En la lucha contra el hambre y la pobreza, la clave está en caminar todos juntos. Solo así llegaremos más lejos en nuestra batalla contra el hambre
(Jesús Bastante).- Jorge Crisafulli, misionero salesiano argentino, es uno de los mayores expertos de la congregación en los páises afectados por el ébola. En estos días se encuentra en España, colaborando con la campaña «Luchamos contra la Pobreza» de Manos Unidas, así como otros proyectos de Misiones Salesianas. «Estoy profundamente convencido de que es posible acabar con el hambre», subraya, al tiempo que denuncia cómo, desde Occidente, hemos vuelto a olvidarnos del ébola.
Acaba de estar en nuestro país presentando la campaña de Manos Unidas contra el Hambre. ¿Cómo colabora esta ONG con los países azotados por el hambre y la desigualdad?
Manos Unidas ha tenido siempre, desde sus inicios, una actitud «batalladora» contra el hambre y la desigualdad, defendiendo la vida y la dignidad de los más pobres. Los Salesianos hemos sentido su cercanía en los momentos más difíciles y duros, sobre todo apoyando proyectos de desarrollo sostenible. Ciertamente el enfoque de Manos Unidas no es «el asistencialismo» sino la corresponsabilidad: importa la capacitación de la gente para hacerla protagonista de su propio desarrollo. La mayoría de sus proyectos apuntan a la educación, con una atención especial a la educación de las niñas. Un desarrollo sostenible pasa justamente por la educación, la atención a los niños y los jóvenes, especialmente a la mujer, al cambio de actitudes en la cultura y la sociedad. Es por esto que los Salesianos, con la ayuda de Manos Unidas hemos hecho una opción por la educación en Africa. Hemos levantado escuelas en todas las naciones donde estamos. Un pueblo educado no puede ser nunca manipulado ni oprimido.
Háblenos de sus proyectos desarrollados en África con niños víctimas de abuso y tráfico…
Nuestro accionar frente al tema de los niños en riesgo, abusados y traficados ha nacido como una respuesta al pedido del Papa Francisco a «salir fuera», a no quedarnos sentados, esperando que ellos vengan a tocar a nuestra puerta. Hemos decidido dar el primer paso hacia ellos, movernos del centro a la periferia. Ahí nos encontramos con el dolor de tantos niños y niñas que están y se sienten abandonados y solos. En Sierra Leona trabajamos con niños que viven en la calle. Con un «Don Bosco Móvil» salimos a las calles y los encontramos allí donde ellos viven. Se les escucha, se estudia caso por caso, se les ofrece ayuda sanitaria y un plato de comida, juegos y formación. Algunos de ellos son «reunificados» inmediatamente, otros -que han pasado más tiempo en la calle- son enviados a Don Bosco Fambul para un programa residencial para la rehabilitación antes de ser reunificados o ubicados en familias sustitutas. Tenemos también un hogar para niñas que han sido abusadas sexualmente, les ofrecemos un hogar y ayuda jurídica para procesar a sus abusadores. Mucha gente dice hoy en Sierra Leona: «Cuidado con tocar a una niña, que Don Bosco te manda al tribunal y a la cárcel». Nuestras campañas de difusión y educación a través de la radio, prensa escrita y TV han sido muy exitosas en este sentido. En Ghana hemos creado, con la cofinanciación de varios bienhechores, entre ellos Manos Unidas, un «Child Protection Centre», un centro para niños traficados. Comenzamos en Marzo del 2014. Los niños son «rescatados» por la policía y a través del Ministerio de Bienestar Social, entregados a los Salesianos para rehabilitación y reunificación con sus familias o familias sustitutas. La terapia más efectiva en la rehabilitación es, como quería Don Bosco, la amabilidad y la sonrisa; que los niños y niñas no sean solamente «sean amados», sino que «se sientan amados». Sentirse queridos y una buena sonrisa son la mejor medicina!
Junto a Misiones Salesianas, hace unos meses, nos alertó contra el virus del Ébola. ¿Cómo está la situación actualmente?
Con la ayuda internacional los tres países más afectados han sido capaces de disminuir el número de infecciones diarias, lo que no significa que el virus está bajo control. Ya hay más de 22.000 personas infectadas y 9.200 muertos. El ébola ha demostrado ser un virus potente, muy infeccioso y mortal, que no tiene fronteras. Yo resumiría así: se han dado pasos importantes en la batalla contra el ébola, pero aún falta mucho camino por andar.
