La mayor parte son como vuestros padres, laicos que hacen una bella familia, que sacan adelante a sus hijos y viven la fe en familia. En mi familia éramos cinco hermanos, y éramos felices.
(Jesús Bastante).- Francisco es un Papa feliz, risueño, parlanchín. Lo es cuando habla en las audiencias y en sus viajes, cuando siente el contacto con la gente. Pero, especialmente, cuando se rodea de niños. Esa contagiosa alegría se sintió, a borbotones, durante el encuentro que, a primera hora de esta tarde, mantuvo con los niños y adolescentes de la parroquia de San Pedro Damián.
Ante centenares de chiquillos, y otros algo más mayores, el Papa respondió, «a braccio», improvisando, como más le gusta, a algunas de las improvisadas preguntas de los niños. ¿Qué podemos hacer para seguir mejor a Jesús? ¿Cómo fue tu vocación sacerdotal? ¿Te gusta el fútbol?
«Salvar el mundo…. el mundo es grande. A un niño, hay que pensar bien qué se le responde», comenzó el Papa. Y decidió, como suele hacer, formulando preguntas, de respuesta aparentemente obvia, pero que precisaban ser respondidas a voz en grito, varias veces, para que nadie se olvide. «Un niño, una niña, ¿puede ayudar a la salvación del mundo? ¿Puede o no puede?», preguntó. «Claro que puede. ¡Un poco más fuerte! Puede».
¿Cómo puede ayudar un niño a Dios? Difícil pregunta, que Francisco quiso que los niños le ayudaran a responder. «¿Quién es el más valiente para responder a esta pregunta? ¿Cómo puedo ayudar a Jesús a salvar el mundo?» «Portándonos bien», «ayudando a nuestros padres», «jugando», «respetando a los demás», sonaron las voces de los más pequeños.
«Todas las personas deben ser respetadas», recalcó el Papa. «¿Y si alguien me ha hecho mal? ¿Qué debo hacer?». La respuesta, más difícil de lo que pareciera. «Hay que saber perdonar, pero también decir la verdad», recalcó. «Porque no es lo mismo una cosa que otra. ¿Se puede estar de acuerdo con la mafia? No», puso como ejemplo el Pontífice.
«Hay muchas cosas con las que podemos ayudar a Jesús. Podemos ayudarle haciendo las cosas en casa, y jugando. Porque jugar el bueno. Jugar bien ayuda a Jesús a salvar el mundo», prosiguió, «porque la alegría ayuda a Jesús a salvar el mundo».
El Papa también confesó que «cuando tenía vuestra edad, jugaba al fútbol, yo no era bueno en el fútbol. ¡Era malo!, y por eso me hice portero, para no moverme. Era un ‘pata dura’, se puede decir, no es una palabrota».
Al final, el principal mensaje. «Cada uno tenemos un puesto en la vida. Que uno sea esposo, sacerdote, religiosa, pero cada uno de nosotros tiene un camino en la vida. La mayor parte son como vuestros padres, laicos que hacen una bella familia, que sacan adelante a sus hijos y viven la fe en familia. En mi familia éramos cinco hermanos, y éramos felices…. Jugábamos y éramos felcies, porque nuestros padres iban con nosotros a la escuela, se preocupaban por nosotros».
Y es que «cualquier vocación, hacer una familia, ser sacerdote, ser religioso o religiosa, es buena«, aclaró, el Papa, dando su propia experiencia. «Yo sentí que el Señor quería que yo fuera sacerdote, y aquí estoy, soy sacerdote. Esta es la respuesta. Se siente en el corazón. Cuando un chico siente en el corazón simpatía o amor por una chica, y si tiene suerte se convierte en su esposa, lo mismo se siente en el corazón cuando el Señor te pide que sigas adelante para ser sacerdote», culminó.