A los 18 años Katie Stubblefield llevó una escopeta a su mentón y disparó. En lugar de morir, perdió la cara

Un trasplante de rostro le dio una segunda oportunidad a esta joven que intentó suicidarse

Tres años más tarde se convirtió en la paciente más joven que recibió un rostro nuevo. National Geographic documentó todo el proceso

Un trasplante de rostro le dio una segunda oportunidad a esta joven que intentó suicidarse
Katie Stubblefield NG

A los 21 años, luego de haber sobrevivido tres sin nariz, con la vista dañada y aquejada de pérdida motriz por el traumatismo cerebral que sufrió al intentar suicidarse de un disparo de escopeta a la cabeza, Katie Stubblefield se convirtió en la paciente más joven que recibió un trasplante de cara.

Una operación de 31 horas en la Clínica Cleveland, de Ohio, en la que trabajaron 11 cirujanos y numerosos especialistas, Katie recuperó «la que quizá sea la parte más distintiva de nuestro cuerpo y la naturaleza misma de la identidad humana», según sintetizó National Geographic, que dedicó su nueva tapa a su historia: un rostro.

En esos tres años los motivos que la llevaron a querer terminar su vida —un abandono amoroso, la súbita pérdida de trabajo de sus padres, dos cirugías por sus problemas gástricos— se dejaron ver bajo una luz diferente, y sus días volvieron a tener sentido para ella.

«Llegar a este punto de recuperación ha sido a veces un camino difícil de transitar, pero me siento agradecida de que haya existido un camino«, dijo tras la operación, en marzo de 2017, según documentó la clínica en su sitio.

«Siento gratitud eterna por el cuidado que este hospital me ha dado y continúa dándome en mi viaje de recuperación y cura», agregó la joven, según recoge infobae.

«Decir que mis cirujanos, médicos, enfermeros y cuidadores son ‘de primera’ sería quedarme corta. Y para mi donante y su familia: las palabras no pueden expresar mi valoración de este regalo increíble«.

Portada del National Geographic

Portada del National Geographic

Durante dos años, National Geographic siguió a Katie, su familia, la familia de la donante y los médicos de Cleveland Clinic para crear este reportaje —y también un documental— sobre la persona número 40 que recibió una cara en el mundo, y en ese mismo hospital de Ohio donde, en 2008, la investigadora Maria Siemionow completó el primer trasplante facial en Estados Unidos.

Alesia y Robb Stubblefield, los padres de Katie, aceptaron con alegría que su hija quisiera mostrar la historia de la transformación de lo que llamaba su «cara de Shrek», aunque —como advirtió la revista sobre el texto de Joanna Connors y las fotos de Maggie Steber y Lynn Johnson— mucho del material es difícil de procesar. «Las fotografías de Katie antes de la operación son especialmente duras. Las imágenes de la propia intervención pueden impresionar a algunos lectores. Pero estamos contando esta historia porque es importante», señaló la directora de National Geographic, Susan Goldberg.

Antes de su operación Katie Stubblefield conoció a dos transplantados faciales, Shaun Fiddler y Connie Culp. (Maggie Steber/National Geographic)

Antes de su operación Katie Stubblefield conoció a dos transplantados faciales, Shaun Fiddler y Connie Culp. (Maggie Steber/National Geographic)

«Quería que la gente supiese lo asombrosa que es esta intervención y lo bella que es la vida», explicó Katie. «En resumen, quiero ayudar a otras personas».

La historia, «sobre ciencia de vanguardia», como presenta Goldberg, es también el resultado de dos tragedias. El intento de suicidio de Katie, «un disparo que le destrozó la nariz, la boca, la mandíbula, la cara, parte de la frente y casi toda la visión». Y la muerte por sobredosis de Adrea Schneider, a los 31 años.

