Que el mundo de hoy no tenga que experimentar más el terrible sufrimiento de tal tragedia
(José M. Vidal).- Un miércoles más, el Papa de la gran amnistía y de la perdonanza sale a la Plaza de San Pedro a bendecir y misericordear a la gente.Y centra su catequesis en el papel de la familia como motor de amor, para «recalentar» y hacer «florecer» los desiertos en los que se han convertido nuestras familias. Además, denunció a los fabricantes de amas «bañadas en la sangre de tantos inocentes», especialmente en los conflictos de Oriente Medio. «¡Nunca más la guerra!», reiteró.
Lectura del Evangelio de Mateo: «El que ama su vida la perderá y el que la pierda por mi causa la encontrará»
Algunas frases del Papa
«Miremos el modo en que la familia vive la tarea de transmitir y comunicar la fe»
«Jesús no quiere cancelar el cuarto mandamiento, el primer gran mandamiento hacia las personas»
«Una paternidad y una maternidad más amplia»
«En familia aprendemos a crecer en la atmósfera de la sabiduría de los afectos»
«Su gramática se aprende allí»
«Invito a colocar las relaciones familiares en el ámbito de la fe»
«Cuando los afectos familiares se dejan convertir al testimonio del Evangelio se hacen capaces de cosas impensables»
«Cuando reina el afecto familiar y las familias nos hablan con gestos del amor, que nos hablan con más fuerza que las palabras»
«Que el timón de la política sea consignado finalmente a la alizanza del hombre y de la mujer»
«A los dueños de la economía les sonaría una música distinta»
«Seremos vino nuevo y levadura en la masa»
«Desertificación comunitaria de la ciudad moderna»
«Nuestras ciudades se han desertificado por falta de amor y de sonrisas»
«Muchas diversiones y risas, pero falta el amor»
«Es la familia y su sonrisa que es capaz de vencer esta desertización de nuestras ciudades»
«Ésta es la victoria del amor de la familia»
«Ninguna ingeniería económica y política es capaz de sustituir este aporte de la familia»
«La familia hace florecer el desierto»
«Hay que huir de las elites, para frecuentar las casas de las familias pobres y sencillas»
«La Iglesia como una familia para el encuentro con Dios»
«Sigamos por este camino. No perdamos la esperanza»
«Una familia con amor es capaz de recalentar el corazón de toda una ciudad»
«Y las ciudades saldrán de la depresión»
Saludo en italiano
«Estos días en Extremo Oriente se conmemora el final de la II Guerra Mundial»
«Que el mundo de hoy no tenga que experimentar más el terrible sufrimiento de tal tragedia»
«Este es el permanente anhelo de los pueblos, especialmente de los que son víctimas de varios sangrientos conflictos en curso»
«Minorías perseguidas, cristianos perseguidos, la locura de la destrucción»
«Los que fabrican y venden las armas ensangrentadas. Armas bañadas en la sangre de tanto sinocentes»
«Nunca más la guerra»
«Que la grave coyuntura ocupacional encuentre una rápida solución, en el respeto del derecho de todos»
«Mañana celebraremos la memoria del Papa San Gregorio Magno»
Texto completo del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy abordamos el tema de la familia como transmisora de la fe. Tanto en sus palabras como en sus signos, el Señor pone con frecuencia los lazos familiares como ejemplo de nuestra relación con Dios. La sabiduría encerrada en esos afectos familiares, que ni se compran ni se venden, es el mejor legado del espíritu familiar y Dios se revela – quiere revelarse! – a través de este lenguaje.
Por otro lado, la fe y el amor de Dios purifican los afectos familiares del egoísmo y los protegen del degrado. Los abre a un nuevo horizonte que nos hace capaces de ver más allá, de ver a todos los hombres como una sola familia. De ese modo, quien hace la voluntad de Dios y vive en su amor, es capaz de ver a Jesús en el otro y de ser para él un verdadero hermano.
Queridos hermanos, llevar este estilo familiar a todas las relaciones humanas nos hará capaces de cosas impensables, sería una bendición para todos los pueblos y un signo de esperanza sobre la tierra. Se da ahí una comunicación del misterio de Dios más profunda e incisiva que mil tratados de teología.
***
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el Señor nos ayude a que las familias sean fermento evangelizador de la sociedad, ese vino bueno que lleve la alegría del Evangelio a todas las gentes. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este último tramo de nuestro camino de catequesis sobre la familia, abrimos la mirada sobre el modo en que ella vive la responsabilidad de comunicar la fe, de transmitir la fe, sea en su interior como al exterior.
En un primer momento, se nos pueden venir a la mente algunas expresiones evangélicas que parecen contraponer los vínculos de la familia y el seguimiento de Jesús. Por ejemplo, aquellas palabras fuertes que todos conocemos y hemos escuchado: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí» (Mt 10, 37-38).
