Entrevista / Mohamed VI Rey de Marruecos

clipping

«Se ha restablecido el respeto mutuo entre España y Marruecos»

, Domingo, 16 de enero 2005
Por Jesús Ceberio e Ignacio Cembrero
El País
16/01/05

De pronto, en medio del pedregal que rodea Ouarzazate, la ciudad llamada "puerta del desierto", aparece como un espejismo una residencia real, de reducido tamaño para los usos locales, con vistas a un lago que embalsa las aguas de la vertiente sur del Atlas y junto a un improbable campo de golf.

Es allí, a 225 kilómetros de Marraquech, donde el rey Mohamed VI, que preside unas jornadas sobre turismo, ha citado a EL PAÍS para su primera entrevista con la prensa española desde que accedió al trono. La inminente visita de Estado de los Reyes de España a Marruecos, que se inicia mañana, y la imagen dañada por la participación de algunos de sus súbditos en graves atentados cometidos en Europa, el más sangriento de ellos en Madrid, el pasado 11 de marzo, han incitado al monarca, según reconoce él mismo, a recibir a este periódico. Mohamed VI, de 41 años, fue entronizado en julio de 1999.

El primer lustro de su reinado estuvo marcado, entre otras cosas, por una grave crisis diplomática con España que duró 20 meses. Ambos países rozaron el enfrentamiento armado cuando estalló la disputa sobre el islote de Perejil (Turah en la denominación marroquí). La cumbre de Marraquech, en diciembre de 2003, siendo aún presidente José María Aznar, mejoró algo la relación.

La victoria electoral socialista, en marzo pasado, creó un nuevo clima entre Madrid y Rabat. Pasada la hilera de antiguos esclavos, ahora servidores reales, en las puertas de la residencia, el director y los periodistas de EL PAÍS esperan al soberano en un discreto salón, en compañía de sus más íntimos colaboradores. Allí están Fuad Alí Himma, ministro adjunto de Interior y antiguo director del Gabinete real; Fadel Benyaich, de madre granadina, asesor real para asuntos relacionados con España, y Mohamed Rochdi Chraibi, jefe del gabinete del monarca.

Son los antiguos compañeros de Mohamed VI en el colegio real de Rabat y figuran ahora entre los hombres más influyentes de Marruecos. De sopetón los tres se levantan. Falsa alarma. Es el príncipe Mulay Rachid, hermano del Rey, que irrumpe en el salón para saludar a los huéspedes. Minutos después llegará, puntual y sin ningún protocolo, Mohamed VI.

Hasta en eso el nuevo Rey se diferencia de su padre, Hassan II, que hacía esperar días hasta recibir a los que había dado cita si es que la audiencia no era finalmente cancelada. Mohamed VI habla un castellano fluido. No en balde su padre se empeñó en que él y su hermano tuvieran una niñera española.

Pero sus idiomas de trabajo son el francés y el árabe. De ahí que salude a sus huéspedes en castellano, pero opta por el francés en la entrevista, con alguna breve incursión al español. Sentado en un sofá de mimbre, en el porche de la residencia, contesta a todo el cuestionario remitido por este periódico.

Sólo rehúsa responder a una pregunta sobre Ceuta y Melilla. Mohamed VI no quiere, por cortesía, en vísperas de la visita real española, poner en aprietos a su "tío" don Juan Carlos reiterando la histórica reivindicación marroquí sobre ambas ciudades.

El soberano se sale del cuestionario para hacer un encendido elogio del ex presidente Felipe González, al que describe como un "auténtico amigo" de Marruecos. En su opinión, es él quien ha ayudado a José Luis Rodríguez Zapatero a comprender a Marruecos. "Le admiro mucho y con él", recalca, "nos unen fuertes lazos de amistad".

Pregunta. ¿Por qué ha tenido que transcurrir un cuarto de siglo para que los Reyes de España hagan una visita de Estado a Marruecos?

Respuesta. Es verdad que la última visita de Estado, que revistió un carácter excepcional, tuvo lugar en 1979, pero el Rey y la Reina de España han viajado a Marruecos en otras ocasiones. Vinieron en 1991; el Rey acudió solo, en julio de 1999, al cumpleaños de mi padre, que Dios guarde su alma, y también vino poco después para sus funerales.

Con esto le estoy diciendo que hay una relación, una imbricación, intensa entre nuestros dos países y entre ambas familias reales. Tengo una auténtica admiración por la pareja real española, que encarna para mí lo más positivo de la España actual. Valoro su manera de ser y de actuar, su sensibilidad humana. El hecho de que sean queridos por todos los estamentos de la sociedad española demuestra hasta qué punto la monarquía es popular.

He tenido la oportunidad de ir varias veces a España, privadamente y de forma oficial. Viví en La Zarzuela durante cinco días y me sentí como en mi propia casa. Mantengo excelentes relaciones con el príncipe Felipe. Lo único que lamento es no haber podido acudir a su boda. Coincidió con una cumbre de jefes de Estado en Túnez. Además, nuestra tradición dinástica no permite al Rey acudir a bodas ni funerales en el extranjero. Me hubiese gustado, sin embargo, compartir con la familia real y el pueblo esa celebración.

P. ¿Contribuye esta visita a salvar algunas diferencias que ha habido en los últimos años?

R. No ha habido tales diferencias. Incluso cuando las cosas no iban bien entre ambos países, entre ambos gobiernos, nunca se interrumpió mi contacto con el Rey de España. No sólo para hablar de asuntos conflictivos, sino para tocar temas más agradables. Cuando sentí la necesidad, nunca dudé en coger el teléfono y llamarle incluso en momentos de crisis grave.

P. Tras cinco años de reinado es pronto para hacer un balance. La prensa internacional ha destacado en su activo la introducción de un nuevo código de familia que contribuye a equiparar a las mujeres con los hombres.

R. Los medios de comunicación extranjeros han atribuido importancia al nuevo código de la familia porque era un tema de actualidad y algunos círculos occidentales también le han brindado una buena acogida. Pero no ha sido, ni mucho menos, la única reforma que he emprendido. Las reformas abarcan desde el código electoral hasta el de trabajo, pasando por el realce de la cultura bereber o la reestructuración del ámbito religioso.

También quiero decirle que no paso el tiempo recapitulando las reformas que he llevado a cabo. Son muchas. Creo que una reforma debe ser desarrollada cuando ha llegado el momento. Es verdad que el código de familia reviste una importancia particular. La primera vez que, como Rey de Marruecos, me dirigí a la nación hablé ya de la mujer.

