El tiempo de verano es un momento providencial para aumentar nuestro compromiso con la búsqueda y el encuentro con el Señor
(C. Doody).- Hombres y mujeres «humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia», y los que no pueden tomar vacaciones en verano por falta de dinero. Son las personas que han estado en el centro de las oraciones del Papa en su rezo del ángelus hoy, en la fiesta de la Transfiguración, por las que anima a los cristianos a convertirse en «señal concreta del amor de Dios» al encontrar tiempo ellos mismos este verano para «subir al monte» y también buscar al Señor.
Algunas frases de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo, celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor
Jesús «los llevó aparte a un monte alto» y, mientras oraba, su rostro cambió de aspecto, brillando como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz
Entonces aparecieron Moisés y Elías, y entraron en diálogo con él. Llegado este punto, Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»
Antes de que hubiera terminado de hablar, apareció una nube de luz que los cubrió
El acontecimiento de la Transfiguración del Señor nos da un mensaje de esperanza: nos invita a conocer a Jesús, para estar al servicio de los demás
La subida de los discípulos al Monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia del descanso lejos de las cosas del mundo, para hacer un camino a lo alto y contemplar a Jesús
Se trata de disponerse para estar a la escucha del Cristo, el Hijo amado del Padre, en busca de momentos de oración que permitan la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios
Estamos llamados a redescubrir el silencio calmante y regenerador de la meditación del Evangelio, lo que lleva a un destino rico en belleza, en esplendor y en alegría
En esta línea, el tiempo de verano es un momento providencial para aumentar nuestro compromiso con la búsqueda y el encuentro con el Señor
Es importante que el período de descanso de las tareas diarias restaure la fuerza de cuerpo y espíritu, profundizando el camino espiritual
Al final de la maravillosa experiencia de la Transfiguración, los discípulos bajaron del monte con los ojos y el corazón transformados por el encuentro con el Señor. Es el camino que nos puede llevar a nosotros también
El redescubrimiento de Jesús no es un fin en sí mismo, pero si subimos «por la montaña», nos recargaremos con la fuerza del Espíritu Santo, para decidir sobre nuevas medidas para la conversión auténtica y la muestra consistente del amor, como nuestra ley cotidiana
Transformado por la presencia de Cristo y por el ardor de su palabra, seremos una señal concreta del amor de Dios que da la vida por todos nuestros hermanos, especialmente por los que sufren… y por la multitud de hombres y mujeres que, en diferentes partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia
En la Transfiguración oímos la voz del Padre celestial, que dice: «Este es mi Hijo, el amado. ¡Escuchadlo!»
Queremos que nuestra Madre, la Madre de Dios, nos ayuda a sintonizar con la palabra de Dios, para que Cristo pueda convertirse en la luz y guía de toda nuestra vida
A ella le confiamos las vacaciones de todos, por que sean serenas y provechosas
Pero sobre todo (le confiamos) el verano de aquellos que no pueden tomar vacaciones por razones de edad, salud o trabajo, por dificultades económicas u otros problemas, de manera que tengan sin embargo un momento de relax
Algunas frases de su saludo después del rezo del ángelus
Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de diversos países: familias, asociaciones y creyentes individuales
Están aquí hoy varios grupos de niños y jóvenes. ¡Os saludo con gran afecto! En particular, el grupo de la Pastoral Juvenil de Verona, y los jóvenes de Adria, Campodarsego y Offanengo
Les deseo a todos un buen domingo
Por favor, no os olvidéis de rezar por mí
¡Buena comida y adiós!
Texto completo de las palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo, la liturgia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor. La hodierna página evangélica, lo hemos escuchado, narra que los apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de este evento extraordinario. Jesús los tomó consigo «y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17,1) y, mientras oraba, su rostro cambió de aspecto, brillando como el sol, y sus vestiduras se volvieron cándidas como la luz. Se les aparecieron entonces Moisés y Elías, y se pusieron a dialogar con Él. A este punto, Pedro dice a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (v. 4). No había aún terminado de hablar, cuando una nube luminosa los cubrió.
El evento de la Transfiguración del Señor nos ofrece un mensaje de esperanza – así seremos nosotros, con Él – nos invita a encontrar a Jesús, para estar al servicio de los hermanos.
La subida de los discípulos hacia el monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia de desprendernos de las cosas mundanas, para efectuar un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Se trata de disponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, el Hijo amado del Padre, buscando momentos íntimos de oración que permitan la acogida dócil y gozosa de la Palabra de Dios. En esta elevación espiritual, en este desprendimiento de las cosas mundanas, estamos llamados a redescubrir el silencio pacificante y regenerante de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría. Y cuando nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a sentir esta belleza interior, esta alegría que nos da la Palabra de Dios en nosotros. En esta perspectiva, el tiempo veraniego es un momento providencial para acrecentar nuestro empeño de búsqueda y de encuentro con el Señor. En este periodo, los estudiantes están libres de las obligaciones escolares y muchas familias realizan sus vacaciones; es importante que en el periodo de descanso y de desapego de las ocupaciones cotidianas, se puedan fortificar las fuerzas del cuerpo y del espíritu, profundizando en el camino espiritual.
Al finalizar la experiencia maravillosa de la Transfiguración, los discípulos bajaron de la montaña (Cfr. v. 9) con los ojos y el corazón transfigurados por el encuentro con el Señor. Es el recorrido que podemos realizar también nosotros. El redescubrimiento siempre más vivo de Jesús no es un fin en sí mismo, sino nos induce a «bajar de la montaña», recargados por la fuerza del Espíritu divino, para decidir nuevos pasos de auténtica conversión y para testimoniar constantemente la caridad, como ley de vida cotidiana. Transformados por la presencia de Cristo y por el ardor de su palabra, seremos signo concreto del amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para quienes sufren, para cuantos se encuentran en la soledad y en el abandono, para los enfermos y para la multitud de hombres y de mujeres que, en diversas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia.
En la Transfiguración se oye la voz del Padre celestial que dice: «Este es mi Hijo amado. Escúchenlo» (v.5). Miramos a María, la Virgen de la escucha, siempre dispuesta a acoger y custodiar en su corazón cada palabra del Hijo divino (Cfr. Lc 1,52). Quiera nuestra Madre y Madre de Dios ayudarnos a entrar en sintonía con la Palabra de Dios, para que Cristo se convierta en luz y guía de toda nuestra vida. A Ella le encomendamos las vacaciones de todos, para que sean serenas y proficuas, pero sobre todo por el verano de cuantos no pueden ir de vacaciones porque están impedidos por la edad, por motivos de salud o de trabajo, por restricciones económicas o por otros problemas, para que sea de todos modos un tiempo de distención, animado por la presencia de amigos y de momentos dichosos.