La tutela de las riquezas culturales constituye una dimensión esencial en la defensa del ser humano
(José M. Vidal).- El Papa Francisco aborda, en la audiencia de los miércoles, las dos últimas obras de misericordia espirituales y corporales: Rezar por vivos y difuntos y enterar a los muertos. En los saludos, pide que el tratamiento del SIDA llegue a los más pobres, recuerda al Patriarca Bartolomé por la fiesta de San Andrés, y la celebración de una reunión de la UNESCO para proteger el patrimonio artístico en los países en guerra.
También alaba a los que hoy, en zonas de guerra, siguen enterrando a los muertos, asi como a los que rezan de verdad: con el corazón y con los hechos. Y cuenta el caso del empresario que fue a misa en Santa Marta y lloraba por tener que «dejar en la calle a 50 familias» por la quiebra de su empresa.
Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos.
Algunas frases del Papa
«Con la catequesis de hoy concluimos el ciclo dedicado a la misericordia. La misericordia debe continuar. Sólo finalizan las catequesis»
«La última obra de misericordia espiritual es rezar por los vivos y por los difuntos y la corporal invita a enterrar a los muertos»
«Los que viven en zonas de guerra, esta obra es tristemente actual»
«También hoy hay quien arriesga su vida por dar sepultura a las víctimas de la guerra»
«Para los cristianos, la sepultura es un acto de piedad y de fe»
«UN rito que permanece vivo en nuestro pueblo»
«Rezar por los difuntos es un signo de reconocimiento»
«Recuerdo sencillo, cálido y eficaz por nuestros difuntos»
«Promesa que Jesús hizo: Todos resucitaremos y todos estaremos para siempre con Jesús»
«Rezar también por los vivos»
«A la luz del ‘creo en la comunión de los santos'»
«Todos, vivos y difuntos, estamos unidos en la común unión»
«Todos somos la misma familia»
«Sigue existiendo la costumbre en algunos sitios de los padres que bendicen a sus hijos»
«Ayer vino a misa en Santa Marta un hombre bravo, un empresario que tiene que cerrar su fábrica, porque no puede seguir adelante. Y lloraba ese hombre joven: ‘No puedo dejar sin trabajo a más de 50 familias. Mi corazón llorarará toda su vida por estas familias’. Un tipo grande, que reza y sabe rezar con el corazón y con los hechos por el prójimo en una situación difícil. Y no busca la salida más fácil: ‘que se las arreglen’. Ese es un cristiano. Me hizo mucho bien escucharlo».
«También hay que dar gracias al Señor por las cosas bonitas»
«Dejar que el Espíritu Santo rece en nosotros»
«Recemos los unos por los otros»
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas
Concluimos este ciclo de catequesis reflexionando sobre dos obras de misericordia: una espiritual que pide rogar a Dios por vivos y difuntos, y otra corporal que invita a enterrar a los muertos.
Para los cristianos, la sepultura es un acto de piedad y de fe, pues esperamos en «la resurrección de la carne». Durante la Eucaristía confiamos a los difuntos a la misericordia de Dios con un recuerdo sencillo pero lleno de significado. Rezamos para que estén con él en el paraíso y con la esperanza de que un día también nosotros nos encontremos con ellos en ese misterio de amor que, si bien no comprendemos plenamente, sabemos que es verdad porque Jesús nos lo ha prometido.
Este recuerdo de rogar por los difuntos está unido también al de rogar por los vivos, que junto con nosotros cada día enfrentan las dificultades de la vida. Todos, vivos y difuntos, estamos en comunión; en esa comunidad de quienes han recibido el bautismo, se han nutrido del Cuerpo de Cristo y hacen parte de la gran familia de Dios.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los invito a rezar unos por otros para que las obras de misericordia corporales y espirituales se conviertan cada vez más en el estilo de nuestra vida. Muchas gracias.
