¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abusado o usado por la sociedad como esclavo?
(Jesús Bastante).- A veces, unas lágrimas lo cambian todo. Nos desarman, nos conmueven, nos invitan a traspasar las fronteras invisibles que cada día trazamos para separarnos los unos de los otros. Una lágrima, esta madrugada, en la Universidad Santo Tomás de Manila, hizo que Francisco volviera a «tirar» sus ideas escritas e improvisara una larga y emocionante reflexión ante decenas de miles de jóvenes.
Las lágrimas de Johna, una joven que fue abusada y se preguntó ¿por qué?, sin poder dejar de llorar, conmovieron al Papa, que la abrazó detenidamente, como si no hubiera otra persona en aquel momento sobre la tierra. «La realidad es superior a la idea, y la realidad que ellos plantearon es superior a todas las ideas que yo había preparado», se justificó el Papa al término de 20 minutos de pastoral del amor y de la pobreza, de lágrimas entrelazadas para construir, juntos, el Reino aquí y ahora. De corresponsabilidad y de coherencia entre pensamiento, sentimiento y acción.
Un Reino que necesita de lágrimas, «¡si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano!», porque si no lloramos con las injusticias no aprendemos a combatirlas. Un Reino que también precisa de amor, «y de dejarse amar».
Y de conjugar «lo que pensás, lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realiza. Y esto, armoniosamente. Pensar lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que pienso y lo que hago, hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes? Pensar, sentir y hacer. ¡En voz alta!», clamó el Papa, quien incidió en que «no necesitamos jóvenes-museo, sino jóvenes sabios.
Y que dio una tercera clave: «Aprender a recibir de la humildad de aquellos que ayudamos, aprender a ser evangelizados por los pobres«, y para descubrir que «el amor te abre a la sorpresa, el amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: el que ama y el que es amado. Y nuestro Dios es el Dios de las sorpresas«.
De nuevo en castellano (más bien en argentino, en porteño, totalmente «bergogliano»), Francisco quiso contestar a las lágrimas de Johna, a los pensamientos de Leandro sobre la sobre información en la sociedad actual, o a la labor de Ricky. Y tuvo también un recuerdo para Cristel, la voluntaria que ayer murió tras la caída de una torre en la misa de Tacloban y, con ella, reivindicar una mayor presencia de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. «A veces somos demasiado machistas, y no dejamos lugar a la mujer«
Antes de sus palabras, se vio a un Francisco fresco, sonriente, emocionado en ocasiones, que no dudó en besar y abrazarse a los pequeños que le ofrecían algunos regalos (tardó mucho en colocarse una estrechísima pulsera en la muñeca), escuchar atentamente las distintas experiencias de pobreza, injusticia y esperanza de boca de varios jóvenes y compartir confidencias con su traductor. Tal vez avisándole de que, otra vez, iba a volver a improvisar su discurso en castellano.
«Quisiera hablar en español, porque no domino el inglés. ¿Puedo? Además, tengo un gran traductor», arrancó el Santo Padre. Estas fueron sus palabras:
Primero de todo, una noticia triste: ayer, mientras estaba por empezar la misa, se cayó una de las torres, como ésta , y al caer hirió a una muchacha que estaba trabajando, y murió. Su nombre es Cristel, ella trabajó en la organización de esa misa. Tenía 27 años, era joven como ustedes. Trabajaba para una asociación que se llama «Catholic Relieves Services». Era una voluntaria.
Yo quisiera que todos juntos, ustedes jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra madre del cielo.
También hagamos una oración por su papá y su mamá, era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong. Su papá ha venido a Manila a esperarla.
Quiero hablaros desde el corazón
Y la pequeña representación de las mujeres… ¡demasiado poco! Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces somos demasiado machistas, y no dejamos lugar a la mujer, pero la mujer es capaz de ver las cosas con ojos distintos de los hombres. La mujer es capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten ustedes atención: ella, hoy, ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta. Y no le alcanzaron las palabras: necesitó decirlas con lágrimas. Así que cuando venga el próximo Papa a Manila, que haya más mujeres.
Yo te agradezco Johna, que hayas expresado tan valientemente tu experiencia. Como dije recién, el núcleo de tu pregunta casi no tiene respuesta. Solamente cuando somos capaces de llorar sobre las cosas que vos viviste, podemos entender y expresar algo. La gran pregunta para todos, ¿por qué sufren los niños?
