Cuando se corre el riesgo de perder el trabajo y en otras situaciones difíciles puede suceder que se hable mal de los demás. Yo lo entiendo, pero no está bien. Es mejor evitarlo
El papa Francisco pidió hoy perdón por sus errores y por los de sus colaboradores, así como por algunos escándalos en el seno de la Iglesia, durante la audiencia a los trabajadores de la Ciudad del Vaticano para felicitarles la Navidad.
«No quiero concluir este encuentro sin pediros perdón por mis errores y los de mis colaboradores y también por algunos escándalos que han hecho tanto daño. ¡Perdonadme!», dijo el papa al concluir su audiencia a los empleados y sus familias en el aula Pablo VI del Vaticano.
En su alocución, Francisco agradeció el trabajo de todos los que trabajan en el Vaticano y recordó» «la necesidad de ser armónicos y capaces de trabajar juntos«.
También recomendó a los trabajadores que eviten los chismes y habladurías.
«Cuando se corre el riesgo de perder el trabajo y en otras situaciones difíciles puede suceder que se hable mal de los demás. Yo lo entiendo, pero no está bien. Es mejor evitarlo», aconsejó.
Más de cinco mil personas llegaron hasta el Aula Pablo VI del Vaticano y escucharon el reconocimiento a su labor escondida y silenciosa, tanto que Francisco afirmó saber que ellos se califican a si mismos como «los desconocidos».
«No quise pasar este segunda Navidad en Roma, sin saludar a aquellos que trabajan en la Curia y a quienes no se les ve: los porteros, los jardineros, los ascensoristas, etcétera», añadió.
A ellos los exhortó a «mirar con atención al que necesita cuidados» y a transformar esta Navidad en una «verdadera Navidad» cuidando su vida espiritual.
Les pidió proteger su vida familiar, dando no solamente dinero sino también tiempo, atención, amor, transformando las palabras en obras buenas, cuidar el hablar evitando las palabras vulgares y asegurar el propio trabajo, con animo y competencia.
Los instó a cuidarse de la envidia y del odio, del rencor que lleva a la venganza, de la pereza y de la soberbia que lleva a la desesperación.
«Sé que a veces para mantener el trabajo se puede hablar mal de alguien para protegerse, pero al final, acabaremos todos destruidos así. Pidamos al señor que nos de la gracia de mordernos la lengua a tiempo, para no decir palabras que después nos dejan la boca amarga», exclamó.
Solicitó a todos los presentes cuidar a los más débiles, a los enfermos, a los ancianos, a los sin techo y que esta Navidad «no sea nunca una fiesta del consumismo comercial, del descarte y los superfluo».
Francisco destacó la palabra »Cuidado» explicando que »cuidar implica manifestar interés diligente y preciso que compromete tanto a nuestra alma como a nuestra actividad, hacia alguien o algo; significa mirar con atención a cualquiera que necesite cuidado sin pensar en nada más; significa aceptar el dar o el recibir cuidados». Y para transformar esta Navidad en una ocasión para cuidar, ha alentado a todos a cuidar la vida espiritual, la relación con Dios, cuidar la vida familiar y la relación con los demás. Cuidar la forma de hablar purificando la lengua de las palabras ofensivas, cuidar las heridas del corazón con el aceite del perdón. Cuidar el trabajo realizándolo con entusiasmo, humildad y pasión. Tener cuidado con la envidia, la lujuria, el odio y los sentimientos negativos que devoran la paz interior y nos transforman en personas destruidas y destructivas; tener cuidado también con el rencor, que nos lleva a la venganza, y con la pereza que nos lleva a la eutanasia existencial. Cuidar de los más pobres, los ancianos, los enfermos, los hambrientos y los vagabundos, y cuidar la Santa Navidad, para que no sea una fiesta de consumismo, apariencias, regalos inútiles y derroches.
»Imaginemos como cambiaría nuestro mundo -señaló- si cada uno de nosotros comenzase enseguida... Esta es la verdadera Navidad: la fiesta de la pobreza del Dios que se despojó a sí mismo, tomando forma de esclavo, del Dios que se pone a servir en la mesa y que se esconde de los inteligentes y sabios para revelarse a los pequeños, los simples y los pobres… pero es sobre todo la fiesta de la paz que el Niño Jesús trae a la tierra y que los ángeles cantan… Una paz, que necesita nuestro entusiasmo, nuestro cuidado para calentar los corazones helados, para animar las almas descorazonadas y para iluminar los ojos apagados con la luz del rostro de Jesús».
(RD/Agencias)