Nosotros vemos al Papa como a un paciente, porque para nosotros lo es, y sabemos que está bastante enfermo y achacoso por su edad
(Jesús Bastante).- El hermano Víctor es director de la Comisión Interprovincial de los Hermanos de San Juan de Dios en España. También es director de la Fundación Juan Ciudad, que se caracteriza por su defensa de la calidad como respeto a la dignidad de las personas: «No solamente vale con hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien«, explica el hermano Víctor.
Desde su experiencia médica y hospitalaria, confiesa que «cuando veía por la televisión a Juan Pablo II, ya en sus últimos años, lo que hacía era compadecerme por su sufrimiento«. Tras haber trabajado en cuidados paliativos, critica además que «antes nunca se hablaba de sexo, y ahora el gran tabú es la muerte, y por eso se la escondemos hasta a los niños».
Entiende la renuncia de Benedicto XVI como un testimonio «para esos cardenales que están pensando que quieren ser papas por el poder«; y concluye recordando que «los primeros en padecer cualquier crisis económica son los que ya tenían la crisis».
¿Es usted una especie de coordinador de todas las provincias españolas de los Hermanos de San Juan de Dios?
Sí. La Comisión Interprovincial es un organismo para todas las acciones, sinergias o centros que queremos unir entre las tres provincias, tanto en lo científico como en lo religioso. Tratamos de llevar todo esto hacia una mejora a nivel nacional.
¿Qué es la Fundación Juan Ciudad?
La Fundación tiene dos ramas: una para dentro de España, y otra para la Cooperación Internacional. Los hermanos desde siempre hemos sido misioneros, y eso lo hemos recogido de una forma más profesionalizada, aunque con el mismo espíritu, de cara al desarrollo. Lo que tiene de bueno nuestra fundación es que en África, América Latina y Asia tenemos muchos centros donde tenemos hermanos, y esto nos da la seguridad de que nuestros proyectos llegan efectivamente a donde tienen que llegar.
¿Cuántos sois en España?
Actualmente somos unos 250 hermanos. En el mundo somos 1222 exactamente, con 45 mil trabajadores, en 322 centros repartidos en 53 países.
¿Qué hace la orden de San Juan de Dios? ¿Cuál es el espíritu que os mueve?
Desde la fundación, la orden de San Juan de Dios se dedica a atender a toda clase de necesitados, sean enfermos, pobres… Él fue tratado como loco en el Hospital Real de Granada, cuando se convirtió (porque tuvo una conversión muy explosiva). Entonces dijeron que estaba loco, cuando lo que estaba era loco de amor. Y de poetas y locos, todos tenemos un poco, como se suele decir. En aquella época, en el siglo XVI, la atención a los enfermos era muy complicada. No se tenían medios, no había fármacos… Era a base de sujeción y de castigos, de baños con agua fría y agua caliente para «serenar el espíritu»… Él vio el maltrato que se les daba a los enfermos, y ahí nació su vocación. Pensó: «Ojalá yo tenga un hospital de tal forma que pueda atender como Jesucristo quiere que se atienda a los hermanos». Entonces salió de allí, se preparó y fue al monasterio de Guadalupe, donde había un gran hospital. Allí aprendió enfermería y gestión de hospitales, y luego volvió a Granada. Pasó de ser un loco a ser un gestor de hospitales. De ser un loco a ser un santo. Así ayudó a toda clase de necesitados (enfermos, enfermos mentales, niños, prostitutas…), y cuando murió, a su entierro fue toda Granada. Él se dedicó a todo eso, por lo que el carisma de San Juan de Dios es la hospitalidad. Hospitalidad entendida como acogida al distinto, al extraño, al enfermo, al que viene de lejos, y que está muy basada en la Biblia. Porque la hospitalidad es, desde Abraham, un carisma bíblico. Y nosotros los hemos concretado en los valores de la acogida, de la responsabilidad, la atención, el respeto a la persona y su autonomía, y la calidad. Casi todos nuestros centros tienen certificados de calidad. Uno de nuestros pediátricos, por ejemplo, está considerado como el tercero mejor de Europa y el quinto del mundo a nivel de atención científica. Tenemos de todo: desde pequeñas obras en los barrios, albergues, etc., hasta grandes hospitales de gran desarrollo técnico. Lo que queremos es humanizar la técnica.
¿Son los hermanos de San Juan de Dios los que se encargan de la farmacia en el Vaticano?
Sí. Llevamos el ambulatorio del Vaticano (para los trabajadores y ciudadanos del Vaticano), y además atendemos los puestos de socorro en las audiencias y en los grandes actos (beatificaciones, cónclaves…). También hay algunos hermanos que, estando en la farmacia, han sido enfermeros de los papas y los cardenales. Son nuestros médicos quienes les atienden.
