La Iglesia es un actor respetado, neutral, en medio de un conflicto armado, que puede facilitar el diálogo
(Jesús Bastante).- «Más que optimismo, tenemos esperanza. En Colombia puede llegar la paz para 47 millones de personas, y para 5 millones de desplazados internos. Pero para ello debemos trabajar por la reconciliación y por la memoria de las víctimas». Así se ha pronunciado Héctor Fabio Henao, director de Cáritas Colombia, que esta semana se encuentra en Madrid junto al grupo de trabajo sobre Colombia de Cáritas Internationalis.
Un momento de esperanza después de casi dos años de negociaciones por la paz en La Habana entre el Gobierno y las FARC, y de intentos de entendimiento con el ELN. Pero donde todavía queda mucho por hacer para que Colombia deje de ser el país del mundo occidental con mayor número de desplazados internos y donde todavía hoy se colocan más minas antipersona. 250.000 personas han muerto víctimas directas del conflicto, y hasta siete millones han tenido que abandonar sus hogares y sus tierras.
«Se está construyendo un paisaje de paz que es importante», subrayó Henao, quien instó a la creación de «espacios ciudadanos» que tengan en cuenta a todos, incluso a los que no están de acuerdo con las negociaciones de paz. «Tenemos esperanza porque hay una ruta hacia el futuro, porque estamos trabajando en la cuestión de la reconciliación».
Una reconciliación que, explicó el responsable de Cáritas Colombia, ha de arrancar por «cambiar la imagen del enemigo, darle un rostro humano. Y ése es un trabajo que toma mucho tiempo: dejar de ver a alguien como a un enemigo, como a una máquina de hacer el mal, y verlo como un ser humano«.
Pero la reconciliación «tiene un capítulo muy importante: devolver la dignidad de las víctimas. Hay que atenderlas de manera eficiente, y en eso tenemos un camino muy largo a recorrer», añadió el prelado, quien insistió en que «el encuentro con las víctimas ha de ser de reconocimiento de su sufrimiento, de su historia, de su dignidad. Tiene que llegar a tocar las necesidades profundas, y conlleva un reconocimiento de la verdad por parte de quienes cometieron las atrocidades, para que asuman su obligación para con las víctimas. Y esto es muy importante, porque la gente quiere reconciliares, y para eso necesita saber qué pasó, y transformar la sociedad para que no vuelva a ocurrir».
Para Ana Cristina Morales, coordinadora para América Latina de Cáritas Española, «es vital ese intento de dignificar a las víctimas». En este sentido, destacó la creación de «centros de escucha» en el que las víctimas «pueden contar su historia, y ser escuchadas. Una forma de que las respuestas que se den sean cercanas es conocer las verdaderas necesidades de las víctimas».
La responsable de Cáritas subrayó la «esperanza a largo plazo», y advirtió contra los que piensan que firmando los acuerdos con las FARC se acaba el conflicto. «Es un punto de partida bueno, pero es vital garantizar la participación de todos los sectores de la sociedad, y que sea una paz consensuada».
Por su parte, Eoin Hamill, responsable de programas de Colombia (Cáritas inglesa), sostuvo que «la Iglesia en Colombia es un actor respetado. Hay mucha desconfianza entre las comunidades, ahí entra la Iglesia. La Iglesia es un actor respetado, neutral, en medio de un conflicto armado, que puede facilitar el diálogo». «En muchos lugares -añadió-, el Estado abandonó a las comunidades, las ONG no suelen llegar, y la única presencia permanente es la de la Iglesia. Y es muy importante. La gente tiene confianza».
De cara al escenario que se abra tras los acuerdos, resulta decisivo que la búsqueda de la paz conlleve una política pública de carácter territorial, incluyente y formulada de manera participativa con las regiones y amplios sectores de la sociedad civil. Para ello, los, miembros del Grupo apuntan al fortalecimiento de la democracia como una de las claves de ese futuro, para lo cual resulta imprescindible garantizar de forma especial la participación de la juventud, la mujer, las comunidades étnicas y campesinas y poblaciones fronterizas.
Por último, urge desarrollar una pedagogía para la paz. Si el objetivo es evitar nuevas víctimas y que el conflicto armado se reavive, es indispensable generar una cultura para la paz que pase por la formación de nuevos ciudadanos y ciudadanías, y la apropiación de herramientas y estrategias comunitarias y sociales para la convivencia. Para ello, el país necesita la formulación de una política pública para una pedagogía de paz, que incluya a las fuerzas armadas y que abra paso a un verdadero cambio de paradigma.
El director de Cáritas Colombiana ha aprovechado el encuentro informativo para recordar la figura de monseñor Óscar Romero, que será beatificado mañana en El Salvador y que fue declarado patrono de Cáritas Internationalis durante la Asamblea General celebrada en Roma la semana pasada. «Queremos expresar nuestro reconocimiento a su intensa labor a favor de los derechos humanos, de su protección y defensa de las poblaciones más vulnerables en El Salvador«, aseguró monseñor Henao.
«El aporte del monseñor Romero fue muy sustancial en la búsqueda de salidas, de caminos, que es el empeño en el que estamos involucrados desde el Grupo de Trabajo por Colombia. Él siempre abogó por la protección de los más pobres, de su dignidad y eso ha movido a Cáritas Internationalis a nombrarle su patrono«, añadió.