Esto, para mi, ha sido el hilo conductor de toda mi vida: acercar la posibilidad de un encuentro y una amistad
(Jesús Bastante).- Hoy nos acompaña el hermano Jean-Jacques Pérennès, fraile dominico, que recientemente participó en un debate interreligioso con un rabino y un imán. El director de la Escuela bíblica de Jerusalén reconoce que la ciudad «concentra la tensión entre religiones», pide a los católicos «no entrar en la rueda del odio» y apuesta por la vía del diálogo como «el único camino»
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Este martes participó en un debate organizado por los laicos dominicos de España, con un rabino y un imán. Las tres religiones del libro. Se habló de muchas cosas, porque no era un debate cerrado. ¿Es posible un diálogo sincero, sin cortapisas, entre cristianos, musulmanes y judíos?
Yo tenía mucho miedo, por dos motivos. El de la lengua, y el de que hay muchos puntos sensibles y difíciles. Pero ayer, vimos que es posible, cuando hablas con personas de buena voluntad y con experiencia. Me pareció muy positivo.
El diálogo es necesario. Pero, ¿cuándo decidimos que el diálogo no es suficiente?
El diálogo debe ser en verdad. No bastan las palabras. Un verdadero diálogo tiene que tomar en cuenta las diferencias. No se trata de encontrar un mínimo en común. Por ejemplo, para los cristianos, la trinidad es una cosa muy importante, y un musulmán, no lo puede entender.
Y un judío, mucho menos.
Es importante respetar la diversidad. Esto significa también que el diálogo no está en las palabras, sino en el encuentro de las personas y el trabajo en conjunto, frente a desafíos comunes. Esto es posible. Hay muchos desafíos en las sociedades modernas. Tanto en nuestro espacio como en Medio Oriente. Y podemos trabajar juntos para mejorar la situación.
Su trayectoria vital es un ejemplo de vida en esos lugares en conflicto. En Argel, y en Mosul, en un monasterio que ahora parece ser que se ha convertido en una cárcel del Daesh. Ahora está en Jerusalén, probablemente, el lugar más sagrado de la tierra y con más conflictos interreligiosos.
Para mi, es el lugar más difícil de mi experiencia durante treinta años. Todos son lugares conflictivos, pero Jerusalén concentra la tensión entre las religiones.
¿Eso se nota paseando por la calle?
Sí. Hay mucha gente armada. Y mucho miedo, porque no es posible tener una paz sin justicia. Está la situación de ocupación de zonas de Palestina y, también, hay un sufrimiento, que se conoce, de los judíos. Hace veinte años, logramos un acuerdo en Oslo, que luego se cayó por motivos políticos varios, por grupos ortodoxos muy fuertes en Israel y los de Hamás en Palestina.
Ya no se plantea la posibilidad de acuerdos a corto plazo, como el de Oslo o la histórica conferencia que tuvo lugar aquí en Madrid, y que supuso un esperanza cierta para la paz, en ese avispero.
Yo pienso que es un camino sin éxito. Pero, tenemos que encontrar un tipo de acuerdo en algún momento. Hoy por hoy, me parece imposible la paz entre los dos países, porque hay demasiadas colonias.
Sin embargo, sobre el papel, es algo que hasta hace muy poco Israel no negaba categóricamente. Recuerdo al Papa reclamando una solución, y a Shimon Peres y a Mahmoud Abbas en el Vaticano, rezando juntos y hablando de esa posibilidad.
Las religiones tenemos el gran desafío, en esta situación de conflicto político, de cómo ser testigos de la posibilidad del encuentro del otro. Esto, para mi, ha sido el hilo conductor de toda mi vida: acercar la posibilidad de un encuentro y una amistad. Pienso que la amistad es muy importante, porque pesa más que una pelea. Está por encima.
Nos conocemos primero, y nos reconocemos después.
Construir una amistad siempre ha sido para mi, una cosa muy importante.
En Jerusalén, además de todo el conflicto que se respira, también he tenido la sensación de estar tocando un lugar sagrado. Un poso de fe, que no sé si se puede cuantificar. No sé si a usted le ha pasado lo mismo.
Sí. Pero para mi, los lugares más sagrados, son las personas. Más que las piedras y las iglesias. Respetar a los seres humanos, es lo más importante, y hoy, esto no se produce. Tenemos que cambiar.
Las personas son los lugares donde está Cristo.
Sí. Y cuando vas a los check point, en situaciones de sufrimiento, ves que hay mucho por hacer.
¿Cual es su trabajo en Jerusalén?
