Todos apuestan a que no puede pasar el capítulo “divorciados vueltos a casar” y, mucho menos, la revisión del celibato
(Jaime Escobar, Reflexión y Liberación).- Es indiscutible que impactó la fuerza de la palabra evangélica al inicio del Sínodo de la Familia. La mayoría de los padres sinodales e invitados quedaron gratamente sorprendidos tanto por la homilía de inauguración del Papa Francisco cuando señala, por ejemplo, «no frustrar el sueño de Dios», como por la contundente alocución del relator general del Sínodo, cardenal Peter Ërdo.
También ha sido gratificante escuchar intervenciones en la línea de lo ya expresado por el Papa en temas relativos a la Familia y sus dificultades en este nuevo siglo y los apoyos a uno de los puntos cruciales cual es la realidad eclesial de los separados y vueltos a casar. Ya se escuchó en el aula sinodal una palabra de avanzada y libre expuesta por el P. Adolfo Nicolás, general de los jesuitas: «Puede haber más amor cristiano en una unión canónicamente irregular que en una pareja casada por la Iglesia».
Considerando que hay un buen ambiente de escucha y de esfuerzo por expresar con libertad los diversos puntos de vista sobre cuestiones que afectan directamente a las familias, no se puede dejar fuera de lo que acontece hoy en Roma, un punto de quiebre que existe y que en cualquier momento puede aflorar con inusitada fuerza y no poca coordinación extra e intra sala sinodal. Es la voz del sector más conservador de la Iglesia que tiene, todavía, un buen margen de acción para frenar algunas importantes decisiones que sí quiere una mayoría de obispos participantes en sintonía con el pueblo de Dios esparcido por todo el mundo.
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