¿Por qué tú, que te sientes solo, abandonado de los amigos, hasta de Dios, por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza, tú que aspiras a la belleza a la perfección, a la justicia a la paz?
(Jesús Bastante).- «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?«. La frase del Evangelio de Lucas fue repetida esta mañana, una y otra vez, como un mantra, por el Papa Francisco, y por la multitud que se congregaba, pese a la lluvia, y que felicitó a Jorge Mario Bergoglio por su santo.
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?», dijo el ángel a las mujeres, y volvió a comentarlo Francisco en esta mañana lluviosa de Roma. El mal tiempop no fue óbice para que miles de peregrinos, muchos niños entre ellos, se acercaran a la plaza de San Pedro para acompañar a Francisco en su tradicional audiencia general que, además, coincidía con su santo.
Jorge Mario Bergoglio recogió los parabienes de la multitud, en una audiencia que cada vez dura más, y que cada vez tiene en los saludos iniciales gestos de ternura, alegría y sensibilidad de un papa cercano y querido por casi todos.
«Esta semana es la semana de la gloria. Celebramos la resurrección. Una alegría verdadera y profunda, basada en que Jesús ya no muere más, en que está vivo y actúa en la Iglesia y el mundo«, señaló Bergoglio. Y sin embargo, «¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?».
«Estas palabras son como la piedra miliar en la historia, un ejemplo. Si no nos abrimos a la buena noticia, si pensamos que sería menos fastidioso un Jesús muerto que un Jesús vivo, estaremos invadidos por la vanidad mundana, el dinero, los deseos…»
«¿Por qué buscamos entre los muertos al que está vivo? ¿Por qué miráis ahí, si eso no nos dará vida?», proclamó Francisco. «Nos podrá dar la alegría de un día, de una semana, de un mes… ¿y después?«.
El Papa, que pidió hasta en dos ocasiones que los fieles repitieran una y otra vez la frase, ahora y después, en casa -«nos hará mucho bien»-, reconoió que «no es fácil estar abierto a Jesús, no es fácil aceptar su presencia hoy«.
Tampoco lo era en la Jerusalén del siglo I. «El Evangelio nos cuenta distintas reacciones: Tomás, María Magdalena, los discípulos de Emaús». Tomás, que «pone una condición al a fe: quiere tocar; María lo ve pero no lo reconoce, sólo cuando Jesús le llama por su nombre; y los discípulos se dejan acompañar por un desconocido caminante».
«Cada uno sigue un camino diferente para encontrar al mismo Señor», advirtió el Papa. «Y yo ¿qué ruta sigo para encontrar al Cristo vivo? Él siempre estará cerca para dejarse encontrarse«. Para buscar entre los vivos al que ya nunca más estará muerto.
«Jesús no está en el sepulcro: ha resucitado. Es el viviente. Siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y va caminando a lo largo de los siglos. La tumba de Jesús es la tumba de la Iglesia; el sepulcro de la verdad y de la justicia».
«¿Por qué tú, que te sientes solo, abandonado de los amigos, hasta de Dios, por qué buscas entre los muertos al que está vivo, tú que has perdido la esperanza, tú que aspiras a la belleza a la perfección, a la justicia a la paz?», se preguntó el pontífice.
La respuesta, en la misma pregunta del ángel, que «nos ayuda a huir de nuestros momentos de tristeza y nos abre a horizontes de alegría y esperanza, capaz de generar vida nueva para los otros».
«Él está vivo, está con nosotros, no vayamos a otros sepulcros que nos prometen certezas y no nos dan más que tristeza. Él está vivo».
Síntesis de las palabras del Papa:
Queridos hermanos y hermanas:
En estos días celebramos con alegría el gran misterio de la resurrección de Cristo. Se trata de una alegría auténtica, profunda, que se basa en la certeza de que Cristo resucitado ya no muere más, sino que vive y actúa en la Iglesia y en el mundo. No es fácil aceptar la presencia del resucitado en medio de nosotros. La pregunta que el ángel dirigió a las mujeres, aquella mañana de Pascua: «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?», nos debe interrogar también a nosotros. Buscamos entre los muertos al que vive cada vez que nos encerramos en el egoísmo o en la autocomplacencia, cuando nos dejamos seducir por el poder y las cosas de este mundo, olvidando a Dios y al prójimo, cuando ponemos nuestra esperanza en vanidades mundanas, en el dinero o el éxito; cada vez que perdemos la esperanza o no tenemos fuerzas para rezar, cada vez que nos sentimos solos o abandonados de los amigos, e incluso de Dios, cada vez que nos sentimos prisioneros de nuestros pecados. La advertencia del ángel nos ayudará a salir de nuestras tristezas y a abrirnos a la alegría y a la esperanza. La esperanza que remueve las piedras de los sepulcros y nos empuja a anunciar la Buena Nueva a los demás.
***
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Costa Rica, Colombia, Ururuguay y Argentina y otros países latinoamericanos. Que en este tiempo de Pascua abramos nuestra vida al encuentro con Cristo resucitado y vivo, el único que puede dar verdadera esperanza.