“Atrévete a ser misionero”, lema de la 175 Jornada de Infancia Misionera

Francisco Lerma: “Yo no soy un obispo misionero, soy un misionero obispo”

Aaron, misionero de 14 años en Méjico: “La misión no depende de la edad, sólo hay que ir al lugar y atreverse”

Francisco Lerma: “Yo no soy un obispo misionero, soy un misionero obispo”
Presentación de la Infancia Misionera RD

Son los niños, siempre lo son. Aunque sean secuestrados por sus padres, como en el siniestro caso de EEUU; son niños, aunque sean recogidos en pateras, o pasen hambre; son niños

(Jesús Bastante).- «Atrévete a ser misionero«. Es el lema de la Jornada de Infancia Misionera, que este domingo celebra su 175 aniversario en todo el mundo. Casi dos siglos logrando que los niños se sientan misioneros de otros niños. Unos niños que, como subrayó el director de OMP, Anastasio Gil, «son capaces de conectar con el pueblo de Dios, con la sociedad».

«Por muy importantes que sean los políticos o los deportistas, cuando sucede alguna noticia en que los protagonistas son los niños, son las que más llaman la atención», relató el sacerdote. «Son los niños, siempre lo son. Aunque sean secuestrados por sus padres, como en el siniestro caso de EEUU; son niños, aunque sean recogidos en pateras, o pasen hambre; son niños, aunque sean capaces de matar a unos ancianos por unas monedas como en Bilbao».

175 años después, Infancia Misionera continúa trabajando. El año pasado, con 2858 proyectos por valor de 16,9 millones de euros en todo el mundo. «En España somos tremendamente generosos», indicó Anastasio Gil. Así, los niños españoles aportaron 2,7 millones de euros, con los que se atendieron 491 proyectos en favor de Infancia Misonera, 315 en África, 9 en América, 164 en Asia y 2 en Oceanía.

«Son proyectos para refugiados, excluidos, que están en campos de concentración«, recalcó el director nacional de OMP, quien destacó la conciencia misionera de las familias. Una de ellas, la de Aaron Fernández Sarabia, permaneció casi tres años en el norte de Méjico. Aaron tiene ahora 14 años, y plasmó durante todo este tiempo sus impresiones en un blog.

 

 

Ahora, Aaron vive en Priego (Cuenca), «tengo cuatro hermanos (uno de ellos nació en Méjico) y estudio 3º de la ESO». A lo largo de ese tiempo, Aaron y sus padres colaboraban en proyectos con familias, con novios, en centros de desintoxicación, talleres de oración o visitas a las casas.

También los niños quisieron participar. «Hicimos un equipo misionero, y jugábamos, compartíamos, orábamos. Yo iba a un grupo de catequesis y salíamos a los campos de cultivo, compartíamos la palabra, hablábamos…»

«Al volver a España, es un poco doloroso, porque dejas a muchos amigos, aunque piensas que un día volverás», confiesa Aaron. «Me chocó la diferencia sobre cómo la gente vive la fe allí y aquí. La labor de misión también se puede hacer en el instituto, con los amigos, apoyando la catequesis, en casa«, confiesa, apuntando que hoy, en Priego, colabora con Cáritas y otros proyectos misioneros, porque «la misión no depende de la edad ni del lugar donde se desarrolle. Sólo hay que ir al lugar y atreverse».

Por su parte, Francisco Lerma, obispo murciano de Gurúe, en Mozambique, habló de su experiencia misionera, desde su infancia, «en los años 50, cuando llenábamos las huchas con un negrito o un japonés con el dinero que conseguíamos».

«Ahí se va desarrollando mi vocación misionera», destacó, haciendo hincapié en que «yo no soy un obispo misionero, soy un misionero obispo«. Tras ser ordenado en 1969 en Murcia, llegó a Mozambique con 27 años, en los últimos momentos del colonialismo y la lucha por la independencia de Portugal. En sus primeros destinos, vivió en la misión en el corazón de la guerrilla.

 

 

«Yo no tenía ni idea de qué pasaba en Mozambique», apuntó Lerma. «Lo primero que hice fue comprar un Corán. Allí estuve un año de ‘inserción misionera’ para descubrir un nuevo mundo, y vas descubriendo valores que nosotros hemos perdido», como «esa referencia siempre a Dios. Ellos saben que Dios es el principio de la vida, el amor y la felicidad, y se vuelve a él. No son animistas. Es un pueblo abierto al anuncio del Evangelio».

Gurúe es una diócesis cuatro veces más grande que su Murcia natal, donde viven dos millones de habitantes, «y apenas 35 sacerdotes diocesanos y 11 religiosos«. «Nuestra labor es animar y formar a los laicos para que hagan lo que nosotros no podemos hacer», recalcó, subrayando la importancia del laico en la Iglesia de Mozambique, «ahí se concreta la acción de la Iglesia».

¿Qué podemos hacer, aquí y en Mozambique, por la misión? Francisco Lerma lo tiene muy claro: «más formación. Que nuestras familias sepan educar en el sentido global de la palabra a esos niños«.

«Si no hay fruto de una fe, sin despreciar las ONG, somos algo más. Detrás de ese dinero hay todo un compromiso evangélico. Por eso la misión no tiene fronteras, en cualquier lugar podemos ser misioneros. Quien es discípulo de Jesús es misionero», concluyó.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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