Dije que era aberrante que la mujer, que supone algo más de la mitad de la población, sea marginada en la sociedad. Es una tarea a la que me dediqué desde el principio, aunque llevó un cierto tiempo rematarla. Era importante lograr un consenso en torno al nuevo código. Si hubiese surgido algún bloqueo, no estaríamos donde estamos. Me agrada que haya hablado del código de la familia y no del código de la mujer, porque no hay que poner a la mujer de un lado y al hombre de otro. En una familia ambos son responsables conjuntamente.

P. Otra iniciativa inédita en el mundo musulmán han sido las comparecencias públicas, que empezaron en diciembre, de víctimas de la represión política del periodo 1956-1999. Contaron en directo, ante las cámaras de televisión, los secuestros y torturas que padecieron. Algunos han señalado que se corre el riesgo de deslegitimar las instituciones sobre las que está asentado Marruecos...

R. El objetivo es reconciliar a Marruecos con su pasado. El pasado forma parte de la historia de Marruecos. Se trata de no olvidarlo. Las comparecencias públicas se desarrollan con dignidad. Estoy convencido de que los objetivos de la Instancia Equidad y Reconciliación

[IER, organismo encargado del resarcimiento de las víctimas] son compartidos por los marroquíes y servirán para labrar el futuro de sus hijos. Tengo total confianza en las personas que están al frente de la IER. Sus iniciativas no están entre las que suscitan la desunión, según dicen algunos, ni provocan resentimiento, como pretenden otros. Sirven para consolidar la monarquía y la democracia en nuestro país y anclarlo definitivamente a los principios universales de los derechos humanos.

Este proceso no arrancó de la noche a la mañana. Fue iniciado por mi padre, que Dios guarde su alma, en 1990 con la creación del Comité Consultivo de los Derechos Humanos. Hubo después la amnistía general de 1994 y, más tarde, se puso en marcha la indemnización de las víctimas. El resto, ya lo conoce. Lleva tiempo, pero lo estamos consiguiendo.

P. Otros consideran que la iniciativa es insuficiente porque los testigos no pueden dar los nombres de sus verdugos.

R. Por supuesto, no estoy de acuerdo. Insisto, no es, en contra de lo que sostienen algunos, una iniciativa que va a partir en dos a Marruecos. No hay jueces ni personas juzgadas. No estamos ante un tribunal. Para nosotros se trata de examinar, sin ningún complejo y sin vergüenza, esa página de nuestra historia. A partir de ahí podremos avanzar en mejores condiciones.

Gentes que no guardan relación alguna con el auténtico militantismo, y que han convertido los derechos humanos en su negocio particular, quieren impedir que trabajemos, que progresemos y que respondamos a las aspiraciones de los marroquíes. Creo que ha llegado la hora de cambiar de argumento y decirles: Escuchen, ahora que este problema está siendo aclarado, no tenemos ya ningún complejo en este ámbito.

P. Los países que han llevado a cabo una transición democrática han acabado adoptando una nueva Constitución en la que el poder ejecutivo responde ante el legislativo. ¿Es previsible que Marruecos se convierta en una monarquía parlamentaria a la europea?

R. No. No hay que trasponer el modelo de las monarquías europeas. Tenemos nuestras especificidades y nuestras obligaciones que definen el camino que recorreremos en el futuro. Pero nuestra Constitución no está petrificada. En los últimos 40 años hemos tenido cuatro constituciones y varias enmiendas.

P. ¿Qué ha cambiado en su reinado con relación al de su padre, el rey Hassan II?

R. Probablemente el estilo. Mi padre decía refiriéndose a mí: "Él es él y yo soy yo". Cada uno tiene su estilo, su forma específica de trabajar. Pero lo importante es el objetivo. Se dónde quiero ir. Mi padre, que Dios guarde su alma, también lo sabía y sabía hasta dónde quería llegar. Y ese objetivo sigue siendo el mismo: trabajar para el progreso y el bienestar de Marruecos.

P. Un partido legal con un referente religioso obtiene excelentes resultados allí donde se presenta a las elecciones en Marruecos. Un movimiento islamista, tolerado pero no legal, muestra una gran capacidad de movilización. ¿Es mayoritaria la sensibilidad islamista en la sociedad marroquí?

R. Marruecos no es un país laico. Es un reino en el que el islam es la religión de Estado. Nada de extraño, por tanto, que el conjunto de los partidos políticos, y no sólo uno de ellos, se apoye en esa referencia, aunque algunos lo hacen de manera más pronunciada que otros. A lo largo de los siglos se ha desarrollado aquí un islam tolerante, de apertura y de respeto al prójimo.

Este islam está presente en nuestra vida cotidiana. Con los poderes que me otorga la Constitución vigilo que sea perenne. También velo sobre las libertades públicas, de las que soy garante, para que el ámbito político esté abierto a todas las sensibilidades siempre que respeten escrupulosamente las reglas democráticas y los principios fundamentales del país.

P. En algunos países árabes, como en la vecina Argelia, hay grupos integristas radicales violentos. ¿Teme que pueda suceder algo parecido en Marruecos?

R. Creo que es una amenaza no sólo para el mundo musulmán. El riesgo es hoy en día tan elevado en los países europeos como en la orilla meridional del Mediterráneo. Miren lo que pasó en Madrid en marzo.

Los atentados fueron cometidos por marroquíes de origen, pero, de hecho, estaban asentados en España desde hace años, tenían papeles, algunos estaban incluso casados con españolas. En resumen, parecían perfectamente integrados en la sociedad española. Hablemos también de lo que sucedió en Holanda

[el asesinato, en noviembre, del cineasta Theo van Gogh por un islamista inmigrante]. El autor es marroquí pero también holandés porque nació, se crió y se educó en los Países Bajos.

Holanda era citada como uno de los mejores modelos de integración de la inmigración. Nosotros propusimos a los holandeses enviarles clérigos para ayudarles a que su población musulmana mantuviese una orientación religiosa adecuada. Holanda siempre se negó a ello con el argumento de que, aunque eran marroquíes de origen, se habían convertido en ciudadanos holandeses.

No podían, por tanto, permitir a Marruecos inmiscuirse en su vida religiosa, cultural, etcétera. Es una decisión que comprendemos. Respetamos la soberanía holandesa. El terrorismo nos acecha a todos y debemos cooperar para combatirlo juntos.

Es verdad que Argelia ha sido un país especialmente azotado por el terrorismo. He de decir que sus autoridades están haciendo frente con inteligencia a este fenómeno. El problema no está aún enterrado, hay todavía escaramuzas, pero creo que Argelia está en el buen camino para vencerlo.

P. ¿Le preocupa el coste que puede tener para la imagen de Marruecos que personas nacidas en su suelo perpetren atentados?

R. Sí, y es uno de los motivos, junto con la próxima visita de los Reyes de España, por el que acepté conceder esta entrevista. Quisiera que los españoles sepan que comprendo perfectamente que la imagen de Marruecos suscite recelos en la opinión pública después de lo que pasó el 11-M. Alabo la sabiduría con la que reaccionó la sociedad española.

Ha sido muy comedida en un momento tan brutal y doloroso. Que los turistas españoles sigan siendo tan numerosos en Marruecos pone de relieve su gran sensatez. Ni que decir tiene que los marroquíes condenan el terrorismo, cualquiera que sea la nacionalidad de sus autores. Pero el hecho de que los atentados fueran perpetrados por personas de origen marroquí ha supuesto para mí y mis compatriotas un gran golpe moral.

P. Después de los atentados que sufrió Casablanca, en mayo de 2003, más de 2.000 personas han sido juzgadas en Marruecos por terrorismo, según el Ministerio de Justicia. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos denuncian que la represión estuvo salpicada de excesos. ¿No fue desproporcionada la respuesta?

R. Voy a contestar a esta pregunta con cierto distanciamiento. Hay que comprender que después de lo que sucedió la reacción haya sido un poco exagerada. Sospecho que incluso en España pudo haber, acaso, una reacción en cadena [después de los atentados de Madrid]. Volviendo a Marruecos, no cabe duda de que hubo detenciones arbitrarias. Hemos detectado una veintena. Estos excesos han sido también señalados por ONG y por el Comité Consultivo de Derechos Humanos

[organismo oficial de asesoramiento del Ejecutivo]. Ahora estos casos están siendo examinados por los tribunales. Quiero aprovechar para alabar a las fuerzas de orden público y a la policía marroquí. Son gentes que trabajan en condiciones precarias.

No poseemos los medios que ustedes tienen en España. A pesar de esas condiciones, se les ha exigido que estén, después de los atentados, permanentemente movilizados. Hay que tratar a toda costa de que no se reproduzcan hechos parecidos.

P. Con la llegada de un nuevo Gobierno al poder, en abril, la diplomacia española ha modificado su enfoque sobre el contencioso del Sáhara. ¿Qué opina de ello?

R. Quisiera decir, ante todo, que sé que existe un cierto resentimiento, en algunos círculos políticos españoles, sobre el Sáhara, pese a que, quiero también subrayar, el territorio fue recuperado en 1975 de manera legal y pacífica. Deseo que España, que tuvo presencia en el Sáhara, nos ayude de manera constructiva, practicando una política de neutralidad positiva como lo hacen otros países amigos.

Es un asunto del que he hablado en múltiples ocasiones con sucesivos gobiernos españoles. Les he instado a ser nuestro socio en la búsqueda de una solución para el problema del Sáhara teniendo en cuenta, eso sí, que el territorio es marroquí. No hay que olvidar que hay saharauis para los que la marroquinidad del Sáhara no ofrece dudas. Ni yo ni el pueblo marroquí aceptaremos nunca ceder la soberanía de Marruecos sobre esas provincias.

P. ¿Qué solución preconiza para el territorio tras la dimisión del norteamericano James Baker, emisario para el Sáhara Occidental del secretario general de la ONU?

R. Para nosotros hay que negociar una solución política. Desde 1996 numerosos países han invitado a Marruecos, y a las otras partes implicadas en el problema, a buscar una vía alternativa al referéndum convencional previsto en el plan de 1991 y cuya inaplicabilidad era ya entonces manifiesta. Hemos aceptado, por tanto, la solución política, que también se llama tercera vía y que consiste en permitir a la población concernida gestionar sus asuntos en el marco de la soberanía de Marruecos. Actualmente, con la mejor fe del mundo, buscamos con la ONU hacer avanzar esa solución política negociada.

P. ¿A qué se debe el incremento de la tensión entre Marruecos y Argelia desde el pasado verano?

R. A grandes rasgos tenemos una buena relación bilateral con Argelia. Hay que tener muy presente que la seguridad de Argelia es primordial para Marruecos. En lo que concierne, por ejemplo, a la vigilancia de las fronteras siempre hemos trabajado conjuntamente para evitar que grupos armados argelinos puedan encontrar cobijo en Marruecos.

La relación personal entre el presidente Buteflika y yo es excelente. Dicho esto, hay una gran diferencia entre lo que dice Argelia y lo que hace. No se puede, por un lado, afirmar como un simple miembro de la ONU su apego a posiciones de principio, como la autodeterminación, y, por otro, llevar a cabo una virulenta campaña contra Marruecos siendo parte involucrada en el conflicto. Lo primero es normal, lo segundo no lo puedo comprender. Buteflika, en tanto que presidente de Argelia, y yo mismo, como Rey de Marruecos, debemos trabajar para limar asperezas y tratar de que la relación sea más fluida.

P. ¿Qué tipo de autonomía está dispuesto a aplicar en el Sáhara?

R. Es un tema que estamos negociando con Naciones Unidas y, con tal propósito, he recibido a Álvaro de Soto [representante especial del secretario general de la ONU]. Creo, sin embargo, que es acaso un poco pronto para contarlo a la prensa.

P. ¿Los esfuerzos llevados a cabo en el Sáhara han supuesto un lastre para el progreso económico del resto de Marruecos?

R. Han sido una carga, pero no un lastre. Cuando recuperamos el Sáhara nos dimos cuenta de que no había infraestructuras. Hubo que hacer un esfuerzo especial por razones económicas y, por supuesto, políticas. Algunas provincias del sur han experimentado en pocos años un desarrollo fulgurante, superior al de otras regiones.

La economía marroquí en su conjunto ha llevado a cabo un gran esfuerzo para propiciar ese desarrollo. No nos arrepentimos porque era imprescindible hacerlo. Pese a esta dedicación al Sáhara, hemos podido impulsar otras zonas. Hay otros muchos grandes proyectos realizados o en vías de serlo como, por ejemplo, el puerto de Tánger-Mediterráneo [entre Tánger y Ceuta], la red de autopistas, las infraestructuras turísticas, la creación de zonas francas, etcétera.

P. Las detenciones de inmigrantes clandestinos en las costas canarias y andaluzas han caído un 18% en 2004 con relación al año anterior. ¿Cuál es su balance en la lucha contra la inmigración ilegal?

R. Siempre hubo una voluntad de hacer frente a ese problema. La manera de enfocarlo ha evolucionado, en cambio, en los últimos meses. Somos conscientes de que esta inmigración constituye una fuente de preocupación para España. También lo es para Marruecos, porque la mitad de los aspirantes subsaharianos a emigrar ilegalmente se acaban quedando en Marruecos.

Es algo que la opinión pública española debería saber. Los diferentes gobiernos españoles han pedido siempre a Marruecos que dé a este asunto la importancia que requiere. Siempre lo hemos hecho. Intentamos, no obstante, actuar con creciente eficacia. Hemos pasado por diversas etapas.

La primera ha consistido en incrementar los efectivos de los que disponemos para esa tarea incorporando más fuerzas. La segunda consistió en pasar revista a los diversos dispositivos desplegados y tratar de coordinarlos mejor. Por eso se creó una nueva dirección en el Ministerio del Interior que se ocupa exclusivamente de la inmigración clandestina y los tráficos que lleva aparejados, de personas, droga, etcétera.

P. Las medidas adoptadas han tenido éxito en el norte pero mucho menos frente a Canarias.

R. Es verdad que empezamos por tomar medidas en el Estrecho de Gibraltar, que, hasta hace poco, era la mayor preocupación de los españoles. Ahora la presión migratoria se ha trasladado hacia el sur, en dirección a las Canarias. Hace unas semanas di instrucciones para que el dispositivo en el sur sea tan estanco como en el norte.

P. ¿Qué pueden hacer España y Europa frente a este fenómeno?

R. Hay que trabajar conjuntamente. Desde hace años, mucho antes de que en 2004 se anunciara la creación de las patrullas mixtas, la Guardia Civil, la Gendarmería marroquí y la Marina Real ponían ya en común sus energías. Esta colaboración no se hizo pública, pero dio resultados bastante estimulantes.

Hemos pedido siempre a España, y a la Unión Europea en su conjunto, que nos proporcionen los medios necesarios para combatir esa plaga. Ahora carecemos de ellos. Tengo constancia de que actualmente España es un buen abogado de nuestra causa en Europa. Después de todo, es el país mejor colocado para dar a conocer la gravedad de este asunto.

P. Italia propugna crear campos de emigrantes en el Norte de África y Libia se ha prestado a ello. ¿Qué le parece la idea?

R. El problema entre Libia e Italia no se plantea en los mismos términos que entre Marruecos y España. Los flujos migratorios de Libia hacia la costa sur de Europa son menores. Además, entre Libia y la isla italiana de Pantelleria hay entre 50 y 60 kilómetros de mar. Entre nuestros dos países hay 14 kilómetros. Eso significa que el 90% de los aspirantes se sienten primero atraídos por Marruecos. Estamos dispuestos a resolver este problema entre Marruecos y España. Pero en lo que concierne a esos campamentos no creo que contribuyan a solucionar el problema.

P. En octubre de 2001 el embajador de Marruecos en España fue llamado a consultas. ¿Por qué tomó esta decisión?

R. Nuestra relación bilateral con España se deterioró bruscamente entre abril y octubre de 2001. Registramos entonces declaraciones, actitudes y tomas de posición en diversos foros francamente hostiles a la política, la economía y la seguridad de Marruecos.

Esta cascada de hechos me incitó a llamar a consultas al embajador en Madrid para atraer la atención del Gobierno español sobre su actitud negativa. En lugar de tener en cuenta que los marroquíes acabábamos de tirar del timbre de alarma, las autoridades españolas fingieron estar sorprendidas y continuaron por la misma senda hasta el estallido del conflicto del islote de Turah [que los españoles llaman Perejil].

P. ¿Por qué decidió Marruecos en julio de 2002 tener una presencia militar permanente en el islote?

R. Se llegó a decir en España que Marruecos había invadido un territorio español. La retrocesión a Marruecos de las provincias del norte empezó en 1956 y duró hasta 1959. Los españoles se fueron entonces y también salieron del islote. Turah no formaba parte del contencioso histórico sobre Ceuta y Melilla.

En los años sesenta hubo incluso fuerzas marroquíes instaladas en Turah y Franco no se inmutó. ¿Es Aznar más franquista que Franco? ¿Por qué volvimos a enviar fuerzas al islote? Porque se nos estaba acusando de no hacer bastantes esfuerzos para acabar con la inmigración clandestina.

Antes de que las tropas españolas invadiesen el islote hubo conversaciones a todos los niveles. La diplomacia española nos garantizó entonces que no se llegaría al conflicto entre nuestros dos países y que se alcanzaría una solución sin recurrir a la fuerza. Marruecos se sintió abofeteado al ver, poco después, cómo había sido tratado.

Marruecos se sintió insultado cuando aparecen buques de guerra españoles, helicópteros que cercan y toman por asalto una roca situada a tan sólo 50 metros de la costa para apresar a 11 personas, esposarlas, trasladarlas a Ceuta y devolverlas a las autoridades marroquíes a través de Bab Sebta. Pero quisiera rendir homenaje a Ana Palacio. En general la diplomacia y los cañones no son compatibles hoy en día. La ministra lidió, durante un tiempo, con un asunto muy delicado y que se le escapaba. El tema no estaba en manos de la diplomacia española.

P. ¿Qué ha cambiado para Marruecos entre el anterior y el actual Gobierno español?

R. Lo resumiré en una palabra: confianza. El presidente Zapatero y su Gobierno confían en la seriedad de Marruecos como interlocutor, socio y vecino. Ahora, entre nosotros, se ha restablecido el respeto mutuo.

P. ¿No guarda un buen recuerdo de José María Aznar?

R. No puedo decir eso. Sería demasiado simplista. Cada uno de nosotros trabaja para su país. Es verdad que la relación hubiese podido ser mejor. Es verdad, incluso, que no guardo un recuerdo especialmente agradable. Tuve la oportunidad de reunirme con él antes del conflicto que nos alejó de España. Debo reconocer que entonces tuvimos una relación bastante correcta. Lo que pasó después ensombreció mucho la relación. Quedé profundamente decepcionado por la falta de confianza hacia Marruecos.

P. ¿Perjudicó esta crisis a la cooperación antiterrorista?

R. No. Afortunadamente, los intereses superiores de Marruecos y de España siempre fueron preservados. En lo referente a la seguridad, y más concretamente al terrorismo, la cooperación entre nuestros respectivos servicios nunca resultó alterada.

P. Marruecos ha fortalecido su relación con EE UU mediante un acuerdo de libre comercio. ¿Es compatible con una relación privilegiada con la UE?

R. Por su especificidad geográfica y geopolítica Marruecos no puede estrechar sólo lazos con sus vecinos del norte o del este. Además, Europa se está ampliando al norte y al este. Los marroquíes estamos obligados a no poner todos los huevos en la misma cesta. España, a diferencia de otros países, no se ha pronunciado sobre este acuerdo porque considera que se trata de un asunto de soberanía marroquí.

He observado también con agrado que algunas empresas españolas están teniendo un excelente reflejo. Están invirtiendo en Marruecos y utilizando el país como un trampolín para acceder al mercado norteamericano. Qué duda cabe, sin embargo, de que la cultura marroquí es mucho más mediterránea que anglosajona. Por eso no entiendo que algunos círculos en Europa se sorprendan negativamente por este acuerdo con EE UU. Es una iniciativa que complementa, no que sustituye, los anteriores acuerdos suscritos por Marruecos con la UE. Somos un país específico muy comprometido con el Proceso de Barcelona. Después de todo, estamos a 14 kilómetros de la costa de Europa.

P. El presidente Bush ha lanzado un proyecto de democratización del mundo árabe al que llama Iniciativa del Gran Oriente Próximo. ¿Se convertirá Marruecos, como algunos desean abiertamente en Washington, en el alumno modelo de ese proyecto?

R. Recibí, en marzo, al secretario de Estado adjunto, Marc Grossman, en Alhucemas. Vino a exponerme ese plan. Le dije, primero, que no formábamos parte del Gran Oriente Próximo, que no había que meter a todo el mundo árabe en el mismo saco, que Marruecos estaba en el Magreb, en África del Norte. Compartimos muchas cosas con nuestros amigos del Golfo o de Oriente Próximo, pero no estamos confrontados a las mismas realidades.

Le dije después que su plan conlleva reformas, pero que nosotros no habíamos esperado a su llegada para emprender aquellas que considerábamos necesarias. Es más, ya hemos hecho muchas y sin su asesoramiento. Le dije, por último, que ese plan no debe ocultar otros problemas. Insta a los países a evolucionar, pero muchos de ellos no pueden hacerlo mientras subsistan conflictos como el palestino y ahora el de Irak. Sería un error tratar de imponer un modelo. Dicho esto, tenemos una excelente relación con EE UU, país amigo. Pero no por ser amigos se debe evitar decir las cosas con claridad.


Lo que el Rey no verá

El padre de Mohamed VI, que el 17 de enero recibe a Don Juan Carlos en Marruecos, torturó e hizo desaparecer a miles de opositores. El periodista se adelanta a la visita real para escuchar historias de terror. En el país vecino empiezan a trascender, aunque con una limitación: el nombre de Hasán II no puede ser pronunciado.

Juan Carlos de la Cal
EL MUNDO

 Morjane Abdeltif, de 42 años, pasó 10 encarcelado y torturado por repartir panfletos islamistas. Se calcula que hay 60.000 víctimas de la represión .
Le llaman los años del plomo. Y en Marruecos plomo quiere decir balas, torturas, desaparecidos, represión, fosas comunes y asesinatos indiscriminados. Son 43 años -desde la independencia del país, en 1956, hasta la muerte de Hasán II, en 1999- de un infierno brutal que han padecido todos los pueblos y estamentos sociales del país vecino: estudiantes, militantes izquierdistas, militares, rifeños, saharauis, islamistas, rebeldes sin causa...

O sea: los años que abarcan el reinado del abuelo y, sobre todo, del padre del actual monarca y comendador de los creyentes del reino alauita. Una dinastía que siempre ha presumido de su hermanamiento con la Casa Real española y que los próximos días 17, 18 y 19 recibirá a nuestros reyes, en viaje oficial, a bombo y platillo.

Más allá de la política de Estado, y de los grandilocuentes discursos, nuestros soberanos se van a encontrar con un Marruecos distinto, donde el miedo parece dejar paso a la esperanza y donde revisar el sangriento pasado se ha convertido en una forma de exorcizar los demonios acumulados sin sonrojo por un régimen tiránico y medieval. Y lo más sorprendente es que ha sido el propio Mohamed VI el que, en un gesto inaudito, ha quitado la mordaza que oprimía a sus súbditos permitiéndoles decir en directo las barbaridades cometidas bajo el reinado de su padre.

Fue él quién creó, a principios de año, la Instancia Equidad y Reconciliación (IER), organismo encargado de sacar a la luz la verdad sobre la represión, resarcir a las víctimas y fomentar la reconciliación. Y el primer paso se dio el pasado 21 de diciembre, con la apertura del proceso de confesiones públicas de las víctimas del aparato represor del Estado.

Así, en la sala de conferencias del Ministerio de Equipamiento, en Rabat, están pasando, uno tras otro, hombres y mujeres con historias muy duras que contar sobre lo que padecieron ellos y sus familias por defender su libertad. De momento ya se han presentado más de 22.000 informes y se calcula que el total de afectados supera los 60.000. Los muertos y desaparecidos son incalculables. Pero torturados han sido todos.

Por todos estos hechos, al régimen marroquí se le ha comparado muchas veces con las dictaduras de países latinoamericanos como Argentina, Guatemala o Chile, donde la represión, la tortura y los desaparecidos formaban parte de la realidad cotidiana.Por paradojas de la historia, el proceso abierto por Mohamed VI coincide en el tiempo con el procesamiento final de Augusto Pinochet en Chile, un lustro después de que el juez Baltasar Garzón pidiese su extradición cuando el dictador se encontraba en Londres.

Lo que pocos saben es que el magistrado español tuvo en su mano también el procesamiento de Hassán II a raíz de la demanda presentada en la época por el abogado madrileño Francisco Fernández Goberna contra él «por genocidio y un delito continuado contra los derechos humanos del pueblo saharaui».

Garzón, entonces, archivó la denuncia amparándose en la inmunidad del rey alauita por su calidad de jefe de Estado. Goberna incluyó en su escrito una lista detallada con 120 ciudadanos saharauis desaparecidos y de los que nunca más se ha sabido nada. Por hechos así, muchos opositores marroquíes llegaron a bautizar en secreto al fallecido tirano como el Pinochet del Estrecho.

Ahora, probablemente Mohamed VI no les contará a los Reyes de España a su paso Marraquech, Rabat, Tetuán y Tánger que durante el reinado de su padre a Fatima le desapareció su marido y hoy, 30 años después, aún anda pidiendo que le devuelvan su cadáver.Pide lo mismo L’absi: el cuerpo de su hijo asesinado hace dos décadas.

Tampoco el anfitrión presentará a don Juan Carlos a hombres como a Morjane, con problemas físicos de todo tipo tras haber padecido el horroroso ritual de tortura marroquí durante los años que estuvo en la cárcel por repartir panfletos subversivos en la universidad.

Los monarcas tampoco tendrán tiempo de conectar la televisión pública marroquí donde se transmiten las declaraciones en directo de todos ellos; en los resúmenes de prensa no estarán las portadas de los periódicos con titulares como Testimonios del apocalipsis, 50 años de pesadilla... Y nadie les recordará la gran amistad que ligó a ambos reinados mientras Hasán II vivía y gobernaba el país de forma tiránica. Pero la gente habla y habla...

Aunque con una condición: no pueden pronunciar el nombre de sus torturadores, muchos de ellos todavía activos en importantes cargos oficiales. La consecuencia de esto es que la mayoría de los verdugos quedará impune. Verdad y reconciliación sí, pero ¿hay justicia sin culpables? Es significativo que ninguno de los denunciantes se haya atrevido a nombrar al principal causante de sus desgracias, el propio Hasán II, aplicando el eufemismo de el régimen bajo la premisa inducida de que «no es algo personal».

CRONICA escuchó la voz de las víctimas en la sede del Foro por la Verdad y la Justicia, una de las organizaciones integrantes de la IER, en Casablanca. Su presidenta, Khadija Rouissi, de 41 años, sufrió en 1964 la desaparición de su hermano mayor, Abdelhak, universitario, durante la primera gran represión de Hasán II contra movimientos izquierdistas. Nunca más se supo de él.


CARAVANA DE VICTIMAS


Abdelhak es uno de los 280 desaparecidos oficiales del régimen marroquí, aunque las agrupaciones pro derechos humanos multiplican la cifra por 10. Fue Khadija, siguiendo el ejemplo de las mujeres de la Plaza de Mayo de Buenos Aires, quien juntó a todas las madres, hermanas, esposas e hijas de las víctimas y se las llevó en interminables caravanas a manifestarse frente a las prisiones -secretas y no tan secretas- donde desaparecieron.

«Ese fue el primer paso, en los 80, antes de que la presión internacional nos ayudara. Con anterioridad todos tenían miedo de todos. Ahora no. Para nosotras, nuestros parientes están vivos hasta que no se demuestre lo contrario. Aunque somos conscientes de que en Marruecos estar desaparecido es lo mismo que estar muerto.

Lo que queremos saber es el cómo y el porqué desaparecieron.Y evitar que esto vuelva a ocurrir. Es necesario reparar a las familias, juzgar a los culpables y que todos los órganos secretos del país sean controlados por el Parlamento», opina Khadija.

Wazzam Belkalim era un miembro de la policía rural marroquí cuando desapareció el 17 de abril de 1973 en la zona de Ujda, cerca de la frontera con Argelia. Le llevaron a la cárcel de Kenitra y de ahí a la prisión de Temara, uno de los nichos preferidos del régimen. Fue declarado oficialmente muerto en 1994.

Su hijo Wazzan, que tenía seis años cuando lo vio por última vez, y su mujer Fátima, madre de 10 hijos, sólo piden que les devuelvan sus restos, algo fundamental para una familia musulmana a la que su religión pide honrar a sus difuntos allí donde están enterrados. Fátima fue detenida varias veces y amenazada por mandar cartas a la prensa y denunciar públicamente lo ocurrido.

Morjane Abdeltif, de 42 años, sí ha vivido para contarlo. Pertenecía a un movimiento de juventud islámica cuando fue detenido en agosto de 1983 por repartir panfletos en la universidad en los que denunciaba las masacres cometidas en 1981 por las fuerzas reales en Casablanca.

Aquel año, los pobladores de las inmensas chabolas de la ciudad tomaron la ciudad en protesta contra la subida de un 50% de los productos básicos de consumo, sobre todo el pan. Hubo más de 8.000 detenidos, decenas de jóvenes muertos en las comisarías (la mayoría asfixiados por su situación de hacinamiento), torturas, exilios, desapariciones...

Pasó tres meses en otro de esos nichos clandestinos del régimen: la cárcel de detención Derb Mulay Cherif, donde los presos recibieron el nombre de yacentes porque pasaban todo el tiempo -meses, años- acostados sobre el suelo, con ojos vendados, incomunicados y sometido a todo tipo de torturas: palizas, corrientes eléctricas, hambre, sed...

«Los verdugos piensan que la verdad viene del castigo. Por eso primero te torturan sin hacer preguntas porque creen que si dices algo sin presión estás mintiendo. Aquella cárcel es surrealista: nosotros permanecíamos en los sótanos, mientras que en los pisos de arriba vivían las familias de los guardias.

Cuando estábamos ahí abajo oíamos todo: a los niños jugando, a las parejas amándose, la televisión a la hora de la comida... Las vendas, cortadas de sacos de harina, llevaban impresas las palabras "donativo del pueblo americano" y sólo nos las podíamos quitar tres veces al día para comer. Nunca nos quitaban las esposas. Estaba prohibido hablar, moverse, o hacer pis fuera de los horarios».

«Cualquier infracción era castigada con una paliza: la popularmente conocida como falanga, que consiste en golpearte los pies con una vara durante horas. Sólo las últimas semanas antes de salir te dejaban un poco tranquilo. Tenían que dejar que las heridas de las torturas se cerrasen. Luego te obligaban a firmar un expediente reconociendo todo tipo de crímenes. Después nos llevaban al tribunal...».

Morjane fue condenado a 20 años de cárcel. Cumplió la mitad de la pena. Ahora, está enfermo del riñón -tiene que someterse a diálisis continuas-, tiene úlcera de estómago, hernia discal, reumatismo, dolores de cabeza y problemas coronarios.

Bachar Mouhssin tenía 19 años cuando unos militares le dispararon por la espalda en el centro de Casablanca en junio de 1981. Un vendedor de fruta fue a avisar a su madre de que su hijo estaba muerto en medio de la calle «con zapatos y todo». Su hermano se llevó el cadáver envuelto en una sábana a su casa. Una hora después los mismos soldados se presentaron para llevarse el cuerpo por la fuerza. Su madre, L’absi, lo vio horas después en la morgue con una cruz sobre el pecho.

Allí mismo le aconsejaron que dijera que su hijo había sido asesinado a pedradas. Aquella semana, un portavoz gubernamental anunció la muerte en los disturbios de 66 personas por esta causa, en un intento de echarles la culpa a los manifestantes. Sin embargo, las cifras mencionadas por los Comités de Lucha contra la Represión en Marruecos hablan de más de un millar de muertos, un tercio de ellos niños.

Por informaciones posteriores creen que Bachar está enterrado, junto con otras 600 víctimas de aquella revuelta popular, bajo el cemento de un campo de fútbol de los bomberos de la ciudad.«En el Registro Civil mi hijo continúa oficialmente vivo. Nos manifestamos varias veces frente a ese lugar pero no nos dejan hacer nada. Y, encima, el propio rey (Hasán II) se atrevió a aparecer en televisión diciendo que todos esos muertos eran "los mártires de la barra de pan"».

A Masrour Said, entonces un joven carpintero, le fueron a buscar seis policías a su casa. En el centro de detención le hicieron pasar por los tres primeros grados de tortura (ver recuadro en pág. 4) y pasó 13 años en cautividad. Salió en libertad gracias a la amnistía promulgada por el propio Hasán II en 1994. El año pasado recibió una indemnización de 19.000 euros del Estado.


MENU DE TORTURAS


«Aún tengo grabada la palabra nuhud (levántate) que me susurraba a la oreja mi carcelero cuando por fin conseguía dormir algo en aquellos sótanos inmundos donde estuve. Cuando oía esa palabra sabía que era para torturarme.

El menú era variado: me podían dar una paliza en los pies, colgarme de un palo, asfixiarme con una palangana llena de orín, sacarme las uñas o meterme corrientes eléctricas en la boca, orejas o sexo». Hoy Masrour es coordinador de las víctimas del Foro por la Verdad y la Justicia.

Alguien a su lado cuenta el caso de un hombre, también preso en la cárcel de Derb Mulay Cherif, que de repente le liberaron tras seis meses de horror. Le hicieron coger sus cosas, le pusieron ropa limpia y le metieron en un coche para llevarle a su casa.

Pero el vehículo no llegó a parar. Los guardianes se la enseñaron desde la ventanilla y, entre risas, le dijeron que nunca más la volvería a ver. Luego le llevaron de vuelta a la prisión donde pasó mucho tiempo hasta volverse prácticamente loco.

Jbiha Rahal era un activo militante del movimiento izquierdista Unión Nacional de Fuerzas Populares. Detenido, torturado año y medio en una cárcel secreta, fue condenado a 32 años. Hizo una huelga de hambre de 45 días hasta que una dolencia cardíaca a consecuencia del ayuno obligó a sus carceleros a llevarlo al hospital. El 13 de octubre de 1979 murió al caerse por una ventana.

Mostafa Meftha también era un militante izquierdista cuando fue detenido en marzo de 1977. Pasó 10 años en prisión. Ahora es un alto directivo de una asociación de empresarios en Casablanca y miembro activo de las asociaciones pro derechos humanos de Marruecos. «Este proceso es una condena para un régimen político entero, aunque no se nombre específicamente al rey.

Y esperemos que sirva para que no suceda más, porque la Historia de este país es la historia de muchas oportunidades perdidas. Tuvo que caer el muro de Berlín, el apartheid, las dictaduras latinoamericanas para que por fin cambiase algo aquí. Lo importante es hacer proposiciones concretas al actual monarca para que esto no vuelva a pasar...»


TRAS LA INDEPENDENCIA


Nombrar el apellido El Manouzi en Marruecos es evocar un linaje mítico en la lucha por la libertad. Bereberes originarios del sur del país, sus antepasados resistieron más de tres décadas al avance del colonialismo francés y algunos probaron también las sibilinas técnicas de tortura de sus colonizadores. Pero lo peor llegaría con la independencia, sobre todo a partir de 1970, cuando 18 miembros de esta familia ilustre y acomodada fueron detenidos por orden directa del rey.

Uno de ellos, Moujahid Kacem el Manouzi murió en la sala de torturas delante de sus familiares. Tenía 30 años y el certificado de defunción «por causas naturales» fue firmado por un médico que acabó siendo ministro del régimen. Un año más tarde, Ibrahim el Manouzi, comandante del ejército condecorado varias veces por su valor, fue detenido acusado de participar en una intentona golpista realizada por altos mandos militares, en 1972, cuando varios cazas trataron de derribar el avión oficial de Hasán II a su regreso a Marruecos tras un viaje a Francia.

Fue fusilado tres días más tarde sin que se demostrase su culpabilidad. Uno de sus hermanos acabó loco tras ser torturado y otros cuatro tuvieron que pedir asilo político en Francia y Holanda, donde residen.

Otro miembro de la familia, Hussein, exiliado, fue secuestrado en Túnez en 1972 por los servicios secretos marroquíes y llevado a Rabat en el mismo coche del embajador. Volvieron a tener confirmación de que seguía vivo en 1998 en un centro de detención secreto de la capital. Hoy su hermano, el doctor en medicina Abdelkrim el Manouzi, sigue moviendo cielo y tierra para saber su destino.Es el fundador y responsable del Centro de Ayuda y Orientación a las Víctimas de la Tortura, organismo que ha atendido a más de 2.000 personas desde su fundación hace 10 años.

«Es algo terrible ver día a día las consecuencias de esta política represiva, caótica y vengativa. Tenemos testimonios de personas que han pasado por cárceles secretas donde se mezclaban niños nacidos allí y viejos de 115 años. Y también poseemos un resumen de las patologías encontradas en estas víctimas a consecuencia de las torturas: traumatismos irreversibles, enfermedades infecciosas, alopecias galopantes, depresiones, pesadillas, Parkinson, accidentes vasculares cerebrales, incontinencia urinaria, disfunciones sexuales, osteoporosis, úlceras de todo tipo...

Como médico he tenido el dudoso privilegio de atender a muchos de ellos y ver las consecuencias del terror que ha vivido Marruecos durante casi medio siglo», asegura Abdelkrim mientras posa con los retratos de sus familiares desaparecidos o muertos para este reportaje.

De nuevo le hacemos la misma pregunta que al resto de las víctimas: «¿Siente odio hacia Hassán II?». En ese momento calla, mira a su interlocutor a los ojos, piensa la respuesta y lanza la misma premisa ya esperada: «Lo importante es el régimen, no las personas...»

La geografía del terror se extiende por todo el país en forma de centros secretos de detención, como eufemísticamente llaman a los penales ubicados en sitios remotos, cuya existencia no es reconocida oficialmente y donde se torturaba a placer, sin la oposición de familiares molestos. El más famoso era el de Tazmamart, en el Alto Atlas, con un invierno glacial de ocho meses al año y muy cerca de la carretera que comunica con el desierto del Sahara.

Allí los presos eran metidos en calabozos de nueve metros cuadrados totalmente a oscuras, día y noche, donde el aire llegaba por 17 agujeros de 10 centímetros de diámetro perforados en la parte del muro que da al pasillo. Es decir, que la noche es constante y el recluso es incapaz de saber el tiempo que pasa fuera. Jamás salían al patio. Sólo muertos para ser enterrados en una fosa común bajo unos naranjos. Hay quien pasó allí más de 20 años.Veinte años de noche...

Uno de sus inquilinos, el capitán Abdellatif Belkebir, condenado a cuatro años de cárcel por el atentado contra Hassán II en su residencia de Sjirat, en 1971 -un grupo de suboficiales del ejército tomó el palacio durante una recepción oficial por su cumpleaños, provocando una matanza de personalidades, a la que el rey escapó milagrosamente-, describía así como era su vida allí ¡cinco años después de que presuntamente hubiese cumplido la condena!: «El preso se despierta las noches de invierno tiritando de frío y se lanza a un baile de locos para combatirlo.

En verano, el calor es tan asfixiante que se ve obligado a pegar la nariz al chivato de la puerta para poder respirar. Y cuando, agotado, con el techo ardiendo, quiere buscar algún reposo en su cama de piedra, es asaltado por todas partes y sin cesar por todo género de parásitos (chinches, pulgas, mosquitos, arañas) y pérfidos escorpiones que impiden hacer cualquier movimiento espontáneo.

No es posible conversar de celda a celda porque la cacofonía que provoca el hormigón es ensordecedora y los soliloquios de los presos trastornados, los aullidos, las recitaciones en voz alta del Corán, las llamadas de socorro de los agonizantes transforma el edificio en un auténtico carnaval».

Las víctimas de Tazmamart estaban vestidas con harapos, iban descalzos, con el pelo y la barba sin cortar y se movían a cuatro patas por su habitáculo. Las lluvias del otoño transformaban las celdas en un pantano y la comida era apestosa. Se calcula que 58 presos, relacionados con aquella intentona golpista, pasaron encerrados allí entre 1973 y 1991. Treinta de ellos murieron.Sus familiares también están entre los que reclaman justicia ahora.


LOS EMPAREDADOS


La odisea de los emparedados de Tazmamart es mencionada en varios libros: Nuestro amigo el rey, del periodista francés Gilles Perrault, todavía prohibido en Marruecos, y Sufrieron por la luz, de Tahar Ben Jellounk. Entre las cartas que consiguieron enviar, no se sabe cómo, a sus familiares y recogidas en estas obras por los autores, se lee una frase que define por sí sola este monumento al horror: «Somos los antihombres, un poco más que ratas, un poco menos que hombres».

El Tazmamart actual es, sin embargo, la cárcel de Temara, situada en una alegre población costera a 15 kilómetros de Rabat. Le llaman el Abu Graib de Marruecos porque, según denuncias de organizaciones como Amnistía Internacional (AI), se ha convertido en «una cámara de tortura al margen de la ley donde las fuerzas de seguridad interrogan a los sospechosos de pertenecer a las corrientes salafistas».La mayoría de los detenidos pasan allí entre una semana y varios meses antes de ser llevados ante la presencia de un juez.

En su último informe, AI denuncia idénticas prácticas de tortura a las cometidas en los años de plomo. Precisamente, el proceso de revisión del pasado ha abierto un debate sobre los actuales abusos a islamistas que se están cometiendo desde los atentados de Casablanca, el 16 de mayo de 2003.

Desde entonces han sido detenidas unas 7.000 personas, según estimaciones oficiosas (oficialmente, unas 2.000). Por lo tanto, hay más de 4.000 personas que no existen en ningún registro, una situación demasiado parecida a lo que ahora se denuncia en el macroproceso de Rabat.


LOS CASOS SAHARAUIS


Otro caso sangrante es el que sufren los presos saharauis en la llamada cárcel negra de El Aaiún. Sin mucha variación con lo relatado, este centro de detención también plantea hasta qué punto será necesario actualizar el proceso de denuncia a los tiempos actuales, a pesar de que el acuerdo tácito entre víctimas y verdugos sólo abarque hasta la entronización del hoy rey.

Según las asociaciones de Derechos Humanos internacionales «los detenidos políticos saharauis están siendo torturados y condenados a morir lentamente lejos de la atención de sus defensores, lo que proporciona a sus verdugos la impunidad que otorga el silencio total».

La situación sanitaria es especialmente grave en esta cárcel.El agua allí es casi inexistente y la poca que hay para beber -está en medio del desierto- no es potable. El ejemplo de un preso llamado Boutouala Emabrek-lehsen Omar es significativo: «Como consecuencia de las palizas y todos los tipos de tortura que le fueron aplicadas en la sede de la policía judicial de El Aaiún, sufre una rara enfermedad en sus manos que nadie sabe descifrar porque no ha sido nunca visto por ningún médico.

Sus manos están paralizadas y llenas de pus. Ultimamente, le han empezado a salir gusanos en la mano derecha. No recibe tratamiento alguno...», se recoge en el informe de una de estas asociaciones.

Marruecos se debate en su propia encrucijada. Para unos, la difusión de todas estas noticias es algo inaudito en el mundo árabe. Otros opinan que el lavado de cara del régimen pretende poder seguir con la represión actual hacia los barbudos sin problemas. Pero, por lo menos, ya se puede hablar con libertad de los años del plomo de la época de Hasán II, amigo y hermano de don Juan Carlos...


LOS SIETE GRADOS
Así se tortura

1) La víctima queda colgada de pies y manos durante varias horas con el torso hacia abajo de una barra horizontal sostenida por dos postes.

2) Conocida como «el avión»: la víctima es colgada de pies y manos boca abajo de una barra colocada entre dos caballetes.

3) Conocida como «Falanga»: golpear a la víctima durante horas en las plantas de los pies con una cinta de caucho.

4) Consiste en meterle a la víctima la cabeza en un recipiente lleno de la orina de los torturadores.

5) Corrientes eléctricas en distintas partes: orejas, dientes y sexo.

6) Practicar cortes en la piel de la víctima, aplicarle algún tipo de solución salina y vendar la herida.

7) Mutilación selectiva de los miembros faciales: labios, orejas y nariz... La muerte después es casi segura.