Soy director de la Escuela Bíblica de Jerusalén, desde hace menos de un año. Es una escuela fundada hace 125 años por el padre Lagrange, para hacer un trabajo crítico sobre la Biblia. Durante los siglos pasados, hubo interpretaciones nuevas en historia y en lingüística, que cambiaron la visión de la Biblia. Nosotros trabajamos en la geología y en historia, para entender los textos con ojos modernos. Tenemos un grupo de frailes dominicos y algunos profesores seglares que trabajan con nosotros. Y tenemos, también, un grupo de estudiantes.
Hay muchos estudiosos que piensan que profundizar demasiado en las raíces arqueológicas y en los escritos, y que los experimentos físicos que se realizan, pueden achicar la fe. ¿Está de acuerdo?
No. Porque en los años 40, el Papa publicó una encíclica, Divino Afflante Spiritu, donde deja muy claro que la inspiración del texto es muy distinta de la verdad histórica. Por ejemplo: ¿Existió Moisés?, ¿el éxodo?. Ocurrió algo, desde luego. Sin embargo, no sabemos exactamente el qué. Pero, a través de esta historia humana, hay una inspiración divina hacia la experiencia de salir de la muerte. Lo importante de salir de la muerte, es que Dios nunca te abandona. La verdad histórica, nunca se sabrá. De Jesús, sí tenemos bastantes informaciones. Pero el antiguo Testamento, son especulaciones.
Incluso aspectos de la vida de Jesús que no son relevantes para la fe.
Los apóstoles no eran periodistas.
Por fortuna.
Eran testigos de fe.
Me gustaría que hiciéramos un recorrido por su vida, en aquellos países donde ha estado: Argel, Egipto e Irak.
En Argel, estuve como profesor universitario de economía. Era una buena oportunidad para vivir con jóvenes musulmanes. Desarrollar su amistad ha sido una experiencia muy bonita. Fue antes de los años difíciles. Estuve con Pierre Claverie, el obispo, que entonces aún no lo era. Después, fue obispo de Orán, y murió asesinado. Escribí su biografía, que fue publicada también en España. Fue un periodo muy interesante.
Después, estuve un tiempo en Francia y en Roma, con mi socio del Maestro de la Orden para la Vida Apostólica, Justicia y Paz. Tuve muchas oportunidades para visitar el mundo y encontrar gente interesante. También desafíos difíciles. Por ejemplo, en Ruanda, después del genocidio, en Burundi, Sudáfrica…, ha sido muy interesante.
Luego, estuve quince años en Egipto. Y ahora, en Jerusalén. Y como Vicario provincial de los dominicos del Medio Oriente, estuve varias veces en Irak. Han sido siempre lugares de tensión y de sufrimiento. Pero pienso que el desafío para los cristianos es el de no dejar esos lugares. Pierre Claverie, tiene una homilía muy bonita. Dice que el lugar del cristiano es vivir en estos lugares de fractura. Es nuestra sensibilidad. Y para mi, ha sido una suerte vivir en esos países difíciles, pero interesantes. Europa, que duerme en el consumismo y en la abundancia, ha perdido los valores, no sabe cuáles son ni dónde están. Vivir en países menos desarrollados es bueno para reflexionar sobre estas cosas.
Para aprender a vivir con lo esencial.
Para no perder los valores importantes, también. Por ejemplo la familia es un valor muy importante para las familias musulmanas. Es una cosa muy bonita. Hay muchos niños.
Son casas de acogida.
Y casas de amor. Tienen esperanza en el futuro, al que no temen, a pesar de las dificultades. Nuestra vieja Europa, no tiene eso. Hay muchos miedos: del otro, de la crisis económica…
Ayer estuve en una mesa redonda donde el secretario general de Cáritas española hablaba precisamente de esto: de la solidaridad del miedo. Aquí hemos pensado que debemos ayudar cuando los hemos visto cerca de nuestras fronteras. Cuando hace dos o tres años, en que no existía el problema de los refugiados para Europa, ya había 60 millones de refugiados y desplazados en el mundo. Serían el quinto país más poblado de la tierra, si formaran uno. Eso de viajar tanto debe ser un gran aprendizaje.
Más que viajar, estar con la gente. Yo quisiera vivir en esos países, donde hay una solidaridad profunda.
¿Ha comprobado si es más difícil ese diálogo, en los sitios donde vivió, ahora que entonces? ¿Estamos viviendo una situación de más conflicto, con el E.I., con la polarización entre musulmanes y el resto de civilizaciones?
