Cuando hablo, tengo que ver a alguien. Lo hago como puedo, pero tengo esta profunda necesidad, este impulso de salir del texto, de ver a los ojos
(Jesús Bastante/Ep).- «Estoy convencido de que entre el predicador y el pueblo de Dios no debe haber nada en medio. Si se lee no se puede mirar a la gente a los ojos». El Papa Francisco improvisa la mayor parte de sus homilías para «poder ver a la gente».
Así lo confiesa en una conversación con Antonio Spadaro que sirve de preámbulo del libro «En tus ojos está mi palabra», volumen que recoge las homilías y discursos pronunciados por Jorge Mario Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires. Buena parte de ellas pueden leerlas en el espacio del Papa Francisco en «Palabra de pastor» de Religión Digital.
En dicha conversación, Bergoglio subraya que «predicar la teología enmarcada por el ‘se debe y no se debe’ no comunica nada, porque está vacía y es abstracta». al tiempo que ha rechazado las homilías que están escritas porque «si se lee, no se puede mirar a la gente a los ojos».
«Obviamente, aquí tengo que leer a menudo las homilías», admite el Papa, a diferencia de lo que sucedía en Buenos Aires. «Y entonces me acuerdo de lo que decía cuando era estudiante. Por eso, muchas veces me salgo del texto escrito preparado, añado palabras, expresiones que no están escritas. De esta manera, veo a la gente. Cuando hablo, tengo que ver a alguien. Lo hago como puedo, pero tengo esta profunda necesidad, este impulso de salir del texto, de ver a los ojos», revela a Spadaro.
En el prefacio del libro, Francisco admite esa «fuerte aversión por las hojas escritas en las que estaba todo». «Estaba y estoy convencido de que entre el predicador y el pueblo de Dios no debe haber nada en medio. No puede haber un papel. Un apunte escrito sí, pero no todo completo», sostiene.
Hoy, en mitad de las multitudes, con todos los ojos del mundo fijos en sus palabras, en sus gestos, en sus miradas, «sigo buscando los ojos de la gente. También aquí en la Plaza San Pedro. Cuando yo saludo, está la masa. Pero no la veo como masa: trato de ver por lo menos a una persona, un rostro preciso. A veces, es imposible debido a la distancia. Es feo cuando estoy muy lejos. A veces, lo intento sin lograrlo, pero lo intento. Si lo intento, veo que hay algo, que surge algo. Si veo a uno, tal vez los demás se sienten vistos. No como ‘masa’, sino como individuos, como personas. Yo veo a los individuos y todos se sienten vistos», reflexiona.
A su vez, Francisco relata algunas experiencias vividas en el confesionario, en conversaciones personales u otros actos, y cómo esos momentos le han servido para sus predicaciones, especialmente las de Casa Santa Marta. «Cuanto más cerca estés de la gente, más predicas, o mejor, más acercas la Palabra de Dios a sus vidas. Así se relaciona la Palabra de Dios con una experiencia humana que necesita esa Palabra», apunta.
Por contra, «cuanto más te alejes de la gente y de los problemas de la gente, más te refugias en una teología enmarcada por el ‘se debe y no se debe’, que no comunica nada, que está vacía, es abstracta, perdida en la nada, en los pensamientos. A veces, respondemos con nuestras palabras a preguntas que nadie hace».
Pese a todo, confiesa, «hay días en los que llega la noche y no me viene a la mente nada, en los que no tengo idea de qué voy a decir al día siguiente. Entonces hago lo que dice san Ignacio: consulto con la almohada. Y entonces, inmediatamente, cuando me despierto, viene la inspiración. Llegan cosas justas, a veces fuertes, a veces más débiles. Pero es así: me siento listo».