Saludo en italiano
En el saludo en italiano, el Papa recuerda que mañana, 1 de diciembre, se celebra la Jornada Mundial contra el Sida: «Millones de personas conviven con esta enfermedad y sólo la mitad tiene acceso a las terapias que pueden salvar sus vidas. Invito a rezar por ellos y por sus familiares y a promover la solidaridad, para que también los más pobres puedan beneficiarse del diagnóstico y de los tratamientos adecuados. Invito también a todos, para que se adopten comportamientos responsables para prevenir la ulterior difusión de esta enfermedad»
Recuerda, asimismo, la Conferencia internacional sobre la protección del patrimonio en las zonas en conflicto, «un tema dramáticamente actual, con la convicción de que la tutela de las riquezas culturales constituye una dimensión esencial en la defensa del ser humano. Espero que ese evento sea una nueva etapa en el proceso de puesta en marcha de los derechos humanos».
Por último, recordando la fiesta de San Andrés, el Papa envía «un saludo afectuoso al querido hermano, el Patriarca Bartolomé, uniéndome a su fiesta, le envío todas las bendiciones del Señor».
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con la catequesis de hoy concluimos el ciclo dedicado a la misericordia. Pero la misericordia debe continuar, ¡eh!, las catequesis terminan. Agradezcamos al Señor por todo esto y conservémoslo en el corazón como consolación y fortaleza.
La última obra de misericordia espiritual pide de rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. A esta podemos unir también la última obra de misericordia corporal que invita a enterrar a los muertos. Puede parecer una petición extraña esta última; en cambio, en algunas zonas del mundo que viven bajo el flagelo de la guerra, con bombardeos que de día y de noche siembran temor y víctimas inocentes, esta obra es tristemente actual. La Biblia tiene un hermoso ejemplo al respecto: aquel del viejo Tobías, quien, arriesgando su propia vida, sepultaba a los muertos no obstante la prohibición del rey (Cfr. Tob 1,17-19; 2,2-4). También hoy existen algunos que arriesgan la vida para dar sepultura a las pobres víctimas de las guerras. Por lo tanto, esta obra de misericordia corporal no es ajena a nuestra existencia cotidiana. Y nos hace pensar a lo que sucede el Viernes Santo, cuando la Virgen María, con Juan y algunas mujeres estaban ante la cruz de Jesús. Después de su muerte, fue José de Arimatea, un hombre rico, miembro del Sanedrín pero convertido en discípulo de Jesús, y ofreció para él un sepulcro nuevo, escavado en la roca. Fue personalmente donde Pilatos y pidió el cuerpo de Jesús: una verdadera obra de misericordia hecha con gran valentía (Cfr. Mt 27,57-60). Para los cristianos, la sepultura es un acto de piedad, pero también un acto de gran fe. Depositamos en la tumba el cuerpo de nuestros seres queridos, con la esperanza de su resurrección (Cfr. 1 Cor 15,1-34). Es este un rito que perdura muy fuerte y apreciado en nuestro pueblo, y que encuentra repercusiones especiales en este mes de noviembre dedicado en particular al recuerdo y a la oración por los difuntos.
Rogar por los difuntos es, sobre todo, un signo de reconocimiento por el testimonio que nos han dejado y el bien que han hecho. Es un agradecimiento al Señor por habérnoslos donado y por su amor y su amistad. La Iglesia ruega por los difuntos en modo particular durante la Santa Misa. Dice el sacerdote: «Acuérdate también, Señor, de tus hijos, que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz» (Canon romano). Un recuerdo simple, eficaz, lleno de significado, porque encomienda a nuestros seres queridos a la misericordia de Dios. Oremos con esperanza cristiana que estén con Él en el paraíso, en la espera de encontrarnos juntos en ese misterio de amor que no comprendemos, pero que sabemos que es verdad porque es una promesa que Jesús ha hecho. Todos resucitaremos y todos permaneceremos por siempre con Jesús, con Él.
