Bergoglio supo que fue nombrado obispo en un día 13 de mayo, en Argentina. Siempre que habló con nosotros, obispos portugueses, la referencia era siempre Fátima
Para el Papa Francisco el 13 de mayo, cuando la virgen se apareció a los pastorcillos en Cova da Iria en Portugal, no es una fecha cualquiera, pues hace 25 años cambió su vida y desde ese momento su relación con Fátima fue especial.
Francisco viaja este viernes y sábado a Fátima para participar en el centenario de las apariciones, y canonizar a dos de los pastorcillos Francisco y Jacinta, fallecidos en 1919 y 1920 con diez y nueve años de edad, quienes junto con su prima Lúcia dijeron que habían visto a la Virgen.
El Papa argentino, procedente del «fin del mundo», sorprendió cuando en su primer Ángelus, el 17 de marzo de 2013, mencionó a la Virgen de Fátima, recordando una misa para los enfermos que organizó en Buenos Aires con motivo de la llegada de la imagen a Argentina en 1992 cuando acababa de ser nombrado obispo auxiliar de la ciudad.
Una misa para los enfermos, pero también un gesto de agradecimiento a esta Virgen ante una circunstancia que le cambió la vida y que fue muy importante personalmente para él.
En una entrevista a la revista Forbes, de Portugal, de este mes, el arzobispo de Lisboa, cardenal Manuel Clemente, confirmó que el Papa «viene a Fátima también por una circunstancia personal de su vida».
«Supo que fue nombrado obispo en un día 13 de mayo, en Argentina. Siempre que habló con nosotros, obispos portugueses, tanto a título individual como en conjunto, la referencia era siempre Fátima», reveló.
Los biógrafos argentinos del Papa como Elisabetta Piqué en su obra «Francisco; vida y revolución» o en «Aquel Francisco», escrito por Javier Cámara y Sebastian Pfaffen, se hicieron eco de este episodio.
Un episodio que contaba personalmente Jorge Bergoglio en el libro «El Jesuita» de Sergio Rubin y Francesca Ambroguetti.
Jorge Bergoglio había sido enviado a Córdoba en julio de 1990 después de toda una vida en Buenos Aires, donde fue superior de los jesuitas de su país y rector del Colegio Máximo de la capital y profesor de teología moral. Una especie de «exilio» que siempre calificó de muy duro, pero que le hizo «madurar mucho espiritualmente».
Un «exilio» a 700 kilómetros de Buenos Aires que concluyó aquel 13 de mayo cuando el nuncio, Monseñor Ubaldo Calabresi, le pidió reunirse con él en el aeropuerto de Córdoba donde iba a hacer una escala porque le quería comunicar «una sorpresa».
«Fue así que conversamos allí – era el 13 de mayo de 1992 – me hizo una serie de consultas de temas serios y, cuando el avión, ya vuelto de Mendoza estaba próximo a despegar de regreso a Buenos Aires y avisan que los pasajeros deben presentarse, me informa: «ah, una última cosa…fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires. La designación se hace pública el 20… Así no más me dijo», cuenta Bergoglio en el «El Jesuita».
Se acaba así su estancia en Córdoba, regresa a la diócesis de Buenos Aires y el 20 de mayo de 1992 Juan Pablo II le nombra obispo auxiliar de Buenos Aires y titular de Auca; el 3 de junio de 1997 es promovido como arzobispo coadjutor de Buenos Aires y sucedió como arzobispo al cardenal Antonio Quarracino el 28 de febrero de 1998.
Por esta coincidencia, nada más ser elegido Papa, el 13 de marzo de 2013, Francisco pidió al entonces patriarca de Lisboa, el cardenal José Policarpo, que realizase la consagración de su pontificado a la Virgen de Fátima el siguiente 13 de mayo.
Francisco también pidió que la imagen viniese a Roma en la jornada mariana organizada el 13 de octubre de 2013, en el marco del Año de la Fe iniciado por Benedicto XVI.
Esta fecha se considera la de la sexta y última de las apariciones, la que concluyó con el llamado «milagro del baile del sol» ante los fieles que acudieron junto con los pastorcillos en Cova da Iria, el lugar donde se aparecía la Virgen.
Parolin: La Virgen ofreció a los niños «un mensaje a contracorriente»
La Virgen ofreció en Fátima «un mensaje a contracorriente» al hablar de «perdón» en 1917, en plena I Guerra Mundial, dijo este jueves el secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, la víspera del viaje del Papa Francisco al santuario portugués.
«La Virgen dio a los pastorcillos de Fátima un mensaje contracorriente. Estábamos en tiempo de guerra, por lo que el discurso era el del odio, de la venganza, de la hostilidad y del desencuentro», dijo en una entrevista difundida por Radio Vaticano.
Parolin señaló que, por el contrario, la Virgen habló por aquel entonces «de amor, de perdón, de la capacidad de sacrificarse a sí mismo y de hacer de uno mismo un don para los otros».
«Una vuelta total de los valores y defectos que en ese momento prevalecían en la sociedad. Creo que son dos indicaciones de gran actualidad también para Portugal y para el mundo», subrayó.
Parolin dijo que Fátima ilustra la lección de «valorar a los últimos, de vivir los valores auténticos que pueden ser la base también para una convivencia pacífica y solidaria dentro de cada país y entre naciones».
Y recordó que la Virgen se apareció a tres niños pastores, «no a los ricos, poderosos o personas influyentes».