“Sin protección en la frontera. Derechos humanos en la frontera sur: entre Nador y Melilla”, informe de Comillas y el SJM
(Jesús Bastante).- Son nuestros hermanos, y sus derechos se ven vulnerados. En esa inmensa fosa común que es el Mediterráneo, en las fronteras de Europa del Este, en Siria, en Libia… Pero también aquí, en nuestras fronteras, entre Nador y Melilla. Hombres, mujeres y niños que sufren el acoso de las mafias, y también el de las autoridades marroquíes y españolas. En la tristemente famosa valla de Melilla «se vulneran los derechos humanos que sufren los migrantes que intentan entrar en la península», según denuncian el Servicio Jesuita para a Migrantes y la Universidad de Comillas, que este mediodía han presentado el informe «Sin protección en la frontera. Derechos humanos en la frontera sur: entre Nador y Melilla».
Las devoluciones en caliente, el reforzamiento de la valla, el abuso y las políticas de control policiales, tanto en las vallas como en los bosques cercanos y, posteriormente, en los CETI, que carecen de normativa que regulen la estancia de sus residentes, han hecho que se reduzcan los «asaltos». Así, en 2015 únicamente se produjeron once, y la entrada de apenas un centenar de personas. «La moral de España y sus dirigentes responde al ‘No vengan, y si vienen, tendrá la vida muy difícil’«, denunció Cristina Manzanedo, del SJM. «Muchos de los problemas que vemos en la frontera este de Europa se reproducen, aunque a menor escala, en la frontera sur».
Las cifras ahora son menores por la «cooperación policial con Marruecos», con acciones como las devoluciones sumarias «que nos parecen inaceptables». «La Administración ha hecho un tapón, que no sabemos si es de forma inocente o no», apunta Manzanedo, quien reclamó «conciliar el necesario control de fronteras con el respeto a los derechos humanos». Curiosamente, añade, «la cifra de entrada de inmigrantes está coincidiendo con el vaciamiento de los CETI de Melilla». Curiosamente.
«No conocemos lo que estaba a ambos lados de la frontera», subrayó Josep Buades, del SJM. En Nador, a 20 minutos de Melilla, entre 1.500 y 2.000 subsaharianos viven en los bosques, en condiciones deplorables, en algunos casos durante casi tres años. De cuando en cuando, las Fuerzas Auxiliares Marroquíes (FAMM) arrasan sus asentamientos. «Muchas mujeres son prostituidas en los bosques y, si quedan embarazadas, pueden ser obligadas a abortar».
Los «pasadores» o mafias son la principal vía de entrada a Melilla, pues los migrantes no pueden acudir a la Oficina de Asilo de Melilla, pues son rechazados violentamente por las autoridades marroquíes. «Resulta extremadamente preocupante esta situación, que no se puede comprender ni normalizar y que afecta también a las mujeres víctimas de trata, que tampoco pueden acceder a esas oficinas», subrayan los autores del informe, que denuncian cómo los migrantes llegan a pagar hasta 2.000 euros por camuflarse en dobles fondos de los coches, o viajando en patera. Los que no tienen con qué pagar lo intentan a través de la valla: una verja repleta de punzantes concertinas y con un foso de cinco metros de profundidad.
En otras ocasiones, las familias no cruzan juntas, sino separadas, para intentar hacerlo con más facilidad. Los menores suelen entran a Melilla en coche y, si lo logran, son recibidos por otros familiares, o «reconducidos» a centros de acogida de menores».
En cuanto al CETI, el informe señala que «no se comprende cómo después de 17 años desde su apertura no tiene todavía una normativa reguladora de la estancia de sus residentes». Para Buades, «la frontera se está convirtiendo en una tierra de nadie donde no rigen los derechos». Pero en los centros de estancia temporal, sin embargo, «no existe un régimen de traslados a la Península».