Más de 60 millones de niñas no van a la escuela, y siete de cada diez personas pobres del mundo son mujeres
(Misiones Salesianas).- Millones de niñas viven su infancia soñando con ser como Blancanieves, Cenicienta o la Bella Durmiente. Princesas de cuento, delicadas y alegres, con largos vestidos de ensueño y que son salvadas por un apuesto príncipe azul. Sin embargo, hay otras niñas y mujeres en el mundo que no sueñan con ser princesas.
En muchos países las niñas tienen que cuidar de sus hermanos pequeños, o incluso de sus propios hijos, o son obligadas a casarse. No van al colegio para ayudar en el campo o en casa y apenas tienen tiempo para jugar…
Nacer mujer significa tener más probabilidades de vivir en la pobreza
De cada 10 personas pobres en el mundo 7 son mujeres. Más de 60 millones de niñas no van a la escuela y más de 500 millones de mujeres no saben leer ni escribir.
El próximo 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y no podemos olvidar la difícil realidad que viven millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Niñas que no sueñan con ser princesas de cuento, sino que luchan por poder ir a la escuela y tener las mismas oportunidades que sus hermanos.
Los misioneros salesianos trabajan en África, Asia e Iberoamérica apoyando la educación de niñas y mujeres y promocionando el papel de la mujer y sus derechos.
La educación es un elemento fundamental para cambiar la vida de las personas y reducir la desigualdad. Si queremos que tengan presente y que en el futuro se conviertan en madres responsables capaces de tomar decisiones que alejen a sus familias de la pobreza, la educación es la mejor herramienta. Sólo con tu ayuda los misioneros podrán ofrecer educación a todas esas niñas que quieren ser protagonistas de su propia historia.
Kachan no quería ser princesa
«Soy la menor de ocho hermanos. Mi padre nos abandonó y mi madre trabajó en el campo para sacarnos adelante, y no lo hubiera hecho sin la ayuda de los misioneros salesianos que nos daban comida y nos permitían ir a la escuela. Cuando llegué al décimo curso mi familia decidió buscarme un marido. Me sentí como una vaca en venta. Nadie me preguntó si quería casarme. Me escapé y fui al Centro Don Bosco en Navajeevan.
Allí me acogieron y me ayudaron a seguir estudiando. Mi familia nunca fue a buscarme. Hoy he superado todo eso y me gustaría que nadie tuviera que pasar por lo mismo».