El ámbito médico es el único en el que está permitido que la mujer saudí trabaje junto al hombre, ya que la legislación de este país prohíbe la mezcla de sexos en instituciones, fabricas y tiendas
Arabia Saudí ha pedido 100.000 enfermeras españolas. No es la primera vez. En una oferta anterior, un hospital de tercer nivel de Riad -la capital- solicitaba un centenar de profesionales con un sueldo de 3.500 euros netos al mes, y 3.750 si se trataba de especialistas.
Como requisitos, llevar al menos dos años graduado y saber inglés a nivel ‘first certificate’ o similar. Como ganchos adicionales, un contrato de un año renovable, 54 días de vacaciones y vuelos gratis de ida y vuelta.
Suena tentador, pero el Consejo General de Enfermería, que ha recibido ahora la masiva oferta del país asiático, rechazó el ofrecimiento por «la condición de la mujer» por esos lares.
Y las razones, que casi nadie dice en voz alta, son evidentes.
Rihab entró en la escuela de Enfermería llena de sueños y con la convicción de que su trabajo le permitiría cumplir una noble misión, pero hoy, a sus 26 años, esta joven se arrepiente de haber decidido ser enfermera en Arabia Saudí.
Al igual que Rihab, muchas de sus compañeras se sienten frustradas por el rechazo que sufren por parte de la conservadora sociedad saudí, al que se suma al constante acoso que padecen dentro de los hospitales.
«Desde que comencé a trabajar, sufro de manera permanente el acoso verbal y las miradas sucias de los hombres que visitan el hospital», explica Rihab, quien prefirió no dar su apellido.
El problema de esta mujer, que trabaja en un hospital privado, no es por desgracia un caso aislado, ya que el mismo problema lo han sufrido otras colegas de profesión.
«No tenemos una solución para contener el acoso y las provocaciones, salvo alejarnos», subraya Rihab, que se licenció hace cinco años.
Ni ella ni sus compañeras se han atrevido a presentar quejas formales contra ese maltrato.
«La protesta solo nos perjudicaría más, ya que la noticia llegaría hasta nuestras familias, y la mayoría de las enfermeras ya tienen problemas para convencer a sus familiares de que las dejen trabajar en esta profesión», explica otra sanitaria, identificada como Rasha, de 29 años.
Ella considera que esta situación se genera porque la sociedad saudí no está acostumbrada a que la mujer desempeñe ese trabajo.
Mayoría filipina
«La aplastante mayoría de las enfermeras en Arabia Saudí son de nacionalidad filipina, y las saudíes solo entraron en los últimos años en esta profesión. La sociedad requiere de algún tiempo para acostumbrarse a esto».
Rasha, que explica que deben cubrirse el rostro con un velo mientras desempeñan su labor, responsabiliza a los medios de comunicación de tener parte de culpa en su desprestigio, al publicar noticias sobre «relaciones pecaminosas» dentro de hospitales entre enfermeras y médicos, o entre ellas y algún paciente.
Esa reputación incluso daña sus posibilidades de contraer matrimonio:
«Ya que los jóvenes me rehuyen inmediatamente cuando se enteran de que soy enfermera. Nadie desea que su esposa sufra a diario faltas de respeto».
Rasha recuerda con frustración que un joven estaba entusiasmado con la idea de casarse con ella, pero sus amigos y parientes se mofaron de él y lo criticaron hasta el punto de obligarlo a poner fin al noviazgo.
Esta situación ha impulsado a muchas a abandonar la enfermería y trabajar en otro ámbito.
«Tres de mis colegas no soportaron lo que viven, dejaron sus trabajos y decidieron buscarse otros o quedarse en sus hogares», concluye Rasha.
El ámbito médico es el único en el que está permitido que la mujer saudí trabaje junto al hombre, ya que la legislación de este país prohíbe la mezcla de sexos en instituciones, fabricas y tiendas.
Según cifras oficiales publicadas recientemente por el diario saudí «Al Sharq al Awsat», alrededor del 50 por ciento de las saudíes licenciadas en Enfermería abandonaron la profesión durante el año 2011.
El número total de enfermeras saudíes alcanza un total de 18.911, según el diario árabe «Al Hayat».
Optimista
«Mi padre y mis hermanos intentan convencerme para que abandone mi trabajo, pero yo insisto en continuar y desafiar las circunstancias. Nosotras somos la primera y la segunda generación que trabajan en esta profesión, por lo que este desprecio hacia nosotras cambiará con el paso del tiempo», indica Maram, de 24 años.
Aunque no sean abundantes, en algunos casos las familias apoyan a las jóvenes enfermeras, como a Salma, quien asegura que su padre la respalda con fuerza y la alienta a proseguir con su carrera profesional.
«No se opuso en absoluto a mi ingreso en la facultad de Enfermería, porque es un hombre abierto y consciente, aunque de todas formas continúa aconsejándome y preocupándose por mí».
UN TESTIMONIO ESPAÑOL
Amaia Ibarrola, navarra de 31 años, es una de las valientes mujeres que han hecho las maletas, y se ha marchado a Arabia Saudí. Lleva un año trabajando en el King Faisal Specialist Hospital de Riad.
«Aquí cobro 3.500 euros y haciendo guardias saco 4.000 o 4.100, con el añadido de que Arabia está libre de impuestos», cuenta Amaia entusiasmada.
«El alojamiento está pagado por el hospital, así que solo gasto en internet y en la comida, que es muy barata».
Eso sí, Arabia Saudí es un país islámico y las condiciones en las que vive la mujer distan mucho de asemejarse a lo que una española podría estar acostumbrada. Pero Amaia dio un paso al frente y, de hecho, incita a sus compañeras a que hagan lo mismo.
«Lo que tiene en contra es la vida social. Es un país muy hermético. Las mujeres tenemos que llevar una “abaya” (túnica negra desde el cuello hasta los pies) con un pañuelo negro en la cabeza», cuenta.
«De hecho, hay policías religiosos, los “mutawa”, que pasean por los centros comerciales para comprobar que estés cubierta».
¿Y en el trabajo? «No uso “abaya”, pero no puedo enseñar los brazos ni las rodillas ni utilizar jeans o ropa ajustada».
Estas son las condiciones y Amaia las aceptó: «Hay que tener claro a dónde vas, Arabia Saudí tiene sus leyes, no podemos conducir ni hablar con hombres». Y pese a todo «yo lo recomendaría, no es Europa, pero tampoco es un infierno, estoy contenta».
Amaia cobraba en España una media de 1.800 a 2.000 euros al mes. El salario ha sido su principal motivación.
«Trabajamos más horas, 44 a la semana, pero tenemos 54 días de vacaciones».