¿Por qué sufren los niños? Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta, y a llorar, podemos entender algo. Existe una compasión mundana, que no nos sirve para nada. Vos hablaste algo de eso… Una compasión que a lo más nos lleva a meter la mano en el bolsillo y dar una moneda. Si Cristo hubiera tenido esa compasión hubiera pasado, curado a tres o cuatro, y se hubiera vuelto al Padre. Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas.
Queridos chicos y chicas, al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados... pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpios por las lágrimas.
Os invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abusado o usado por la sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es un llanto caprichoso del que llora porque le gustaría tener algo más? Esto es lo primero que yo quisiera decirles: aprendamos a llorar como ella nos enseñó hoy.
No olvidemos este testimonio: la gran pregunta, ¿por qué sufren los niños?, la hizo llorando. Y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar. Jesús, en el Evangelio, lloró. Lloró por el amigo muerto, lloró en su corazón por esa familia que había perdido a su hija, lloró en su corazón cuando vio esa pobre madre viuda que venía de enterrar a su hijo, se conmovió en su corazón cuando vio a la multitud como ovejas sin pastor. ¡Si vos no aprendés a llorar, no sos un buen cristiano!
Y este es un desafío. Johna, su compañera que habló hoy, nos ha planteado este desafío. Y cuando nos hagan la pregunta, ¿por qué sufren los niños, por qué sucede esto o esto otro trágico en la vida?, que nuestra respuesta sea o el silencio, o la palabra que nace de las lágrimas. Sean valientes, no tengan miedo a llorar.
Y después vino Leandro Santos, también hizo preguntas: el mundo de la información. Hoy, con tantos medios, estamos informados, hiperinformados. ¿Y eso es malo? No. Eso es bueno y ayuda. Pero corremos el peligro de vivir acumulando información. Y tenemos mucha información, pero quizás no sabemos qué hacer con ella. Corremos el riesgo de convertirnos en jóvenes museo, que tienen de todo, pero no saben qué hacer. No necesitamos jóvenes-museo, sino jóvenes sabios.
Me pueden preguntar, padre, ¿cómo se llega a ser sabio? Y este es otro desafío, el desafío del amor. ¿Cuál es la materia más importante que tienen que aprender en la Universidad; en la vida? Aprender a amar. Y este es el desafío que la vida te pone a vos hoy: aprendé a amar. No sólo acumular información, porque hay un momento en que no sabés qué hacer con ella, sino a través del amor que esa información sea fecunda.
Para esto el Evangelio nos propone un camino sereno, tranquilo: usar los tres lenguajes. El lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Y los tres lenguajes armoniosamente: lo que pensás, lo sentís y lo realizás. Tu información baja al corazón, lo conmueve y lo realiza. Y esto, armoniosamente. Pensad lo que se siente y lo que se hace, sentir lo que pienso y lo que hago, hacer lo que pienso y lo que siento. Los tres lenguajes. ¿Se animan a repetir los tres lenguajes? Pensar, sentir y hacer. ¡En voz alta!
Y todo eso, armoniosamente.
El verdadero amor es amar y dejarme amar. Es más difícil dejarse amar que amar. Por eso es tan difícil llegar al amor perfecto de Dios, porque podemos amarlo, pero lo importante es dejarnos amar por él. El verdadero amor es abrirse a ese amor que está primero, y que nos provoca una sorpresa.
El amor te abre a la sorpresa, el amor siempre es una sorpresa, porque supone un diálogo entre dos: el que ama y el que es amado. Y nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, porque siempre nos amó primero, y nos espera que una sorpresa. Dios nos sorprende: dejémonos sorprender por Dios. No tengamos la psicología del «computer» de querer saberlo todo.
En el desafío del amor, Dios se manifiesta con sorpresa. Pensemos en san Mateo. Era un buen comerciante, además traicionaba a su patria porque le cobraba los impuestos a los judíos para pagárselo a los romanos. Estaba lleno de plata y cobraba los impuestos. Pasa Jesús, lo mira y le dice: Vení, seguíme. No lo podía creer. Si después tienen tiempo, vayan a ver el cuadro que Caravaggio pintó sobre esta escena. Jesús lo llama, le hace así, los que estaban con él dicen ¿a éste, que es un traidor, un sinvergüenza? Y él se agarra a la plata, no la quiere dejar. Pero la sorpresa de ser amado lo vence. Y sigue a Jesús.