El recuerdo de los fieles difuntos no debe hacernos olvidar también de rogar por los vivos, que junto a nosotros cada día enfrentan las pruebas de la vida. La necesidad de esta oración es todavía más evidente si la ponemos a la luz de la profesión de fe que dice: «Creo en la comunión de los santos». Es el misterio que expresa la belleza de la misericordia que Jesús nos ha revelado. La comunión de los santos, de hecho, indica que todos estamos inmersos en la vida de Dios y vivimos en su amor. Todos, vivos y difuntos, estamos en la comunión, es decir, unidos todos, ¿no?, como una unión; unidos en la comunidad de cuantos han recibido el Bautismo, y de aquellos que se han nutrido del Cuerpo de Cristo y forman parte de la gran familia de Dios. Todos somos de la misma familia, unidos. Y por esto oramos los unos por los otros.
¡Cuántos modos diversos existen para orar por nuestro prójimo! Son todos válidos y aceptados por Dios si son hechos con el corazón. Pienso en modo particular en las mamás y en los papás que bendicen a sus hijos en la mañana y en la noche – todavía existe esta costumbre en algunas familias, bendecir al hijo es una oración; pienso en la oración por las personas enfermas, cuando vamos a visitarlos y oramos por ellos; en la intercesión silenciosa, a veces con las lágrimas, en tantas situaciones difíciles, orar por estas situaciones difíciles. Ayer ha venido a Misa en Santa Marta un buen hombre, un empresario. Pero debía cerrar su fábrica porque no podía y lloraba este hombre, joven, lloraba y decía: «Yo no puedo dejar sin trabajo a más de 50 familias. Yo podría declarar la bancarrota de la empresa, yo me voy a casa con mi dinero, pero mi corazón llorará toda la vida por estas 50 familias». ¡Este es un buen cristiano! Ora con las obras, ora: ha venido a misa a orar para el Señor le dé una salida, no solo para él, él lo tenía: el fracaso. No, no por él: por las 50 familias. Este es un hombre que sabe orar, con el corazón y con los hechos, sabe orar por el prójimo. Es una situación difícil. Y no busca la vía de salida más fácil: «Que ellos vena», no. Este es un cristiano. Me ha hecho mucho bien escucharlo, mucho bien. Y tal vez existen muchos así, hoy, en este momento en el cual tanta gente sufre por la falta de trabajo; pienso también en el agradecimiento por una bella noticia que se refiere a un amigo, un pariente, un compañero… «Gracias, Señor, por esta cosa bella!, también esto es orar por los demás, así. Agradecer al señor cuando las cosas son hermosas. A veces, como dice San Pablo, «no sabemos orar como es debido; pero es Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8,26). Es el espíritu que ora dentro de nosotros. Abramos, pues, nuestro corazón, de modo que el Espíritu Santo, escrutando los deseos que están en lo más profundo, los pueda purificar y llevar a cumplimiento. De todos modos, por nosotros y por los demás, pidamos siempre que se haga la voluntad de Dios, como en el Padre Nuestro, porque su voluntad es seguramente el bien más grande, el bien de un Padre que no nos abandona jamás: orara y dejar que el Espíritu Santo ore por nosotros. Y esto es bello en la vida: ora agradeciendo, alabando a Dios, pidiendo algo, llorando cuando hay alguna dificultad, como aquel hombre, muchas cosas. Pero siempre el corazón abierto al Espíritu porque ora por nosotros, con nosotros y por nosotros.
Concluyendo estas catequesis sobre la misericordia, comprometámonos a orar los unos por los otros para que las obras de misericordia corporales y espirituales se conviertan siempre más en el estilo de nuestra vida. Las catequesis, como he dicho al inicio, terminan aquí. Hemos hecho el recorrido de las 14 obras de misericordia, pero la misericordia continua y debemos ejercitarla en estos 14 modos. Gracias.