Vidal: "Estamos en una transición de la Iglesia gueto, fortaleza asediada y monocromática a la Iglesia mosaico, plural y samaritana"
(Pau Abad Tent)- La renuncia insólita de Benedicto XVI el 28 de febrero de 2013 anunciaba que el nuevo Papa tendría la misión de regenerar la Iglesia y limpiarla de la imagen de impopularidad que estaba cosechando hasta entonces, y de eso se ha ocupado Francisco en este primer año.
En palabras del periodista y teólogo José Manuel Vidal, el Papa Francisco «en un año ha dado la vuelta a la Iglesia» y asegura que estamos viviendo una transición entre una Iglesia «gueto, fortaleza asediada y monocromática» y una Iglesia «mosaico, plural y samaritana».
El hecho de vivir dos papas en un mismo tiempo simbolizó de por sí una ruptura con las formas tradicionales de la Santa Sede y la decisión de Joseph Ratzinger hizo posible que hoy, un año después, el nuevo pontífice sea aclamado por la reforma de la Iglesia que está llevando a cabo.
«La renuncia de Benedicto XVI en una situación difícil personal y eclesial dejó el campo abierto para que su sucesor pudiera tomar medidas extraordinarias«, comenta Santiago Casas, profesor de Historia de la Iglesia Contemporánea de la Universidad de Navarra.
Desde que fuese elegido Papa, Bergoglio se ha postulado como un ser humilde, cercano al pueblo y al que le preocupa más la pobreza y la injusticia social que otros asuntos morales que han focalizado el discurso de gran parte de la Iglesia en los últimos años.
Vidal, autor del primer libro publicado sobre el nuevo Papa, «Francisco, el nuevo Juan XXII», recuerda la visita de éste a Lampedusa en julio de 2013 como un símbolo de que «el Papa enfila la proa de la Iglesia hacia los pobres, los abandonados, los tirados en la cuneta de la vida».
También destaca el significado del traslado de la residencia papal a Santa Marta, «una revolución en la concepción espacio-temporal del papado» y que asemeja a la situación que se daría si el Rey de España se trasladase a Vallecas.
Hay muchos más momentos que destacar de este primer año, entre ellos la exhortación «La alegría de la fe», la JMJ, el nombramiento de Parolín como Secretario de Estado, la constitución del Consejo de Cardenales, la comisión de lucha contra la pederastia o, más recientemente, la creación de un ministerio de economía vaticana.
La cercanía con la gente y sus iniciativas recuerdan a Juan XXIII, aunque por otra parte, «es evidente que toda su carrera eclesiástica la ha hecho bajo el pontificado de Juan Pablo II», apunta Santiago Casas.
Pero los aires de cambio no han librado a Bergoglio de los escándalos de abusos cometidos por miembros de la Iglesia y así se lo hizo saber la ONU en febrero con un duro informe en el que acusaba a la Santa Sede de «no haber tomado las medidas necesarias para proteger a los menores», a lo que respondieron desde el Vaticano pidiendo más paciencia.
Tampoco ha desaparecido la oposición de ciertos sectores de la Curia que tan presentes parecían estar en los últimos días de Benedicto XVI, una oposición «natural» según Santiago Casas dado que los curiales «tienen su idea sobre la vida de la Iglesia y pueden divergir de algunas decisiones», aunque los que se oponen ahora, según Vidal, lo hacen «calladamente«.
A pesar del ritmo vertiginoso de las reformas en el Vaticano, el Papa Francisco tiene asignaturas pendientes importantes, como la de «hacer que cale su revolución en las Iglesias locales y dar pasos en la reforma doctrinal, especialmente en lo que a la moral sexual se refiere», menciona José Manuel Vidal al respecto.
El Papa que ha transformado la imagen de la Iglesia
«Recen por mí«, dijo Francisco en su primer discurso como pontífice, petición inusual viniendo de la persona con mayor autoridad en materia religiosa de la Iglesia católica, pero que ha repetido en numerosas ocasiones, la última hoy a través de Twitter.
Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 1936) llegó a San Pedro dispuesto a romper moldes sobre la concepción popular de la Iglesia y en ello se ha esmerado en este primer año, pero puede que no lo haya hecho a propósito, sino que simplemente tenga que ver con la forma de entender la fe que tiene el nuevo Papa.
Jorge Mario es un obispo jesuita, orden de la que forma parte desde 1958 y que pasó a dirigir en Argentina entre 1973 y 1979, de modo que además de ser el primer pontífice no europeo, «Francisco es el primer Papa religioso, salido de una orden religiosa, desde hace más de siglo y medio», explica el experto en Historia de la Iglesia Santiago Casas Rabasa.
A Francisco se le conoce por su cercanía con los fieles, escenificada en las llamadas personales de las que se le ha «quedado la costumbre» de su servicio en Buenos Aires, según confesó al Corriere della Sera.
También se habla de él por ser una persona a la que «no le tiembla el pulso a la hora de gobernar«, según palabras del especialista en asuntos vaticanos José Manuel Vidal.
Pero por encima de todo parece sobresalir una peculiaridad que, además, viene reforzada por ese carácter cercano y decisivo: su implicación con la pobreza.
Los que le conocieron en Argentina le han visto ministrar todos los años en los barrios marginados de Buenos Aires y, como anécdota representativa, al ser elegido cardenal en 2001 por Juan Pablo II pidió a los fieles argentinos que no viajasen a Roma y destinasen el importe del viaje a los pobres.
El 13 de marzo de 2013, anunciado ya el «Habemus Papam», Bergoglio escogió el nombre de Francisco pensando en San Francisco de Asís, el santo que vivía entre los pobres.
«Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos«, ha dicho en más de una ocasión, y con esa idea en mente renunció a vivir en el palacio papal para hacerlo en la residencia de Santa Marta junto a otros obispos, de igual manera que ya hiciera en la archidiócesis de Buenos Aires.
El Papa Francisco parece prestar más atención al problema de la pobreza en sus discursos y actos que a las cuestiones sobre la familia y la vida, las cuales han ocupado hasta ahora la primera línea de la agenda en el Vaticano.
Desde la misa de inauguración del pontificado ya dejó claro que su cometido es «abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños«.
Desde su visita a Lampedusa o a la favela Varginha en Río de Janeiro hasta la celebración de su cumpleaños junto a cuatro mendigos, pasando por la exhortación «La alegría del Evangelio» en la que declaraba que prefiere «una Iglesia magullada, herida y sucia por haber estado en la calle» antes que una «aferrada a su propia seguridad»; el Papa Francisco ha puesto en práctica en este primer año la idea de Iglesia que arrastró con él desde Buenos Aires, y quizá por eso especialistas como José Manuel Vidal se atreven a opinar hoy que «nunca la Iglesia católica ha gozado de tan buena imagen».