Dicen de la farmacia del Vaticano que es un lugar casi mágico, donde se tienen remedios de todo el mundo.
Sí. Tiene la suerte de que todos los laboratorios del mundo no pagan tasas ni aranceles para enviar sus productos, por lo tanto, hay cualquier tipo de medicamento. Y si no lo tienen, lo piden y les llega fácilmente. Realmente la farmacia vaticana está hecha para los trabajadores del Vaticano, pero naturalmente los romanos se aprovechan y van allí a por fármacos o productos que no se encuentran en otros sitios.
¿Cómo están viviendo sus hermanos en Roma todo lo que ha supuesto la renuncia de Benedicto XVI?
Nosotros vemos al Papa como a un paciente, porque para nosotros lo es, y sabemos que está bastante enfermo y achacoso por su edad (aunque su inteligencia es notable). Nuestra reflexión es que hay que hacer una lectura desde el Evangelio. Entonces, yo me acordaba de cuando Jesús le pregunta a Pedro «¿tú me amas?», y él le contesta: «Sabes que te amo». Entonces Jesús le dice «pues apacientas a mis ovejas». Creo que esto es lo que cada día Jesús le habrá dicho al Papa, hasta que el diálogo se ha alargado demasiado y el Papa le habrá dicho «claro que te amo, pero sabes que mis fuerzas físicas y psicológicas pueden menguar, y entonces yo no voy a servir bien». Porque el Papa es el siervo de los siervos, lo que pasa es que nos olvidamos de ello y entendemos más bien que es un poderoso. Pero realmente, desde un punto de vista evangélico, él es el siervo de los siervos. El siervo de todos los cristianos.
Yo pienso que los últimos papas lo han vivido así, y Benedicto XVI particularmente ha sabido ver cuándo no podía más, y ha dejado el lugar para que venga otro hermano que sirva mejor, con más fuerzas.
Con los últimos papas se ha vivido el tema de la muerte y del sufrimiento de maneras muy distintas (desde Pío XII y aquellas fotografías, pasando por la muerte prematura de Juan Pablo I y el sufrimiento hasta el final de Juan Pablo II). Ustedes que se dedican a humanizar también los últimos momentos de la vida, ¿cómo interpretan cada uno de estos casos, además de la decisión de Benedicto XVI?
Cuando veía por la televisión a Juan Pablo II, ya en sus últimos años, lo que hacía como hospitalario era compadecerme. Me preguntaba cómo era posible que le tuviéramos ahí al pobre. Pero bueno, también fue un testimonio de muchas muertes que vemos nosotros en cuidados paliativos. Un proceso de morir que es testimonial realmente, porque él tampoco lo vivió con angustia ni mucho menos. Se le veía feliz aun con su debilidad. Eso es un testimonio, pero también es testimonial la decisión de Benedicto, su forma de decir «yo soy un siervo, pero hace falta capacidad para servir«. Es un testimonio sobre todo dirigido a esos cardenales que estén pensando que quieren ser papas por el poder.
¿Cree que se puede tener miedo a la muerte cuando se está en ese tipo de circunstancias?
Yo he seguido algún proceso de muerte en cuidados paliativos, y las reacciones de cada persona son únicas e irrepetibles. Cada persona somos un mundo. He conocido personas que mueren muy angustiadas, pero al final casi siempre con serenidad (sobre todo si se les ayuda a morir). Los cuidados paliativos están para eso, para ayudar a bien morir. Entonces, hay de todo: personas que reaccionan negando, volviéndose en contra y echando la culpa a todo el mundo; o echándose la culpa a sí mismos, o echando la culpa a Dios. Al final del proceso unos se rinden, otros lo aceptan, y otros la desean. Pesa mucho la historia de cada persona. Hay personas que mueren angustiadas porque ven que su familia está deshecha, y a veces tienen sentimientos de culpabilidad. Otras veces es al contrario, porque tienen la satisfacción de dejar una herencia de hijos, de una familia que va bien, y entonces mueren con tranquilidad. La mayoría de las personas, aunque no tengan muchos bienes, están preocupadas por el testamento (no de cosas, sino de la realidad que se está dejando, lo que se ha hecho en la vida). Eso pesa mucho a la hora de afrontar la muerte. En definitiva, creo que la mayoría de la gente no tiene miedo a la muerte, sino al sufrimiento. Por eso los cuidados paliativos lo que intentan es quitar sufrimiento y dolor. Principalmente dolor.
¿El buen morir significa estar preparado para la muerte?
Sí, y así poder morir en paz. Creo que en la sociedad actual tenemos un gran tabú con la muerte. Antes era el sexo. En mi época no hablábamos nunca de sexo, o si se hablaba era a escondidas. Y ahora de lo que no habla nadie es de la muerte. Escondemos la muerte hasta a los niños. A los niños no se les lleva al entierro del abuelo, y no se sabe por qué, porque en cambio luego ven una película donde mueren un montón de personas a tiros, y nadie le da importancia.
