Llevar la Palabra a todas las periferias. Todos los espacios de la vida son terreno donde arrojar la semilla del Evangelio, para que dé frutos de salvación
(Jesús Bastante).- Como hiciera Jesús, es tiempo de «llevar el Evangelio a las periferias». El Papa Francisco hizo un llamamiento a difundir el mensaje de Jesús «a cada contexto, incluso a aquel más impermeable y resistente», durante el rezo del Angelus dominical.
En sus palabras, el Papa recordó el comienzo de la predicación de Jesús en Galilea, «tierra de paganos», una tierra «periférica y religiosamente impura». «El mensaje de Cristo se difunde en las periferias», recalcó Bergoglio, quien incidió en que el anuncio del Reino «no comporta la instauración de un nuevo régimen político, sino el Reino de Dios en su pueblo, que inaugurará un nuevo pacto de paz y justicia».
«Todos son llamados a convertirse, transformando la forma de pensar. Porque convertirse no es tanto cambiar el modo de vivir, sino el modo de pensar. Es una transformación del pensamiento. No se trata de cambiar de hábitos, sino de actitudes», recordó el Papa, quien añadió el cambio «de estilo y método» de Jesús respecto al Bautista.
«Jesús es un profeta itinerante, no está esperando a que venga la gente, sino que camina hacia ellos. Jesús siempre está en camino. Su primera salida es al lago de Galilea, al contacto con los pescadores», recordó Francisco, quien señaló que sus primeros compañeros estaban allí, pescando. Simón, Andrés, Juan y Santiago, «hombres humildes y valientes que respondieron con generosidad al llamado del Señor».
Al igual que ellos, «los cristianos de hoy tenemos la alegría de anunciar y de dar testimonio de nuestra fe. Que la conciencia de estos inicios inspire en nosotros el deseo de llevar la palabra, el amor y la ternura de Jesús a cada contexto, incluso a aquel más impermeable y resistente», exhortó el Papa.
La llamada a los primeros discípulos «les coge en la actividad de cada día». Y es que «el Señor se revela hoy no de modo extraordinario, sino en la cotidianeidad de nuestra vida. Es un diálogo cotidiano que cambia nuestro corazón«.
«Llevar la Palabra a todas las periferias. Todos los espacios de la vida son terreno donde arrojar la semilla del Evangelio, para que dé frutos de salvación», concluyó el Papa.
En su saludo posterior, Francisco recordó la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, e invitó a «perseverar en la oración para que se cumpla el deseo de Jesús, que todos sean una sola cosa«. Al tiempo, pidió una oración por las víctimas de la ola de frío y los derrumbes en Italia Central, y agradeció la «gran generosidad» de los equipos de rescate. También tuvo un recuerdo para los que, en estos días, celebran el año nuevo según el calendario lunar.
Texto del Papa:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Mt 4.12 a 23) narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. Él deja Nazaret, un pueblo en las montañas, y se establece en Cafarnaúm, un centro importante en las orillas del lago, habitado en su mayoría por paganos, punto de cruce entre el Mediterráneo y el interior del país mesopotámico. Esta opción indica que los destinatarios de su predicación no son sólo sus compatriotas, sino cuantos arriban a la cosmopolita «Galilea de los gentiles» (v 15; cf. Is 8,23). Vista desde la capital Jerusalén, aquella tierra es geográficamente periférica y religiosamente impura, debido a la mezcla con los que no pertenecían a Israel. Desde Galilea no se esperaban desde luego grandes cosas para la historia de la salvación. Sin embargo, precisamente desde allí se difunde aquella «luz» sobre la que hemos meditado en los domingos pasados: la luz de Cristo.
El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista, proclamando el «Reino de los Cielos» (v. 17). Este Reino no implica el establecimiento de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará una temporada de paz y de justicia. Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir. No se trata de cambiar la vestimenta, sino las costumbres. Lo que diferencia a Jesús de Juan el Bautista es el estilo y el método. Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se mueve hacia ella. Sus primeras salidas misioneras se producen a lo largo del lago de Galilea, en contacto con la multitud, en particular con los pescadores. Allí Jesús no sólo proclama la venida del reino de Dios, sino que busca compañeros que se asocien a su misión de salvación. En este mismo lugar encuentra a dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; los llama diciendo: «Síganme y los haré pescadores de hombres» (v. 19). La llamada les llega en medio de sus actividades cotidianas: el Señor se revela a nosotros no en modo extraordinario o sensacional, sino en la cotidianeidad de nuestra vida. La respuesta de los cuatro pescadores es inmediata y rápida: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (v. 20). Sabemos, de hecho, que eran discípulos de Juan el Bautista y que, gracias a su testimonio, ya habían empezado a creer en Jesús como el Mesías (cf. Jn 1,35-42).
Nosotros, los cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de anunciar y de dar testimonio de nuestra fe, porque existió ese primer anuncio, porque existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron generosamente a la llamada de Jesús. En las orillas del lago, en una tierra impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo. Que la conciencia de estos inicios inspire en nosotros el deseo de llevar la palabra, el amor y la ternura de Jesús a cada contexto, incluso a aquel más impermeable y resistente. Todos los espacios del vivir humano son terreno en el que arrojar las semillas del Evangelio, para que dé frutos de salvación.
Que la Virgen María nos ayude con su maternal intercesión a responder con alegría a la llamada de Jesús y a ponernos al servicio del Reino de Dios.