Gracias a los artistas del circo. Gracias por vuestro trabajo, un trabajo de belleza. Expresáis la belleza y por la belleza hacéis que todos nosotros lleguemos más alto
(José M. Vidal).- Audiencia del Papa Francisco en el aula Pablo VI. El Papa continúa su catequesis sobre la misa, en concreto sobre la lectura del Evangelo y la homilía. Respecto a ésta, el Papa pide a los curas que esté preparada y «no dure más de diez minutos». Y a los fieles, que la escuchen y no se duerman o salgan a fumar un cigarrillo. En los saludos, denunció la trata de personas y a los traficantes y deseó que las Olimpiadas de invierno sean «una gran fiesta de la amistd y del deporte».
Hay miles de niños en el aula, que chillan y le piden al Papa selfies, bendiciones y firmas de autógrafos. Francisco no da abasto y tiene que saludar con ambas manos, mientras camina lentamente hacia el estrado.
Lectura del Evangelio de Marcos: «Cuando volvió a Cafarnaúm…acudieron tantos, que no quedaba sitio…Él les proponía la Palabra»
Algunas frases de la catequesis del Papa
«Seguimos con la catequesis de la santa misa. Hemos llegado a las lecturas»
«El culmen, en la celebración del Evangelio»
«Siempre en el centro, Jesucristo»
«La asamblea reconoce la presencia de Cristo que le dirige la buena noticia»
«Es Cristo el que nos habla y, por eso, estamos atentos. Es el Señor el que nos habla»
«En la misa, no leemos el Evangelio para saber cómo han ido las cosas, sino escuchamos el Evangelio para tomar conciencia de lo que Jesús dijo e hizo»
«Escuchar el Evangelio es muy importante, con el corazón abierto, porque es palabra viva»
«El Evangelio es la boca de Cristo, como dice San Agustín. Bella imagen»
«La homilía recomendada vivamente por el Concilio Vaticano II»
«No es un discurso de circunstancias ni siquiera una catequesis. Ni una conferencia ni una lección»
«Es un retomar el diálogo ya abierto entre el Señor y su pueblo»
«La palabra del Señor entra por el oido, llega al corazón y va a las manos»
«La homilía hace este mismo recorrido»
«El que predica tiene que hacer bien su ministerio»
«Los que lo escuchan deben prestar la debida atención»
«El que hace la homilía debe ser consciente de que no está haciendo algo propio. Está predicando y dando voz a Jesús. Debe ser bien preparada, breve. Me decía un sacerdote que había ido a otra ciudad, donde vivían sus padres. Su padre le dijo: ‘Estoy contento, porque hemos encontrado una iglesia donde se hace misa sin homilía…En la homilía, algunos se adormecen, otros hablan o salen fuera a fumar un cigarrillo…Todos loss sabésis…»
«Que se abreve y preparada, con la oración y el estudio de la palabra de Dios y haciendo una síntesis clara y breve»
«No debe durar más de diez minutos, no, por favor»
Texto completo del saludo del Papa en español
Queridos hermanos:
Con la proclamación del Evangelio se llega al culmen de ese diálogo entre Dios y su pueblo que es la liturgia de la Palabra en la Misa. Del Evangelio viene la luz para comprender el sentido de los textos bíblicos que se han leído antes. Por eso, la liturgia rodea al Evangelio de una veneración particular. En efecto, sólo el ministro ordenado puede leerlo y cuando termina besa el libro; hay que ponerse en pie para escucharlo y hacemos la señal de la cruz sobre la frente, la boca y el pecho. La asamblea reconoce así la presencia de Cristo que le anuncia la buena noticia que convierte y transforma, y responde con la aclamación: «Gloria a ti, Señor Jesús». En la lectura del Evangelio tomamos conciencia de que Jesús sigue hablando y actuando en nuestros días.
A continuación viene la homilía. Como parte de la misma liturgia, no es un discurso o una conferencia, sino que retoma ese diálogo entre Dios y su pueblo. La predicación debe orientar a todos, también al predicador, hacia una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida. Para ello, no sólo es importante que quien predica cumpla bien su ministerio, sino que también los que escuchan han de procurar hacerlo con las mejores disposiciones interiores.
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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Contemplando a la Virgen María, esforcémonos como Ella para escuchar la Palabra del Señor con un corazón dócil y sencillo, y así poder hacerla carne en nosotros traduciéndola en obras de amor y de santidad. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias. llevan consigo.
Antes del saludo en italiano, los artistas de dos circos hacen una pequeña demostración circense ante el Papa.
Saludo en italiano
«Mañana, 8 de febrero, santa Josefina Bakhita, jornada contra la trata. El lema: Sí a la libertad, no a la trata'»
«Muchos emigrantes…le esperan abusos de todo tipo…Invito a todos a unir fuerzas para prevenir la trata y garantizar protección y asistencia a las víctimas. Que el Señor convierta el corazón de los traficantes de personas…Plaga vergonzosa»
«El 9 de febrero, se abrirán los Juegos Olímpicos invernales…Delegaciones de las dos Coreas competirán juntas bajo una única bandera…Que los conflictos se resuelvan en el diálogo pacífico…Sostener iniciativas a favor de la paz y del encuentro entre los pueblos»
«Gracias a los artistas del circo. Gracias por vuestro trabajo, un trabajo de belleza. Expresáis la belleza y por la belleza hacéis que todos nosotros lleguemos más alto, más cerca de Dios»
Catequesis completa del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Seguimos con las catequesis sobre la santa misa. Habíamos llegado a las lecturas.