¿La muerte, como acontecimiento personal y familiar, se oculta?
Sí. Si embargo, lo que sí que se nos inculca desde niños es el ir asumiendo que somos caducos. Y si se afronta la vida con temporalidad, se vive de otro modo. Por un lado te animas a hacer cosas, y por otro lado eres comedido con lo que sabes que no te conviene.
Cuando hay un cambio de pontificado, indefectiblemente se plantean nuevos retos. ¿Qué cambios soñáis para la Iglesia del presente?
Yo sueño con una Iglesia más samaritana. No creo en un Dios que no sea misericordioso y compasivo. Un Dios justiciero que esté por las alturas no es mi Dios. Mi Dios es el Dios de Jesús.
Tanto es así, que a mí me interesa la Encarnación, pero me importa más la vida pública de Jesús desde su bautismo hasta su muerte. Le doy mucha importancia también, lógicamente, a su muerte en la cruz, que le hizo unirse a los más marginados, que eran los criminales. Pero en el Evangelio hay más hechos de curación de enfermos y de ayuda a las personas que de palabra. El signo principal es el amor al hermano, la compasión por el otro, el ayudarle, tratar de ponerse en su lugar y sacarlo de su dolor y de su sufrimiento. Lograr que la gente sea feliz, y que seamos más igualitarios y más hermanos. Yo pienso que la Iglesia, si pierde esta dimensión, no es la Iglesia de Jesús.
Este Papa en sus encíclicas ha hablado siempre de la caridad. Una de ellas la dedicó especialmente a esto, y para nosotros fue como si nos dijera «vais por el buen camino». Es cierto que él habla de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), pero la caridad para él es lo principal. Su mensaje es el servicio. Y su último gesto lo veo así.
¿En España están viviendo tiempos difíciles, a causa de la crisis económica?
Sí, claro. Los primeros en padecer cualquier crisis económica son los que ya tenían la crisis (los pobres, los enfermos, los discapacitados, los enfermos mentales…). La Ley de Dependencia estaba planteada muy generosamente para todos los discapacitados, pero no está llegando y además se está recortando; lo que supone que nosotros hemos tenido casi salir a pedir por las calles con mucho esfuerzo. Así como la Administración nos subvencionaba casi todo lo que tenemos, ahora nos han recortado mucho, y los que más sufren al final son, como decía antes, los que ya estaban sufriendo.
Antes teníamos algún albergue, pero ahora hemos abierto bastantes comedores, y ha aumentado muchísimo la asistencia. Hasta hace 2 años la mayoría de los sin techo eran extranjeros, inmigrantes, en un 80%. Ahora es al revés: sólo un 20% son extranjeros, y el 80% son españoles.
Además se está dando el fenómeno que ya San Juan de Dios en el siglo XVI llamaba los «pobres vergonzantes», es decir, personas que vivían bien, que eran de clase media, a los que les cuesta muchísimos hacerse a la idea de que ahora son pobres, y les da vergüenza pedir, ir a los comedores… De tal forma que en algunos comedores repartimos comida para las familias cada semana, y van el padre o la madre a recogerla, sin tener que estar allí, hacer cola, etc. En Jerez hemos hecho también un economato, un supermercado solidario donde la familia va y compra la comida para toda una semana por ejemplo a 6 euros, cuando en realidad costaría 70. Así hacen una pequeña aportación, que es más digno que recibirlo gratis, y además pueden escoger entre varios productos. La obsesión que tenemos por la calidad consiste precisamente en esto: hacer el bien bien hecho. No solamente hacer el bien, sino hacerlo bien. Cuidar mucho la dignidad de la persona, el respeto, etc.
Otros titulares:
-San Juan de Dios, nuestro fundador, pasó de ser un loco a ser un santo
-Queremos es humanizar la técnica
-Cuando veía por la televisión a Juan Pablo II, ya en sus últimos años, lo que hacía como hospitalario era compadecerme
-La renuncia de Benedicto XVI es un testimonio para esos cardenales que estén pensando que quieren ser papas por el poder
-La mayoría de la gente no tiene miedo a la muerte, sino al sufrimiento
-Antes nunca se hablaba de sexo, y ahora el gran tabú es la muerte; escondemos la muerte hasta a los niños
-Si se afronta la vida con temporalidad, sabiendo que somos caducos, se vive de otro modo
-Yo sueño con una Iglesia más samaritana, un Dios justiciero que esté por las alturas no es mi Dios
-En el Evangelio hay más hechos de curación de enfermos y de ayuda a las personas que de palabra
-Los primeros en padecer cualquier crisis económica son los que ya tenían la crisis: los pobres, los enfermos, los discapacitados…
-No solamente vale con hacer el bien, sino que hay que hacerlo bien