Naturalmente, ¡Jesús no quiere cancelar el cuarto mandamiento con esto! Que es el primer gran mandamiento hacia las personas. Los tres primeros son en relación a Dios, éste en relación a las personas… ¡es grande!. Y ni siquiera podemos pensar que el Señor, después de haber realizado su primer milagro para los esposos de Caná, después de haber consagrado el vínculo conyugal entre el hombre y la mujer, después de haber restituido hijos e hijas a la vida familiar, ¡nos pida ser insensibles a estos vínculos! Esa no es la explicación, no. Al contrario, cuando Jesús afirma la primacía de la fe en Dios, no encuentra una comparación más significativa que los afectos familiares. Y por otro lado, estos mismos vínculos familiares dentro de la experiencia de fe y del amor de Dios, se transforman, vienen «completados» de un sentido más grande y se convierten en capaces de ir más allá de sí mismos, para crear una paternidad y una maternidad más amplias y para acoger como hermanos y hermanas también aquellos que están al margen de cada ligamen. Un día, a quien le dice que afuera estaban su madre y sus hermanos que lo buscaban, Jesús respondió, indicando a sus discípulos: «¡Estos son mi madre y mis hermanos! Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3, 34-35).
La sabiduría de los afectos, que no se compran y no se venden, es la mejor dote del genio familiar. Especialmente en la familia aprendemos a crecer en aquella atmósfera de la sabiduría de los afectos. Su «gramática» se aprende allí, de otra manera es muy difícil aprenderla. Y es especialmente éste lenguaje a través del cual, Dios se da a entender a todos.
La invitación a poner los vínculos familiares en el ámbito de la obediencia de la fe y de la alianza con el Señor no los mortifica; al contrario, los protege, los desvincula del egoísmo, los protege del deterioro, los lleva a un lugar seguro para la vida que no muere. El flujo de un estilo familiar en las relaciones humanas es una bendición para los pueblos: trae nuevamente la esperanza a la tierra. Cuando los afectos familiares se dejan convertir al testimonio del Evangelio, se transforman capaces de cosas impensables, que hacen tocar con la mano las obras de Dios, aquellas obras que Dios realiza en la historia, como aquellas que Jesús ha hecho para los hombres, las mujeres, los niños que ha encontrado. Una sola sonrisa milagrosamente arrancada a la desesperación de un niño abandonado, que recomienza a vivir, nos explica el actuar de Dios en el mundo más que mil tratados teológicos. Un solo hombre o una sola mujer, capaces de arriesgar y de sacrificarse por un hijo de otros, y no solo por el propio, nos explican cosas del amor que muchos científicos no comprenden más.
Donde están estos afectos familiares brotan estos gestos del corazón que nos hablan más fuerte que las palabras, el gesto del amor, esto hace pensar.
La familia que responde a la llamada de Jesús devuelve la dirección del mundo a la alianza del hombre y de la mujer con Dios. Piensen en el desarrollo de este testimonio, hoy. Imaginemos que el timón de la historia (de la sociedad, de la economía, de la política) sea entregado – ¡finalmente! – a la alianza del hombre y de la mujer, para que lo gobiernen con la mirada dirigida a la generación que viene. Los temas de la tierra y de la casa, de la economía y del trabajo, ¡tocarían una música muy diferente!
Si volvemos a dar protagonismo – a partir de la Iglesia – a la familia que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica, nos transformaremos como el vino bueno de las bodas de Caná, ¡fermentaremos como la levadura de Dios!
En efecto, la alianza de la familia con Dios está llamada hoy a contrastar la desertificación comunitaria de la ciudad moderna. Pero nuestras ciudades se han transformado en desertificadas por falta de amor, por falta de sonrisas. Muchas diversiones, muchas, muchas cosas para perder el tiempo, para hacer reír, pero falta el amor. Y es especialmente la familia, y es ¡especialmente la familia! aquel papá, aquella mamá que trabajan y con los niños… La sonrisa de una familia es capaz de vencer esta desertificación de nuestras ciudades y esta es la victoria del amor de la familia.
Ninguna ingeniería económica y política está en grado de sustituir esta aportación de las familias. El proyecto de Babel edifica rascacielos sin vida. El Espíritu de Dios, en cambio, hace florecer los desiertos (cfr Is 32, 15). Debemos salir de las torres y de las bóvedas blindadas de las élites, para frecuentar de nuevo las casas y los espacios abiertos a las multitudes, abiertas al amor de la familia.
La comunión de los carismas – aquellos dados al Sacramento del matrimonio y aquellos concedidos a la consagración para el Reino de Dios – está destinada a transformar la Iglesia en un lugar plenamente familiar para el encuentro con Dios. Vamos hacia adelante en este camino, no perdamos la esperanza, donde hay una familia con amor, esa familia es capaz de calentar el corazón de toda una ciudad, con su testimonio de amor.
Recen por mí, recemos los unos por los otros, para que seamos capaces de reconocer y de sostener las visitas de Dios. El Espíritu traerá el alegre desorden en las familias cristianas y la ciudad del hombre saldrá de la depresión. Gracias.