Buena parte del episcopado mundial, y de la curia romana (a donde fueron a parar después aquellos nuncios, nombrados además cardenales), está en pecado mortal y en sacrilegio público
La revista 21 publica en su número de diciembre un artículo de José Ignacio González-Faus en el que el teólogo afirma que el Catecismo de la Iglesia Católica no condena como pecado mortal la pena de muerte. «Ese Catecismo se publicó con la aprobación del cardenal Ratzinger quien por tanto, y según la lógica, está en la herejía y en pecado mortal público«.
Bajo el título de La cochina lógica (Unamuno), el teólogo José Ignacio González-Faus publica un artículo en el número de diciembre de la revista 21 como consecuencia de las declaraciones del portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, en las que aseguraba que «quitar la vida a un ser humano es contradictorio a la fe católica» y «quien contribuya a ello está en la herejía, está en pecado mortal público y no puede ser admitido a la sagrada comunión». Añadía el portavoz que «esto vale para todos los católicos«, dirigiéndose a los diputados que tenían que votar la ley del aborto.
Partiendo de este razonamiento, González-Faus asegura que el Catecismo de la Iglesia Católica no rechaza quitar la vida a un ser humano, en el caso de la pena de muerte. «En ediciones posteriores, y ante protestas de muchos fieles, avanzó hasta considerarla poco recomendable, pero no hasta condenarla como pecado mortal y «contradictoria a la fe católica». Ese Catecismo se publicó con la aprobación del cardenal Ratzinger quien por tanto, y según la lógica del portavoz, está en la herejía y en pecado mortal público».
El teólogo reflexiona también sobre otros aspectos, como que el Papa no renunció a recibir a un «pecador público» como Obama, luego de que éste anunciara una ley sobre el aborto, o que más de dos obispos y de dos nuncios, contribuyeron a la rastra de crímenes de Pinochet y Videla. «Todos éstos, según la misma lógica, están en pecado mortal, no pueden ser admitidos a la comunión y, si han celebrado misa o comulgado, han caído en sacrilegio público».
El artículo culmina con la conclusión de que «buena parte del episcopado mundial, y de la curia romana (a donde fueron a parar después aquellos nuncios, nombrados además cardenales), está en pecado mortal y en sacrilegio público«.