El diálogo entre Dios y su pueblo, desarrollado en la Liturgia de la Palabra en la misa, llega al culmen en la proclamación del Evangelio. Lo precede el canto del Aleluya -o, en Cuaresma, otra aclamación- con el cual «la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor quién le hablará en el Evangelio». Como los misterios de Cristo iluminan toda la revelación bíblica, así, en la Liturgia de la Palabra, el Evangelio es la luz para entender el significado de los textos bíblicos que lo preceden, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Efectivamente «Cristo es el centro y plenitud de toda la Escritura, y también de toda celebración litúrgica». Jesucristo está siempre en el centro, siempre.
Por lo tanto, la misma liturgia distingue el Evangelio de las otras lecturas y lo rodea de un honor y una veneración particular. En efecto, sólo el ministro ordenado puede leerlo y cuando termina besa el libro; hay que ponerse en pie para escucharlo y hacemos la señal de la cruz sobre la frente, la boca y el pecho; las velas y el incienso honran a Cristo que, mediante la lectura evangélica, hace resonar su palabra eficaz. A través de estos signos, la asamblea reconoce la presencia de Cristo que le anuncia la «buena noticia» que convierte y transforma. Es un diálogo directo, como atestiguan las aclamaciones con las que se responde a la proclamación, «Gloria a Ti, Señor», o «Alabado seas, Cristo». Nos levantamos para escuchar el Evangelio: es Cristo que nos habla, allí. Y por eso prestamos atención, porque es un coloquio directo. Es el Señor el que nos habla.
Así, en la misa no leemos el Evangelio para saber cómo han ido las cosas, sino que escuchamos el Evangelio para tomar conciencia de que lo que Jesús hizo y dijo una vez; y esa Palabra está viva, la Palabra de Jesús que está en el Evangelio está viva y llega a mi corazón. Por eso escuchar el Evangelio es tan importante, con el corazón abierto, porque es Palabra viva. San Agustín escribe que «la boca de Cristo es el Evangelio». Él reina en el cielo, pero no deja de hablar en la tierra. Si es verdad que en la liturgia «Cristo sigue anunciando el Evangelio», se deduce que, al participar en la misa, debemos darle una respuesta. Nosotros escuchamos el Evangelio y tenemos que responder con nuestra vida.
Para que su mensaje llegue, Cristo también se sirve de la palabra del sacerdote que, después del Evangelio, pronuncia la homilía. Vivamente recomendada por el Concilio Vaticano II como parte de la misma liturgia, la homilía no es un discurso de circunstancias, -ni tampoco una catequesis como la que estoy haciendo ahora- ni una conferencia, ni tampoco una lección: la homilía es otra cosa. ¿Qué es la homilía? Es «un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo», para que encuentre su cumplimiento en la vida. ¡La auténtica exégesis del Evangelio es nuestra vida santa! La palabra del Señor termina su carrera haciéndose carne en nosotros, traduciéndose en obras, como sucedió en María y en los santos. Acuérdense de lo que dije la última vez, la Palabra del Señor entra por los oídos, llega al corazón y va a las manos, a las buenas obras. Y también la homilía sigue a la Palabra del Señor y hace este recorrido para ayudarnos a que la Palabra del Señor llegue a las manos pasando por el corazón.
Ya traté el tema de la homilía en la Exhortación Evangelii gaudium, donde recordé que el contexto litúrgico «exige que la predicación oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida».
El que pronuncia la homilía deben cumplir bien su ministerio -el que predica, el sacerdote, el diácono o el obispo- ofreciendo un verdadero servicio a todos los que participan en la misa, pero también quienes lo escuchan deben hacer su parte. En primer lugar, prestando la debida atención, es decir, asumiendo la justa disposición interior, sin pretensiones subjetivas, sabiendo que cada predicador tiene sus méritos y sus límites. Si a veces hay motivos para aburrirse por la homilía larga, no centrada o incomprensible, otras veces es el prejuicio el que constituye un obstáculo.
Y el que pronuncia la homilía debe ser consciente de que no está diciendo algo suyo, está predicando, dando voz a Jesús, está predicando la Palabra de Jesús. Y la homilía tiene que estar bien preparada, tiene que ser breve ¡breve! Me decía un sacerdote que una vez había ido a otra ciudad donde vivían sus padres y su papá le había dicho: «¿Sabes? Estoy contento porque mis amigos y yo hemos encontrado una iglesia donde se dice misa sin homilía». Y cuántas veces vemos que durante la homilía algunos se duermen, otros charlan o salen a fumarse un cigarrillo… Por eso, por favor, que la homilía sea breve, pero esté bien preparada. Y ¿cómo se prepara una homilía, queridos sacerdotes, diáconos, obispos? ¿Cómo se prepara? Con la oración, con el estudio de la Palabra de Dios y haciendo una síntesis clara y breve; no tiene que durar más de diez minutos, por favor.
En conclusión, podemos decir que en la Liturgia de la Palabra, a través del Evangelio y la homilía, Dios dialoga con su pueblo, que lo escucha con atención y veneración y, al mismo tiempo, lo reconoce presente y activo. Si, por lo tanto, escuchamos la «buena noticia», ella nos convertirá y transformará y así podremos cambiarnos a nosotros mismos y al mundo. ¿Por qué? Porque la Buena Noticia, la Palabra de Dios entra por los oídos, va al corazón y llega a las manos para hacer buenas obras.