Nuevo juicio por su asesinato en 1987

Kiwxí, el misionero jesuita que se indianizó

Casaldáliga: "Nació español, se nacionalizó brasileño y se inculturó Enawenenawe"

Kiwxí, el misionero jesuita que se indianizó
El misionero jesuita Vicente Cañas, Kiwxí Jesuitas

Como misionero fue tan lejos como pudo en la obra de inculturación guiada por la Iglesia

(Jesuitas).- El jesuita Vicente Cañas, cuyo nombre indio era Kiwxí, convivió durante décadas con varias poblaciones indígenas (indios Tapayuna, Paresi, Mÿky y Enawene Nawe) llevando a la radicalidad el mandato de inculturación nacido del Concilio Vaticano II.

Defendió las tierras indígenas frente a los hacendados que querían apropiarse de ellas luchando porque el gobierno brasileño fijara una demarcación oficial de las mismas, algo que se consiguió después de su muerte.

En abril de 1987 fue asesinado. El primer juicio sobre su causa no se celebró hasta 2006, 19 años después del crimen y los acusados fueron absueltos por falta de pruebas. El próximo 29 de noviembre se realizará un nuevo juicio para juzgar al único de los acusados que sobrevive. La causa de Kiwxí es la de todos aquellos que todavía hoy defienden con sus vidas los derechos humanos de los indígenas y la necesidad de preservar la Amazonia.

El 29 de noviembre de 2017 se realizará un nuevo juicio en Cuiabá (Brasil) en el que se sentará en el banquillo al entonces delegado de la Policía Civil, Ronaldo Antônio Osmar (hoy jubilado) acusado de participar en el crimen.

Los jesuitas Kiwxí (Vicente Cañas) y Thomaz Aquino Lisbôa hicieron los primeros contactos en la primera mitad de la década de 1970 con los pueblos en situación de aislamiento en el noroeste de Mato Grosso (Brasil), entre ellos los Mÿky y los Enawene Nawe. Los misioneros, fueron fundadores del Consejo Indigenista Misionero de Brasil (CIMI) y miembros de la Operación Anchieta (OPAN).

Asesinato y primer juicio

El Hermano jesuita Vicente Cañas (Albacete, 1939 – Brasil, 1987) fue martirizado a los 48 años de edad en abril de 1987, supuestamente el día 6 ó 7, según el cálculo hecho a partir del momento en que su reloj de pulsera se detuvo. Algunas señales del violento asesinato fueron la cabaña revuelta donde él residía para hacer sus cuarentenas, las gafas y dientes rotos, el cráneo quebrado, una perforación en la parte alta del abdomen para alcanzar el corazón y los genitales cortados o arrancados.

Su cuerpo fue arrastrado fuera de la cabaña para que los animales se lo comieran y destruyeran las pruebas. Sin embargo, fue encontrado 40 días después, momificado y preservado. El 22 de mayo por la mañana temprano fue enterrado como los indígenas, en su propia hamaca, en un hoyo excavado a 4 metros de distancia de donde se había encontrado el cuerpo. Varios indígenas Enawene Nawe, Rikbaktsa y Myky, junto con varios misioneros y laicos le dieron sepultura.

Desde el primer momento tras el asesinato se sospechó de los hacendados de la región, que no aceptaban la defensa que el jesuita hacía en favor de la demarcación del territorio tradicional indígena. Se presume que la orden de ejecutar a Vicente partió en su día del entonces propietario de la Hacienda Londrina (Pedro Chiquetti), hoy ya fallecido, si bien fueron otras tres personas las que lo ejecutaron. Esas tres personas fueron posteriormente asesinadas, con el fin de no esclarecer la verdad de los hechos. Aparte de Ronaldo Antônio Osmar, comisario de Policía de la zona en ese momento y encargado de la investigación del crimen, no quedan más sospechosos vivos o con edad legal para ser juzgados.

El primer juicio tuvo lugar en 2006, 19 años después del crimen y Osmar fue absuelto por el Tribunal del Jurado Federal de Cuiabá por 6 votos a 1. El Ministerio Federal recurrió esa sentencia argumentando que se habían ocultado pruebas importantes. Así, el cráneo de Vicente desapareció y posteriormente fue encontrado en una caja en una estación de autobuses de Belo Horizonte (capital del estado brasileño de Minas Gerais). En su día, la investigación señalaba que el hacendado pagó al jefe de policía local para que escondiese las pruebas y ralentizara la investigación.

En 2015, tras un recurso del Ministerio Público Federal (MPF), el Tribunal Regional Federal (TRF) de la 1ª Región determinó la realización de un nuevo juicio. La asesora jurídica del CIMI (Consejo Indigenista Misionero de Brasil), Michael Mary Nolan, considera que el hecho de mantener al comisario de policía en el banquillo de los acusados después de tanto tiempo ya es una victoria.

Breve biografía de Vicente Cañas sj

Nacido en Alborea (Albacete) el 22 de octubre de 1939, ingresó en el Noviciado jesuita de San Pedro Claver (Raimat, Lleida) de la Compañía de Jesús con 21 años, el 21 de abril de 1961. En el juniorado va madurando, discerniendo y manifestando al Provincial de Aragón, el P. Mariano Madurga, su vocación misionera.

