería realizado en su vida cotidiana ese cambio de la Iglesia?
Cosas muy concretas, como otro tipo de sacerdotes, que no sirvan al pueblo dejando bien claro que no pertenecen al pueblo, que ellos son otra cosa. Porque a veces sucede esto, y la gente les acaba por ver como a alguien disfrazado y extraño. Ese tipo de actitudes.
¿Algo cercano a la desclericalización de la que habla Francisco?
Por ahí puede ir, empezando por sacerdotes y obispos más cercanos a la realidad y a los problemas de la gente. Porque a veces vienen con sus «rollos teológicos», y con ellos le complican la vida a la gente. En vez de escuchar lo que ellos necesitan y pensar qué luz les puede aportar desde el Evangelio, llegan a ofrecer directamente soluciones y problemas teológicos, como el aborto, que al final lo que generan en la gente son más conflictos que esperanzas.
El lenguaje escrito ha cambiado, y las consignas del Papa son cualitativamente distintas. Pero a veces da la sensación de que la gente no se ha enterado de que hemos cambiado de Papa. Es más, parece que muchas veces los discursos diocesanos están traduciendo las palabras del Papa a sus propios intereses. Y eso defrauda. Como los recientes nombramientos que ha hecho Francisco, que nos dejan un poco fríos. Parece que el discurso es diferente pero que el resto sigue siendo todo igual. Sustancialmente no ha cambiado nada: el tema de la mujer sigue siendo el mismo, el tema de los divorciados que siguen sin poder acercarse a la Iglesia…
¿Hay prisa por que lleguen todos los cambios esperados?
Eso eso. Todos decimos que las cosas en palacio van despacio, pero a la vez esperamos que se dé salida a todos estos temas. La ilusión y la esperanza tienen que sustentarse en algo más que palabras. El mensaje es bueno, pero tiene que haber cambios sustanciales.
¿Crees que está comenzando una primavera, o ves al menos los primeros «brotes verdes»?
Sí, claro. Y sólo esos brotes ya son un don para el espíritu. Sólo con oír a Francisco ya uno cambia, aunque sea a nivel personal. Luego, a nivel estructural (de diócesis y de Conferencia Episcopal) lo que pasa es que somos los mismos, por lo tanto es obvio que de la noche a la mañana no podemos cambiar. Entonces, o hay una sustitución de personas (dejando las responsabilidades en manos de gente con otro talante) o hay un proceso de formación, o a nivel jerárquico no se van a dar cambios sustanciales por el momento, que es lo que está pasando.
De momento estamos en un impass de espera.
¿Te consideras un «hombre de Paco»?
Sí. Los que estamos en la Iglesia sabemos que estamos en ella porque la queremos, pero no por lo que es, sino por lo que queremos que sea. Y por eso debemos luchar: por intentar que sea lo que queremos que sea.
Algunos titulares:
-El inmigrante está desprotegido porque no tiene el colchón familiar que tenemos los españoles
-Las familias españolas no sufren de forma tan cruda y tan cruel la crisis como los colectivos de inmigrantes, que dependen exclusivamente de alguna ayuda económica que se les conceda
-En los pueblos, la solidaridad no se reduce a un acto específico o a una campaña, sino que es una actitud de vida
-Cuando uno es solidario demuestra que la fibra interior vibra
-La mayoría de habitantes de los pueblos actualmente son personas mayores, por lo que es fácil imaginarse que muchos pueblos pueden tener una «esperanza de vida» de cinco o diez años solamente
-El contacto con la realidad sufriente y necesitada del medio rural es un contacto de piel a piel, de rostros concretos
-La mayoría de habitantes de los pueblos son pensionistas y tienen tierras, por lo que no sufren pobreza económica, pero sí pobreza de futuro, de servicios y de soledad
-En los pueblos siempre ha existido la solidaridad, por el matiz de sencillez y de cercanía que hay en ellos
-La capacidad de hacer nuestros los problemas del otro es típica de los pueblos
-Ahora, con el respaldo de las nuevas actitudes que defiende el Papa Francisco, a la gente que representa una Iglesia estirada, distante o intransigente se le puede demostrar que los caminos van por otro lado
-Parece que Francisco va a ayudarnos a recuperar lo que hemos perdido creyendo que la Iglesia «tiene que ser así»
-El discurso de años atrás era un discurso duro, clerical, teológico… y ahora parece que nos damos cuenta de que Jesús de Nazaret es otra cosa
-No desechamos lo anterior, ni a Benedicto XVI ni sus teologías, pero es que para vivir en el día a día lo que necesitamos en primer lugar es el Evangelio, luego ya la doctrina
-Da la sensación de que la gente no se ha enterado de que hemos cambiado de Papa y que los discursos diocesanos están traduciendo las palabras de Francisco a sus propios intereses