Sí. Pero la polarización no es entre musulmanes y el resto. Es dentro del Islam también. Tengo muchos amigos musulmanes que están horrorizados. No quieren el Daesh, ni ese tipo de vida. Les gusta ir al cine, y vestir como quieren. Yo pienso que son pocos. Pero es un grupo muy fuerte y en cierto sentido, el miedo de Occidente, alimenta la dinámica de rechazo del Daesh, o Isis. Tenemos que pensar en esto.
¿Y al contrario? ¿A Occidente «le conviene» que exista el Daesh?
En un sentido sí. Creo que abriendo nuestra vida al otro hay un camino. Establecer un verdadero diálogo de encuentro es el único camino para nosotros y también para esos países.
¿Cual es el papel de las religiones en este tipo de conflictos? ¿Y cuál, el de sus líderes? Porque, aunque una mirada atenta y culta, impediría ver el conflicto como una guerra de religiones, sí que se utiliza el concepto religioso para acabar con la vida de seres humanos. Y, como usted decía hace un momento, las personas son más importantes que unas piedras.
Hay diversos niveles en el papel de la religión para estos conflictos. El primero sería dar valor a la persona por encima de sus creencias religiosas. La primera responsabilidad de las religiones es subrayar esta dimensión en cada cual. Después, hay un papel en la educación. Los cristianos, por ejemplo, lo hacen muy bien en Medio Oriente. Hay muchas escuelas que hacen un trabajo impresionante con todas las familias, sean de la religión que sean. Porque cuando uno convive desde muchacho aprende también que no hay peligro de vivir con el otro. Y, por último, llevar un espíritu de paz. Cuando hay tensión, hay que pensar que nuestra responsabilidad es no entrar en esa rueda de odio. Como dice el Evangelio, no responder a la violencia con violencia. Jesús nos muestra este camino. Aunque sea difícil. Y también, por ejemplo hoy, en el Medio Oriente, está la tentación de los cristianos de marcharse. Yo veo que muchos obispos dicen que su responsabilidad está allí, aunque haya dificultades. También fue la situación de Jesús vivir en el odio. Pero tenemos una responsabilidad.
¿Y qué se les puede decir a los Estados, ante la existencia del mal llamado «Estado Islámico»? ¿Cómo se combate contra él? Porque la violencia, no es una solución para los hombres de fe. Pero en la geopolítica, la cosa es diferente.
Yo pienso que la lucha armada, en esta situación, también es necesaria. Tenemos que controlar si aquí en Madrid hay una persona loca que empieza a matar, la policía viene. Es natural, no se puede permitir. Pero, después también hay que curar las heridas. Y eso es lo difícil.
Los hombres, siempre acabamos las guerras firmando tratados de paz, que normalmente dejan vencedores y vencidos. Ahí, curar heridas siempre es complicado, porque en buena medida esos tratados son las semillas de otros odios.
Está muy claro que el acuerdo Sykes-Picot, de 1917 ha creado situaciones que no se pueden manejar. Meter juntos en Irak, que es una creación artificial, a kurdos, suníes, y Chíis. Pasa lo mismo en Siria. Esta gente no querían vivir juntos, pero ha sido decisión de nuestros países, y hoy tenemos el resultado.
800 años después, los dominicos siguen en el mundo. Si usted fuera su fundador, ¿qué balance haría de esta etapa?
Pienso que santo Domingo querría que hubiera más frailes en los lugares difíciles. Hay demasiados frailes en ciudades de Europa o de América, y muchos tienen miedo a ir a estos lugares en conflicto. Domingo, poco después de fundar la orden, pidió a los frailes que hicieran el camino de la predicación en toda Europa. En los siglos XIII y XIV, ya había frailes en Bagdad, y en Irán. Yo escribí un libro sobre la presencia dominicana en el mundo islámico. Y es muy impresionante. Eran unos frailes un poco locos que aprendieron las lenguas. Yo creo que hoy Domingo, si estuviera aquí, nos animaría a ir.
¿Estaría contento con Francisco?
¿Con el Papa? Sí.
¿Domingo, también?
Sí, pienso que lo estaría.
La última pregunta. Usted estuvo viviendo en un convento que ahora dicen se ha convertido en una prisión del Daesh, en Mosul. ¿Le gustaría volver allá?
Sería difícil, porque, como te decía, lo importante no son las piedras, es la gente. Y los cristianos se fueron todos, porque no había posibilidad de quedarse. Entonces, si hubiera una posibilidad de volver, sería con frailes. Con gente, que pueda vivir en sus casas. Las piedras, piedras son.
Jean-Jacques Pérennès, ha sido un auténtico placer tenerte aquí. Muchísimas gracias por venir y por su testimonio. Esta es tu casa.
Muchas gracias.