No temer al dolor se convierte, en su caso, en una amenaza continua
Se puede caer y ni se inmuta. Se corta y como si nada. Se quema y no le causa impresión. Oliver Jebson es un niño británico de 3 años que tiene una extraña enfermedad por la que jamás siente dolor.
Cuando nació, los médicos no le dieron más de dos años de vida. Le diagnosticaron el síndrome de Cornelia de Lange, una dolencia que afecta a sólo uno de cada 50.000 niños y que además de provocar un retraso en el crecimiento supone que el dolor no forma parte de su vida. Tras varias operaciones, está a punto de cumplir cuatro años.
Oliver no siente dolor por nada, por eso la obsesión de sus padres es que no se golpee ni se caiga. El cuidado debe ser extremo porque el pequeño no es consciente del peligro al que se expone.
«El otro día se cayó y uno de los dientes se le clavó en el labio superior. Ni siquiera se inmutó», ha asegurado su madre al Daily Mail.
HISTORIAL CLÍNICO
Oliver fue diagnosticado de esta rara enfermedad cuando nació. El síndrome, descubierto en 1933 por la pediatra holandesa que le da nombre, es un trastorno malformativo congénito que causa un retraso del crecimiento pre y postnatal, así como un retraso mental, y que causa anomalías en el rostro y en las extremidades.
Los médicos dijeron a los padres que no cumpliría dos años de vida. Seis operaciones y decenas de ingresos hospitalarios después, Oliver Jebson se ha empeñado en desmentir a los doctores, ya da sus primeros pasos y pronuncia sus primeras palabras.
Pero aún le queda un largo camino por recorrer, según su padre:
«Cuando Oliver nació, no era más grande que una pequeña botella, y nos temimos lo peor. Parecía un pequeñito hombre viejo, pero desde entonces no ha dejado de sorprendernos».