La cirugía de Katie Stubblefield llevó 31 horas. (Lynn Johnson/National Geographic)

La cirugía de Katie Stubblefield llevó 31 horas. (Lynn Johnson/National Geographic)

La abuela de Adrea, Sandra Bennington, debió tomar la decisión extraordinaria de donar su rostro. «Fue difícil, pero pensé: ‘Dios mío, una chica tan jovencita que necesita una cara. Sería maravilloso’. Simplemente me pareció que era lo debido», dijo la mujer.

El relato comienza con ese rostro.

«La cara reposa sobre una bandeja quirúrgica. Los ojos, vacíos y ciegos; la boca, abierta, como exclamando: ‘¡Oh!’. Por un instante, la cara reposa con expresión pasmada. Cirujanos, residentes y enfermeros, mudos de pronto, la observan impresionados mientras profesionales médicos, como si de unos paparazzi extrañamente educados se tratase, se acercan cámara en mano para documentar el momento. La cara, ya sin riego sanguíneo, palidece. Cada segundo que pasa separada del cuerpo se asemeja más a una máscara mortuoria del siglo XIX», escribió Connors en su artículo, «La nueva cara de Katie, un transplante facial histórico«.

Adrea Schneider, la donante de órganos, cuya cara recibió Katie. (Familia Bennington/National Geographic)

Adrea Schneider, la donante de órganos, cuya cara recibió Katie. (Familia Bennington/National Geographic)

Frank Papay, el cirujano que la traslada desde el quirófano donde dejó de pertener a la donante hacia el quirófano donde la espera Katie, mira la cara. «Es asombroso, piensa, lo que algunas personas deciden hacer por el prójimo: donarles el corazón, el hígado, incluso el rostro. Pronuncia para sí mismo una oración de agradecimiento y lleva la cara hacia su nueva vida».

Adrea donó su corazón a una mujer de 60 años; su hígado, a un hombre de 66; el pulmón derecho a una mujer de 51 años y el izquierdo a otra de 62. También donó los riñones y las córneas. El útero se dedicó a la investigación sobre infertilidad.

Katie Stubblefield con sus padres, Robb y Alesia. (Maggie Steber/National Geographic)

Katie Stubblefield con sus padres, Robb y Alesia. (Maggie Steber/National Geographic)

Y la cara, por el financiamiento del Departamento de Defensa de los Estados Unidos (los seguros de salud no cubren los transplantes de cara por considerarlos experimentales) fue para Katie. El Instituto de Medicina Regenerativa de las Fuerzas Armadas espera mejorar, a partir de la experiencia de esta joven, los tratamientos de militares heridos en combate.

Luego de un par de docenas de intervenciones quirúrgicas que llevó su recuperación del disparo, los médicos le dijeron a Katie que podían comenzar a pensar en un transplante de cara. Ni ella ni sus padres se habían enterado de que desde 2005, cuando Isabelle Dinoire, desfigurada por el ataque de su perro, había recibido un rostro nuevo en Francia, tal cosa era posible.

Katie Stubblefield antes del transplante. (Maggie Steber/National Geographic)

Katie Stubblefield antes del transplante. (Maggie Steber/National Geographic)

«La cirugía incluyó el transplante del cuero cabelludo, la frente, los párpados superiores e inferiores, las cuencas de los ojos, la nariz, la parte superior de las mejillas, la mandíbula, los dientes, parte de los nervios faciales, los músculos faciales y la piel, con lo que se reemplazo de manera efectiva el 100% del tejido facial de la paciente», reseñó en su momento el parte médico.

Katie recuperó funciones básicas como masticar, hablar y ver mejor. Le quedan por delante más cirugías y una vida de medicamentos para evitar que su sistema inmunológico rechace su rostro. «Pero también podrá salir a la calle y compartir con todos aquellos jóvenes que se ven incapaces de seguir viviendo un importante mensaje que aprendió a un precio muy alto: ‘Cualquier cosa que nos pase en la vida se puede superar. La vida es un regalo precioso'», dijo a la revista.

VÍDEO DESTACADO: Este hombre recibió el trasplante del rostro de otro individuo que sufrió una tragedia similar

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