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Que conste que lo he intentado

El Periódico, Miércoles, 9 de febrero 2005

Tengo en las manos un ejemplar del Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. E inmediatamente me doy cuenta de que no es un libro de los que puede leer un ciudadano normal, ni tan siquiera un lector de vocación desenfrenada.

Y resulta que este libro largo, con letra muy pequeña, es lo que tiene que servir para que todo el mundo vea claro cuál debe ser su voto el próximo domingo 20 de febrero.

Abro el volumen al azar y esforzando la vista puedo leer que "los estados miembros se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares".

No se puede decir que este propósito de militarización me entusiasme, pero lo que me dicen inmediatamente después me enfría por completo: "Se constituirá una agencia del ámbito del desarrollo de las capacidades de defensa, investigación, adquisición y armamento (Agencia Europea de Defensa) para indicar las necesidades operativas, fomentar medidas para satisfacerlas, contribuir a identificar y, si se da el caso, aplicar cualquier medida oportuna para reforzar la base industrial y tecnológica del sector de la defensa, para participar en la definición de una política europea de capacidades y de armamento, así como para asistir al Consejo en la evaluación de la mejora de las capacidades militares".

¡Vaya! Mientras lo leía he pensado que me planteaban una adivinanza y que yo quizá la acertaría si respondía: "¡La gallina!" Después he entendido que se trata de la tradicional aversión de la literatura administrativa a utilizar un punto. Le gustan las frases chicle que se estiran y se estiran, hasta que ya no saben a nada.

He pasado páginas, con la esperanza de encontrar frases cortas, y efectivamente las hay. Por ejemplo: "Cualquier persona tiene derecho a su integridad física y psíquica". Naturalmente, si no quieres que te saquen una muela...

Cuando he visto que leyendo el tratado empezaba a divertirme, sin ser eso lo que el texto pretendía, muy respetuosamente he cerrado el libro.