Dios aleje todo proyecto de terror y de muerte, para que ningún hombre ose más derramar la sangre del hermano
(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el Papa imparte su catequesis del ángelus sobre la hospitalidad y la escucha. Y, en los saludos, comparte su dolor y su tristeza por la matanza de inocentes de Niza. Envía a las familias de Niza y a toda Francia en luto, su cercanía, su amor y su abrazo «fraterno y paterno» y pide a Dios que no permita que «ningún hombre pueda derramar la sangre de su hermano».
Algunas frases de la catequesis papal
«Jesús entra en una aldea y es acogido en casa de dos hermanas: Marta y María»
«Le ofrecen acogida al señor, pero de forma diversa»
«María, a los pies de Jesús, escucha su palabra»
«Marta se afana con las cosas de casa»
«Marta corre el riesgo de olvidar lo más importante: la presencia del huésped, de Jesús»
«Lo importante es escuchar al huésped»
«Que pueda sentirse realmente en familia»
«Si vamos a rezar, por ejemplo, y hablamos, hablamos y nos vamos…no escuchamos a Jesús»
«Escuchar es la palabra clave»
«Jesús es peregrino y huésped»
«Para acogerlo, sólo es necesario escucharlo»
«La hospitalidad es una de las obras de misericordia y una virtud que, en el mundo de hoy, corre el riesgo de ser olvidada»
«Se multiplican las casas de residencia, pero no siempre hay una realidad de hospitalidad»
«Escuchar las dolorosas historias de los extranjeros, emigrante so refugiados»
«HOy, entre tantos problemas y frenesí, nos falta la capacidad de escuchar»
«Me gustaría preguntarles a ustdes: Tú, marido, ¿tienes tiempo para escuchar a tu mujer?. ¿Y tú mujer? Vosotros, padres, ¿tenéis tiempo para escuchar a vuestros hijos o a vuestros abuelos?»
«Los abuelos necesitan ser escuchados»
«Les pido que aprendan a escuchar y que dediquen a eso más tiempo»
«Que la Virgen María nos enseña a ser acogedores»
Saludos del Papa después del ángelus
«En nuestro corazón está vivo el dolor por la matanza de Niza, que segó tantas vidas inocentes, incluso niños»
«Me siento cercano a todas las familias y a toda la Francia en luto»
«Dios, padre bueno, acoja a todas las víctimas en su paz, sostenga a los heridos y conforte a los familiares»
«Que se acabe todo proyecto de terror y de muerte, para que ningún hombre pueda derramar la sangre de su hermano»
«Abrazo fraterno y paterno a todos los habitantes de Niza y a toda la nación francesa»
«Ahora, todos juntos, recemos, pensando en esta matanza, en las víctimas y en los familiares. Primero, en silencio».
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy el evangelista Lucas narra de Jesús, que mientras estaba en camino hacia Jerusalén, entra en un poblado y es recibido en casa de dos hermanas: Marta y María (cfr Lc 10,38-42). Ambas ofrecen acogida al Señor, pero lo hacen en diferentes modos. María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (cfr v. 39), en cambio Marta está ocupada preparando cosas; y a un cierto punto dice a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude» (v. 40). Y Jesús le responde: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada» (vv. 41 – 42).
En sus quehaceres y ocupaciones, Marta corre el riesgo de olvidarse. Y este es el problema: corre el riesgo de olvidar la cosa más importante, es decir la presencia del huésped, que era Jesús en este caso. Se olvida la presencia del huésped. Y el huésped no es simplemente servido, alimentado, cuidado en todos los sentidos. Es necesario sobre todo que sea escuchado. Recuerden bien esta palabra: ¡escuchar! Porque el huésped es acogido como persona, con su historia, su corazón rico de sentimientos y de pensamientos, para que se pueda sentir verdaderamente en familia. Pero si tú recibes a un huésped en tu casa y continúas a hacer las cosas, lo haces sentarse allí, callado él, callado tú, es como si fuera de piedra: el huésped de piedra. ¡No! El huésped es escuchado. Cierto, la respuesta que Jesús da a María -cuando le dice que una sola cosa es necesaria- encuentra su pleno significado en referencia a la escucha de la palabra de Jesús mismo, aquella palabra que ilumina y sostiene todo lo que somos y que hacemos.
Si nosotros vamos a rezar -por ejemplo- delante al Crucifijo y hablamos, hablamos, hablamos y hablamos, y después nos vamos: ¡no escuchamos a Jesús! No dejamos hablar a Él a nuestro corazón. Escuchar: aquella palabra es clave. ¡No olviden! No debemos olvidar que la Palabra de Jesús nos ilumina, nos sostiene y sostiene todo lo que somos y que hacemos. Pero no debemos olvidar que también en la casa de Marta y María, Jesús, antes de ser Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por lo tanto, su respuesta tiene este primer y más inmediato significado: «Marta, Marta, ¿por qué te afanas tanto por el huésped hasta olvidar su presencia? ¡El huésped de piedra! Para acogerlo no son necesarias muchas cosas; más bien, es necesaria una cosa sola: escucharlo -la palabra: escucharlo- demostrarle una actitud fraterna, de modo que se sienta en familia, y no en un alojamiento provisional».
Así entendida, la hospitalidad, que es una de las obras de misericordia, aparece verdaderamente como una virtud humana y cristiana, una virtud que en el mundo de hoy corre el riesgo de ser descuidada. De hecho, se multiplican las casas de descanso y los hospicios, pero no siempre en estos ambientes se practica una hospitalidad real. Se da vida a varias instituciones que atienden muchas formas de enfermedad, de soledad, de marginación, pero disminuye la probabilidad para quien es extranjero, marginado, excluido de encontrar alguno dispuesto a escucharlo. Porque es extranjero, prófugo, migrante. ¡Escuchen aquella dolorosa historia! Incluso en la propia casa, entre los propios familiares, puede suceder que se encuentren más fácilmente servicios y cuidados de varios tipos que escucha y acogida.
Hoy estamos tan atrapados, con frenesí, por tantos problemas -y algunos de ellos no importantes- que nos falta la capacidad de escucha. Estamos ocupados continuamente y así no tenemos tiempo para escuchar. Yo quisiera preguntarle a ustedes, hacerles una pregunta, cada uno responda en su propio corazón: ¿Tú marido, tienes tiempo para escuchar a tu esposa? ¿Y tú, mujer, tienes tiempo para escuchar a tu esposo? ¿Ustedes padres tienen tiempo, tiempo ‘para perder’, para escuchar a sus hijos o a sus abuelos, los ancianos? -pero, los abuelos siempre dicen las mismas cosas, son aburridos…- ¡Pero necesitan ser escuchados!». Escuchar. Les pido aprender a escuchar y dedicarles más tiempo. En la capacidad de escucha está la raíz de la paz.
La Virgen María, Madre de la escucha y del servicio premuroso, nos enseñe a ser acogedores y hospitalarios hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas.