Antes de los 30, las razones que llevan a recurrir a las prótesis de mama son principalmente de volumen
Lo útimo, que a más de uno le habrá dejado de piedra porque cuesta entenderlo, es que la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha decidido absolver a los responsables de la revista «¡Qué me dices!» al concluir que las fotografías en las que aparecía la exmodelo Nati Abascal haciendo top-less en una playa de Huelva, publicadas en mayo de 2007, eran de interés público.
Cuando se echa la vista atrás y se ven las fotos de Nati en 1972, cuando posó para PlayBoy, uno entiende que aquellas imágenes espléndidas si merecen la pena, lo que no se puede decir de las que le hicieron a hurtadillas en 206, cuando la antigua Duquesa de Feria tenía ya 63 años, por muy elegante que sea y mucho que se cuide.
En cualquier caso, el debate está abierto. Hace un par de veranos, Sharon Stone tuvo que defenderse con uñas y dientes, a través de sus agentes, de todos los que criticaron su posado en «topless» para la revista «Paris Match», alegando que ya no tenía edad para mostrar determinadas partes de su anatomía.
Había cumplido 51 años, y del reportaje se podían extraer dos datos: que los pechos de la actriz no tenían nada que envidiar a los de muchas jovencitas y que los únicos retoques eran de procedencia digital.
«Realmente me sorprendió que todo el mundo se escandalizara al verme tan tranquila y sin ningún tipo de vergüenza cuando miraba a la cámara desnuda. Las mujeres deben tener el control sobre ellas mismas y confiar en su valía».
Los que juzgaron a Stone debieron enmudecer al ver a la actriz Helen Mirren, de 65 años -y miembro oficial de la tercera edad-, posando desnuda recientemente en el interior de una bañera para «New York Magazine».
Su extensa filmoteca también permite constatar que sus pechos son 100% naturales. Ya en su primera película, «Age of Consent» filmada en el año 1969, la actriz protagonizaba un desnudo casi integral, y ante la obligada comparativa sólo se constata el paso natural del tiempo.
No en vano, mostrar los pechos en la arena no es una práctica habitual en Estados Unidos. Ni legal. Prueba de ello es que todos los años, dos centenares de mujeres se manifiestan por las calles de Los Ángeles en el llamado «Día nacional del ‘‘topless»».
«Sólo queremos tener algunas playas ‘‘topless» en la ciudad», aseguraba Kate, que encabezó la marcha y subrayó que «estamos luchando por la igualdad de género y por los mismos derechos que los hombres, algo que ahora es inconstitucional».
Las manifestantes tuvieron que solicitar un permiso especial para protagonizar su marcha, y aunque iban con los senos al aire, no se les permitió mostrar sus pezones, por lo que tuvieron que pintarse una gran equis roja sobre ellos para no ir en contra de las ordenanzas.
Los posados de Sara
En España esta polémica parece superada, si bien sigue sin resolverse el tema del nudismo. Pero ese es otro cantar.
Lo cierto es que el famoso «topless» robado a la duquesa de Alba en 1984 en una cala ibicenca, los numerosos posados de Sara Montiel desde la cubierta de distintas cabeceras, las imágenes «au naturell» de Naty Abascal en 2006, cuando ya pasaba los 60 y, más recientemente, los chapuzones sin complejos de Carmen Lomana, han dejado nuestras retinas algo más inmunes al desnudo femenino.
Probablemente sean más celosas de su intimidad aquellas sobre las que pulula la sospecha del implante mamario, que, a partir de cierta edad, es mucho más evidente, y ya no puede atribuirse a la buena genética.
De todas las mencionadas anteriormente, la única delantera «sospechosa» es la de Naty Abascal. Su breve aparición en 1971 en la película «Bananas» de Woody Allen y su inmediato «topless» en la revista «Play Boy» son dos chivatos de rigor.
Por aquel entonces, la sevillana no podía imaginar que cuarenta años después su anatomía fuera a ser objetivo de los paparazzi.
El quizá excesivo tamaño de sus pechos, el paso del tiempo y la inexorabilidad de la ley de la gravedad, evidencian, al menos, un reposicionamiento mamario en toda regla.
Hasta ahora, las «abuelas» parecían estar a salvo del debate naturales o siliconadas. Pero no hay que olvidar que los primeros implantes de pecho se comenzaron a colocar a finales de los 60 y que muchas de las pioneras de la silicona son ahora señoras de más de 70.
Implantes mamarios
Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética en 2009, y sólo en España, se realizaron más de 55.000 implantes mamarios. Basta recurrir a la calculadora y multiplicar por 30 (el número de años durante los que esta práctica viene siendo habitual en nuestro país) para determinar que más de millón y medio de mujeres llevan prótesis.
¿Cuántas de ellas habrán cumplido ya los 60?, ¿resultan naturales o chirrían cuando se las mira en conjunto?
Lo primero es determinar lo que se considera natural a partir de los 60. El pecho es una de las regiones del cuerpo que antes acusa el envejecimiento prematuro y la piel que lo cubre es extremadamente fina y sensible.
No es de extrañar, se trata de un glándula suspendida en el vacío cuyo único sostén es la piel que lo rodea y ya a partir de los 40 años, como señala la especialista, «la piel pierde densidad y hace su aparición la flacidez por falta de tono en la musculatura pectoral y por la pérdida de elasticidad en las fibras de colágeno y elastina de la piel».
El paso del tiempo no perdona, y se ceba especialmente en los senos de mayor peso y tamaño; a nivel dérmico, la piel de esta zona tiende a presentar flacidez y estrías, y a nivel muscular, se produce un distendimiento de los ligamentos que redundan en el efecto de caída de los senos» concluye esta experta.
Sin una buena cirugía reconstructiva es del todo imposible combatir la flacidez y la caída.
Antes de los 30, las razones que llevan a recurrir a las prótesis de mama son principalmente de volumen, o en algunos casos especiales, por patologías significativas de la mama.
A partir de los 40, sin embargo, lo que se busca es el reposicionamiento mamario. ¿Hasta qué edad? No parece haber límites.
«Siempre que el estado de salud sea bueno se puede realizar cualquier tipo de cirugía mamaria y cada vez son más las mujeres que una vez cumplidos los 60 e incluso los 70 vienen a la consulta para ponerse implantes o rejuvenecer su contorno pectoral, y aunque algunas llegan acompañadas por sus parejas, en muchos casos se trata de viudas recientes que sienten que por fin, pueden hacer con su cuerpo lo que quieran».
A estas edades, además, se cuenta con una ventaja añadida, ya que lo más probable es que no sea necesario cambiar los implantes hasta pasados veinte años, como los especialistas recomiendan.
«Si, además, se opta por el gel cohesionado de silicona en lugar de utilizar los de suero -que tienen una menor durabilidad-, lo más seguro es que no haya que volver a intervenir», añade el experto.
Aspecto natural
¿Envejece igual el pecho operado, o el paso del tiempo es más benévolo? Como explica el doctor Gómez Bravo -director de la unidad de cirugía plástica de la Clínica Ruber de Madrid-, «una mujer de 60 o 70 años puede tener el pecho operado desde los 30 y poseer un aspecto completamente natural.
De ello dependen distintos factores, como las características de elasticidad de la piel, el tipo de implante y su ubicación». La colocación submuscular parece ser la mejor garantía:
«En algunas pacientes, el paso del tiempo no afecta excesivamente a la forma mamaria, mientras que otras pueden requerir con el tiempo una pequeña mastopexia que ajuste el descolgamiento cutáneo y glandular que se pueda ir produciendo».
PUESTA A PUNTO
Las recomendaciones durante el verano para los pechos recién operados son claras. Como explica el doctor Pérez de la Romana –cirujano plástico del centro médico que lleva su nombre–, «las prolongadas exposiciones del pecho al sol siempre dañan la piel, pero, en estos casos, hay que extremar las precauciones evitando el “toque directo del sol” para prevenir la pigmentación de las cicatrices, que podrían hacerse más evidentes».
Pasado el primer año, ya no hay riesgo de coloración anormal y es cuando llega el momento, si se desea, de presumir de pecho sin complejos.
El quid de la cuestión radica en comprobar si el rostro, el cuello o el estado de las manos acompañan.
¿Tienen que cuidarse más las mujeres que llevan implantes?
Obviamente sí.