Tanto la escuela como el comedor están autogestionados por los propios padres de los niños
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(José M. Vidal).- Una carta de puño y letra del Papa, con su diminuta caligrafía, y un cáliz. Dos regalos que Francisco quiso enviar a la parroquia del Padre Carlos, presidente de Mensajeros de la paz Jordania, para agradecerle su trabajo con los refugiados iraquíes desde hace años. Dos presentes entregados, además, por alguien que convive estrechamente con el Papa, su secretario personal, el padre Yoannis Lahzi Gaid.
«Ha sido todo un detalle del Papa con el trabajo que estamos haciendo con los refugiados en Aman. Dos presentes que nos llegan al corazón por lo que significan y por el emisario que Francisco mandó para entregárnoslos», dice, todavía emocionado, el Padre Carlos-Khalil Jaar, de paso por Madrid, en busca de recursos para seguir atendiendo a sus refugiados.
El pasado domingo, 5 de marzo, mientras el Papa estaba de ejercicios espirituales con la Curia en las afueras de Roma, uno de sus dos secretarios personales, el sacerdote copto católico Yoannis Lahzi viajó a Aman, para cumplir con el encargo del Papa.
En la parroquia ‘Mater Ecclesiae’ del barrio de Marka, uno de los más humildes de Aman, le esperan 350 niños y sus profesores. Son los niños que van allí al colegio, porque ‘Abuna’ Carlos convirtió, desde hace más de un año, los salones parroquiales en escuela y comedor para los niños refugiados y sus familias.
Una escuela y un comedor especiales. Tanto la escuela como el comedor están autogestionados por los propios padres de los niños. En efecto, los padre y las madres que son maestros o, sin serlo, son capaces de enseñar, dan clases a los 350 niños, entre ellos a sus propios hijos. Con una enseñanza reglada, para la que el Padre Carlos consiguió el reconocimiento oficial del Gobierno jordano. Como en un colegio normal y normalizado: con sus clases, sus horarios, sus profesores, su patio de recreo y sus uniformes de pantalón color berenjena, camisa a rayas y pajarita.
El comedor también lo gestionan los propios padres, que hacen de cocineros y de camareros. Primero, para los niños. Y, después, en un segundo turno, para los mayores de las familias de refugiados, que comen a diario en esta especie de olla común de la solidaridad, que se alimenta de los donativos que recibe el presidente jordano de Mensajeros de la Paz.
Formados en filas, de los más pequeños a los más mayores, los niños reciben al mensajero del Papa Francisco. Y sus profesores, al lado. Viene acompañado del pronuncio en Aman, monseñor Cona. Al sonido de una campana, los niños sueltan globos blancos y azules y una paloma en honor del enviado del Papa ‘Francis’, mientras un pequeñín le entrega un ramo de flores. Al fondo, en las pancartas: «Saluda al Santo Padre», «bienvenido» o «los niños iraquíes te dan las gracias».
Tras los saludos y las fotos, niños y profesores pasaron al comedor. Y, en los postres, el padre Yoannis entregó al Padre Carlos la carta del Papa de apoyo y bendición de su trabajo con los refugiados, asi como el cáliz. Con un certificado de que procede del Papa, que celebró la eucaristía con él.
Un gesto más del Papa, para demostrar que lleva en el corazón a los refugiados. Y a estos refugiados en concreto, porque la solidaridad tiene que tener rostros e historias personales. Un detalle, que dará fuerzas al Padre Carlos para seguir alimentando con el pan de trigo y el pan de la cultura a estos niños y a sus familias, que lo perdieron todo, huyendo de la locura del ISIS, y que todavía no pueden volver a su Irak martirizado.
El padre Yoannis sabe mucho de eso, no en vano este sacerdote copto católico, nacido en El Cairo en 1975 y ahora secretario personal del Papa, estuvo trabajando en las nunciaturas de Bagdad y de Aman. Todo el dolor y el sufrimiento que allí vio, lo volvió a revivir, de nuevo, en Jordania, con los refugiados que lloran por regresar a su tierra.
Pero, mientras tanto, siguen formándose en la escuela del Padre Carlos. Y soñando con un futuro mejor, al que estos pequeños puedan aportar su granito de arena de concordia, reconciliación y paz. Con la bendición del Papa y de su cáliz.