En la fiesta de San Francisco Javier de 1965 recibió el crucifijo misionero en el Castillo de Javier. Llegó a Brasil el 19 de enero de 1966. En 1968 recibe su nuevo destino a la Prelatura Diamantino, en Mato Grosso. Llegó allí con la visión colonizadora propia de la época en relación a los indios, vistos como «salvajes» necesitados de «civilización» y cristianismo. Por eso, años más tarde, reconoció que pasó por un nuevo «noviciado», pues necesitaba una profunda conversión a la cosmovisión y a la espiritualidad indígena, lo que ocurrió de forma gradual. Volvió a «nacer de nuevo» (Jn 3,3) en estas tierras de Misión: del «viejo» Hermano Vicente nació el «nuevo» Kiwxí, hermano de los indios. Un indio Mÿky que todavía vive fue quien le puso el nombre indio Kiwxí a Vicente.

En octubre de 1969, a petición de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), el hermano Vicente acudió con los padres jesuitas Antonio Iasi, Adalberto Holanda Pereira y Thomaz Lisboa, a salvar a los 41 Tapayuna que sobrevivieron de los 600 que habían sido contactados previamente y que fueron diezmados por una epidemia de gripe. La causa de esa tragedia fue un contacto mal planeado por la FUNAI que llevó en su expedición a varios reporteros enfermos de gripe. Aquel resto que sobrevivió, el 7% de la etnia, fue salvado gracias a los esfuerzos y cuidados de Vicente y sus compañeros.

Vicente conocía que hacía décadas que los Tapayuna o «Beiço de Pau» («Labio de Palo», por el enorme disco de madera que introducen en el labio inferior de la boca) sufrían la persecución violenta de los frentes de expansión en el valle de los ríos de Sangre y Arinos, al norte de Mato Grosso.

Entre los años 1970-1975 trabajó junto a los indios Paresi. En 1971, junto con los padres Adalberto y Thomaz logró los primeros contactos pacíficos con los indios Mÿky, que eran apenas 23 personas a punto de ser exterminadas en el momento del contacto. Desde 1975, el Padre Tomaz y el Hermano Vicente pasaron a vivir en la aldea Mÿky y recibieron, respectivamente los nombres «Yaúka» y «Kiwxí». Poco a poco, sus corazones se fueron «indianizando».

Desde 1973-1974 realizaron varias expediciones para contactar otro pueblo «aislado», los Enawene Nawe. Eran apenas 97 indígenas en el momento del contacto en 1974. Hoy, gracias en parte a la vida entregada de Vicente son 1000. Estaban amenazados de extinción por los intereses ambiciosos de hacendados que querían robar sus tierras.

En 1975, Vicente Cañas hizo sus Últimos Votos en la aldea indígena de Zozoiterô, de la Misión de Diamantino, en Mato Grosso. Y a finales de 1975 se dedicó más plenamente a los Enawene Nawe. Desde junio de 1979 hasta junio de 1983, Kiwxí no se apartó de esta aldea. Entre 1979 y 1981 llegaron algunas personas laicas, mayoritariamente mujeres, para ayudarle.

Como misionero fue tan lejos como pudo en la obra de inculturación guiada por la Iglesia. Gradualmente se fue convirtiendo en uno de ellos, participaba en sus rituales, en la pesca, en los trabajos de plantación, en la recolección de miel, de frutas y de tubérculos, confeccionaba cestería, artesanía y utensilios propios. Se dedicó al aprendizaje de su lengua. Escribió un diario de gran valor antropológico con más de 3.000 páginas. En él se muestra su cuidado hacia las pequeñas cosas y también es posible vislumbrar que estaba amenazado de muerte.

Construyó una cabaña en el río Juruena, a unos 60 km de la aldea Enawene Nawe (1 día de camino). Allí se escondía de forma esporádica para sus «retiros», escuchar música clásica, organizar sus pensamientos y comunicarse con el mundo exterior como radioaficionado. Allí hacía también sus cuarentenas para no llevar enfermedades a la aldea, dejaba sus ropas de blanco y se vestía-desvestía de indio. De allí, Kiwxí, subía el río Juruena durante unas seis horas de lancha para llegar a la aldea de sus hermanos Enawene Nawe. Desde 1982 hasta su martirio en 1987, permaneció viviendo con ellos.

Vicente fue encontrado muerto unos 40 días después de su asesinato (según los informes de los forenses). Su cuerpo yacía momificado fuera de la barraca que había construido en el río Juruena. Los forenses en su informe dicen que el cráneo estaba roto por un golpe de borduna (palo grueso de madera hecho para golpear), que tenía también una perforación de arma blanca en el abdomen y que posiblemente lo castraron para que se desangrase. Milagrosamente los animales silvestres (buitres, raposas, tigres y pumas, etc.) no devoraron su cuerpo. Allí mismo fue enterrado, junto la barraca y en medio de la selva, dentro de la tierra indígena de sus hermanos Enawene Nawe que, gracias a su sangre derramada, por fin se consiguió demarcar.

Su memoria ha inspirado muchas instituciones e iniciativas en diferentes lugares y su sangre derramada ha germinado como semilla de vida en muchas personas misioneras que se encargaron de la causa de los pueblos indígenas. Dom Pedro Casaldáliga afirmaba de su amigo Vicente: «Es el misionero contemporáneo que llegó a mayor nivel de inculturación. Nació español, se nacionalizó brasileño y se inculturó Enawenenawe».

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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