¿Estamos ganando la batalla al Ébola, o se ha vuelto a imponer el silencio?
Ciertamente, el Ébola fue noticia y estuvo al día en los medios cuando las grandes potencias del mundo, América y Europa, se vieron «infectadas» y «afectadas» por el virus. Se veía al virus como una amenaza para el mundo occidental. Obviamente, había que hacer algo. Cuando la amenaza desapareció del aire, también «desapareció» de los medios. El ébola dejó de ser un problema «para nosotros» y volvió a transformarse en otro de los problemas del África». Esta manera de insensibilidad, «achicharra» el corazón! Cada uno de nosotros tendría que decir: «Yo soy África, yo soy esa persona afectada por el Ébola». En Argentina daba una charla a un grupo de jóvenes y una chica me dijo: «Padre, no cuente esas cosas. ¿Qué quiere? ¿Que sintamos dolor, que nos sintamos responsables de todo lo malo que está pasando en África?» Y le dije: «Por eso las cuento, para que abramos los ojos. No podemos vivir en un mundo digital o de las ideas»
Tenemos que aprender a sentir dolor con los que sienten dolor. Hoy les toca a ellos, mañana nos puede tocar a nosotros. Jesús lo dijo tan claramente: «Hagan a los demás lo que quieran que los otros hagan con ustedes» No basta mirar los noticieros y sentir lastima por África. Tenemos que comprometernos y hacer algo concreto para ayudar a nuestros hermanos y hermanas. Hay que comprometerse a hacer algo por ellos hoy. Mañana será demasiado tarde para ellos y para nosotros.
Erradicar el hambre, ¿es una utopía?
Estoy profundamente convencido de que es posible. Se tienen que dar algunas pre condiciones para alcanzar este objetivo, y aquí sigo al Papa Francisco en la Evangelii Gaudium: que se termine con una cultura del descarte donde el pobre y el hambriento son vistos como un problema y no como hermanos/s que esperan que compartamos con ellos, no solo lo que nos sobra y es superfluo, sino todo lo que tenemos y acumulamos y les pertenece a ellos. ¿Cómo puede ser que en un mundo con 300 millones de gente obesa tengamos 600 millones de personas que pasan hambre? Estos números no cierran. Algo no funciona. Segundo que se termine con una cultura del «despilfarro», donde se tira de todo y en abundancia: toneladas de comida se desperdician diariamente en el mundo. Tercero: crear una cultura de la solidaridad, donde le damos a los pobres lo que les pertenece, no por «lastima», sino por «justicia», porque les corresponde. Cuarto: hacer un esfuerzo comunitario mundial: que todos los países recorten gastos superfluos y ofrezcan «lo ahorrado» para la cooperación internacional, para ayudar a los países más pobres. Finalmente: caminar todos juntos en esta batalla contra el hambre, como comunidad internacional, sin que nadie se quede fuera, instituciones e individuos. Como decía el Papa Francisco: «jugando como equipo, pateando para adelante, sudando la camiseta» hasta anotar el gol más significativo de la historia de la humanidad: derrotando a la pobreza y al hambre. En África dicen que «el que va solo camina más rápido, pero el que camina junto con otros llega más lejos» En la lucha contra el hambre y la pobreza, la clave está en caminar todos juntos. Solo así llegaremos más lejos en nuestra batalla contra el hambre.
¿Cómo podemos «apuntarnos» a luchar contra la pobreza?
Simple, abriendo los ojos, sintiendo compasión por aquellos que están sufriendo, llenando nuestro corazón de ternura y esperanza y -como decía Madre Teresa- «poniendo el amor en acción», haciendo algo concreto por los demás, «hasta que nos duela». Alguien me preguntaba en España: Pero Padre, toda la ayuda que damos, ¿llega a los pobres, a los hambrientos? La respuesta: «La única ayuda que no llega a destino, es la que no damos. La ayuda que no llega se queda en todo lo superfluo que compramos y nunca usamos porque no lo necesitamos. Nos apuntamos en la lucha contra la pobreza cuando decidimos ser generosos y compartir todo lo que somos y tenemos con los demás. Si al final, como dice el proverbio africano: «El ataúd o la mortaja no tienen bolsillos». No nos llevamos nada de este mundo. Lo único que nos llevamos al «más allá» es todo lo que dimos en el mas acá, «nuestras buenas obras».