Esa mañana cuando Mateo fue al trabajo y se despidió de su mujer, nunca pensó que iba a volver sin el dinero y apurado para decirle que preparara un banquete. El banquete para aquel que lo había amado primero, que lo había sorprendido con algo muy importante, más importante que toda la plata que tenía.
Dejate sorprender por Dios, no le tengas miedo a las sorpresas. Que te mueven el piso, ¿eh? Nos ponen inseguros, pero nos meten en camino. El verdadero amor te lleva a quemar la vida, aun a riesgo de quedarte con las manos vacías.
Pensemos en San Francisco, dejó todo y murió con las manos vacías, pero con el corazón lleno. ¿De acuerdo? No jóvenes de museo, sino jóvenes sabios. Y para ser sabios, usad los tres lenguajes: pensar bien, sentir bien y hacer bien. Y para ser sabios, dejarse sorprender por el amor de Dios. Y andá y quemá la vida. Gracias por tu aporte de hoy
Y el que vino con un buen plan para ayudarnos cómo poder andar por la vida fue Ricky. Contó todas las actividades, todo lo que hacen los jóvenes, todo lo que pueden hacer… Gracias Ricky, gracias por lo que hacés vos y tus compañeros… pero yo te voy a hacer una pregunta. ¿Vos y tus amigos van a dar, ayudan, pero vos dejás que te den? Contestate en el corazón
En el Evangelio que escuchamos recién hay una frase que para mí es la más importante de todas: dice que Jesús a ese joven lo miró, y lo amó. Cuando uno ve el grupo de compañeros de Ricky, uno los quiere mucho, porque hacen cosas muy buenas. Pero la frase más importante que dice Jesús es que Sólo te falta una cosa. Cada uno de nosotros escuchemos esta palabra de Jesús, en silencio. «Sólo te falta una cosa». ¿Qué cosa me falta? Para todos los que Jesús ama tanto porque dan tanto a los demás, les pregunto: ¿Vos dejás que los otros te den de esa otra riqueza que no tenés?
Los saduceos, los doctores de la ley de la época de Jesús daban mucho al pueblo, daban la ley, le enseñaban… pero nunca dejaron que el pueblo le diera algo. Tuvo que venir Jesús para dejarse conmover por el pueblo. ¡Cuántos jóvenes, no lo digo de vos, cuántos hay aquí y saben dar pero todavía no aprendieron a recibir! Sólo nos falta una cosa, aprender a mendigar de aquellos a quienes damos. Eso no es fácil de entender, aprender a mendigar.
Aprender a recibir de la humildad de aquellos que ayudamos, aprender a ser evangelizados por los pobres. Las personas a quienes ayudamos, pobres, enfermos, huérfanos, tienen mucho que darnos. ¿Me hago mendigo y pido también eso, o soy suficiente y solamente voy a dar? Vos que vivís dando siempre, y creés que no tenés necesidad de nada, ¿sabés que sos un pobre tipo? ¿Sabés que tenés mucha pobreza y necesitás que te den? ¿Te dejás evangelizar por los pobres, por los enfermos, por aquellos que ayudás?
Y esto es lo que ayuda a madurar a todos aquellos comprometidos como Ricky en el trabajo de dar a los demás. Aprender a tender la mano desde la propia miseria.
Había algunos puntos que yo había preparado… Primero, que ya lo dije, aprender a amar y a dejarse amar. Hay un desafío además, que es el desafío por la integridad. Eso no es por vuestro país (ahora en inglés)
Finalmente, el cambio de los pobres. Amar a los pobres. Vuestros obispos quieren que miren a los pobres de manera especial este año. ¿Vos pensás en los pobres? ¿Vos sentís con los pobres? ¿Vos hacés algo por los pobres? Y ¿vos pedís a los pobres que te den esa sabiduría que tienen? Esto es lo que hoy quisiera decirles a ustedes. Perdónenme porque no leí casi nada de lo que tenía preparado, pero hay una frase que me consuela un poquito: «La realidad es superior a la idea», y la realidad que ellos plantearon es superior a todas las ideas que yo había preparado. Gracias, muchas gracias y recen por mí.