Roma declarará las "vitudes heroicas" de Albino Luciani, paso previo a la beatificación

Juan Pablo I no murió asesinado… aunque los cardenales tuvieron serias dudas

Una investigación desvela que el Papa sufrió un fuerte dolor en el pecho la noche antes de fallecer

Juan Pablo I no murió asesinado... aunque los cardenales tuvieron serias dudas
Nuevas revelaciones sobre la muerte de Albino Luciani RD

El informe, enviado a la Secretaría de Estado el 9 de octubre de 1979, desvela el "episodio de dolor localizado en la parte superior de la región esternal, sufrido por el S. Padre hacia las 19.30 del día de la muerte

(J. Bastante/Agencias).- Juan Pablo I no murió asesinado… aunque los propios cardenales que eligieron a su sucesor tuvieran serias dudas. Estas son algunas de las principales conclusiones de la investigación ‘Papa Luciani. Crónica de una muerte’, de Stefania Falasca, vice-postuladora de la causa de canonización, que hoy sale a la venta en Italia, cuando todo parece indicar que la Congregación para las Causas de los Santos declarará las «virtudes heroicas» del Papa de la sonrisa.

«Podemos decir, con toda la documentación, que Luciani murió por un ataque al corazón. Esta es la verdad desnuda y cruda», subraya Falasca en una entrevista con Radio Vaticano. En el libro, prologado por el cardenal Parolin, la investigadora ha tenido acceso a toda la documentación clínica, a datos inéditos y a una entrevista con Sor Margherita, una de las religiosas que atendía al Pontífice y quien revela cómo, poco antes de cenar por última vez, Luciani sufrió una indisposición física a la que no dio importancia, pero que resultó vital para su muerte.

En la entrevista, sor Margherita desmiente que Juan Pablo I estuviera fatigado, o agobiado por el peso de la responsabilidad. «Siempre lo vi tranquilo, sereno, lleno de confianza, seguro», relata. Ella entró, junto a sor Vincenza Taffarel, la religiosa que cuidó durante dos décadas del Papa veneciano, en la mañana del 29 de septiembre de 1978 a los aposentos papales.

 

 

Luciani «no seguía dietas particulares, comía lo que comían los demás«, según la religiosa, quien habla para el libro de Falasca de cómo fue el último día del Papa. «Estaba planchando en la habitación con la puerta abierta y lo vi pasar varias veces. Caminaba en el apartamento con varios folios en la mano que estaba leyendo. Recuerdo que viéndome planchar me dijo: ‘Hermana, os hago trabajar tanto… pero no se preocupe en planchar tan bien la camisa porque hace calor, sudo y tengo que cambiarla a menudo. Planche solo el cuello y los puños, que el resto no se ve…'».

Tanto la monja como el ayudante de cámara, Angelo Gugel, declaran cómo el Papa sufrió esa misma noche una indisposición mientras cenaba con uno de sus secretarios, el irlandés John Magee. Así se relata en un documento inédito, encargado por la Curia, días después de la muerte del Pontífice. El informe, enviado a la Secretaría de Estado el 9 de octubre de 1979, desvela el «episodio de dolor localizado en la parte superior de la región esternal, sufrido por el S. Padre hacia las 19.30 del día de la muerte, prolongado durante más de cinco minutos, que se verificó mientras el Papa estaba sentado y preparado para rezar con el padre Magee y retrocedió sin ninguna terapia».

 

 

De hecho, sor Vicenza, que era enfermera, y que habló esa misma noche con el médico personal del Papa, Antonio Da Ros, no hizo ninguna referencia al malestar papal. La Farmacia Vaticana no tuvo que abrir y, por tanto, al Papa no se le suministró fármaco alguno, por más que Luciani sufriera un fuerte dolor en el pecho, que seguramente fue un síntoma del ataque esa misma noche acabó con su vida. Según Magee, fue el propio Papa quien no quiso advertir al doctor, quien solamente fue informado al día después. Ya era tarde.

Siguiendo el testimonio de sor Margherita, no fueron los secretarios quienes encontraron el cuerpo del Pontífice, sino ella y sor Vicenza. Al parecer, el Papa no había tocado el café que le habían dejado en la sacristía y que siempre tomaba en torno a las 5,15 de la mañana. Sor Vicenza, relata la religiosa, entró en la habitación del Pontífice después de haber llamado varias veces a la puerta.

«Santidad, ¡usted no debería gastarme estas bromas!», dijo la religiosa, que tenía problemas de corazón. «Me llamó impresionada -cuenta sor Margherita- entonces entré y le vi yo también… Toqué sus manos, estaban frías, y me llamaron la atención sus uñas un poco oscuras».

Entre los documentos inéditos en el apéndice del libro están recogidos los registros clínicos en los que se evidencia que ya en 1975, durante un ingreso hospitalario, le había sido diagnosticada la mínima patología cardiovascular tratada con anticoagulantes y considerada resuelta. E incluye las preguntas que los cardenales que quisieron hacer antes del nuevo cónclave, en la más absoluta discreción, a los médicos que habían atendido al Papa con motivo del embalsamiento.

En este sentido, los púrpurados querían saber si «el examen del cuerpo» permitía «excluir lesiones traumáticas de cualquier naturaleza»; si era correcto el diagnóstico de «muerte repentina» y finalmente preguntaron: «¿La muerte repentina es siempre natural?». Y es que los cardenales, antes de entrar al Cónclave que eligió a Karol Wojtyla, tenían serias dudas acerca de si la muerte de Luciani fue provocada.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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