El ideólogo del diario, Victor de la Serna, el encargado de la operación de derribo

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El Mundo aprovecha el `caso Echevarría` para acusar a El País de ser "una máquina de censurar y aniquilar civilmente"

PD, Miércoles, 22 de diciembre 2004

En un artículo titulado "De la congelación a la glaciación", el ideólogo de El Mundo Víctor de la Serna cargó ayer despiadadamente contra el diario El País en un intento de "ajustar cuentas" con el diario más leído en español. El editorialista califica a la cabecera del Grupo Prisa de tener patentada una "máquina de censurar y aniquilar civilmente".

Además, tacha al director del diario, Jesús Ceberio, de manipulador por anteponer una carta escrita, según De la Serna, por un colaborador habitual de El País, a una misiva remitida por el ex crítico literario Echevarría con el fin de "hundirle preventivamente".

La cosa no queda aquí, porque hoy El Mundo publica una "carta al director" remitida por Lucía Etxebarría por correo electrónico en la que la escritora aprovecha para despedazar al Grupo Prisa utilizando los argumentos del diario de Pedrojota Ramírez: "Todos sabemos que Babelia reseña en un 80% libros de las editoriales del Grupo Prisa o de colaboradores de su periódico. Como sabemos que las críticas favorables van destinadas, en abrumadora mayoría, a los libros firmados por autores que, de una manera u otra, tienen relación con el grupo".

Lo que llama la atención no es tanto que la carta de Lucía Etxebarría haya sido publicada por El Mundo --entra dentro de la campaña de acoso y derribo contra el Grupo Prisa--, si no que la escritora no la remitiera a El País.


De la congelación a la glaciación

Victor de la Serna

No, no hay muchísimo que añadir al escándalo Echevarría, es decir, al caso del conocido crítico literario de El País que ha decidido dar un portazo al diario después de que allí lo ninguneasen, negándose a publicar una crítica que le habían encargado, en represalia por otra en la que había despedazado a una figura del sector editorial del Grupo Prisa, Bernardo Atxaga. La carta de más de 100 intelectuales, bastantes de ellos colaboradores (¡y qué colaboradores!) del primer diario español, advirtiendo contra la censura en sus páginas, ha caído como un terremoto en la casa, hasta el punto de que la defensora de la empresa -perdón, del lector- reconocía ayer que la gestión de esta crisis ha sido «un auténtico disparate».

Ya han publicado Federico Jiménez Losantos o Jesús Cacho sus análisis; ya se ha recalcado lo de a buenas horas mangas verdes, dirigido tanto al propio Ignacio Echevarría como a sus colegas, que al cabo de los siglos caen en que El País quizá incurre en censura o en conflicto de intereses... El asunto está bastante claro, pues.

Sin embargo, y a la luz de otro reciente escándalo que Malén Aznárez no ha considerado digno de atención, el del montaje contra la Cope y los obispos pornógrafos (se ve que en ese caso no recibió «casi una veintena de quejas»...), quizá convenga resaltar algunos detalles que ilustran bien los mecanismos, los engranajes, el inimitable estilo incluso, de la máquina de censurar y aniquilar civilmente que allí tienen patentada.

Así, llama la atención que el director, Jesús Ceberio, explique -ahora, tras meses de silencio despectivo frente al crítico- que lo único que se hizo con él fue «congelar la relación durante un tiempo»... ¡sin decírselo, sin responder siquiera a las quejas de Echevarría, como éste resaltaba ayer en la primera carta al director que le publican desde que se inició la larguísima congelación!

Ceberio parece expresarse con toda naturalidad, ¿nacida del uso habitual? Así suele manifestar su reprobación El País, en efecto: se congela a una persona hasta que, prendida en una genuina glaciación, cae, no ya en el olvido, sino en la no-existencia. ¿Resabios totalitarios?

El otro detalle finísimo es que, cuando el escándalo va a galope tendido y ya no se puede silenciar (como hizo Aznárez el domingo 12), El País publica ayer, al fin, unas líneas de desahogo de Echevarría. Pero lo hace en segundo lugar, en su sección Cartas al director, tras otra misiva, escuetamente firmada «Justo Serna.Valencia», en la que se fustiga y vitupera a Echevarría, «crítico atrabiliario que ha juzgado, condenado, vilipendiado o ensalzado libros más allá de sus virtudes». Ya era hora de que alguien le tosiera a este injusto personaje, viene a decir don Justo.

Quizá, para esa mayoría de lectores de El País que no conocen bien su edición valenciana, habría sido útil mencionar que el encargado de hundir preventivamente a Echevarría es profesor, ensayista... y colaborador habitual de esa edición.


Cartas al Director
Lucía Etxebarria y el ’caso Echevarría’ 

Lucía Etxebarría (correo electrónico) 

Me sorprende mucho que el ambiente o mundillo literario español se haya estremecido tanto ante la carta abierta que Ignacio Echevarría, ex crítico estrella de Babelia, dirigió a Lluis Basset, director adjunto del diario El País. ¿No fue este mismo crítico, Ignacio Echevarría, el que firmaba aquel bonito artículo Los mejores escritores españoles del siglo, publicado en Babelia en el año 2000, en el que no había citada ni una sola mujer, ni una sola, y sí casi un desproporcionado número de escritores que firmaban sus novelas en empresas pertenecientes al Grupo Prisa?

Con todos mis respetos hacia Ramón Buenaventura, Luis Mateo Díez o Jose María Merino, ¿los consideraría usted mejores escritores que Rosa Chacel, Ana María Matute o Carmen Laforet? Es decir, ahora se queja el crítico de que Babelia «parece privilegiar, con descaro creciente, los intereses de una editorial en particular y, más en general, de las empresas asociadas a su mismo grupo».Pero él mismo es el que ha estado ejerciendo esa labor publicitaria «con descaro creciente» utilizando sus propias palabras. El ha sido el firmante de críticas de una virulencia demedida que, casi siempre, iban dirigidas a libros publicados en alguna editorial competidora del Grupo Prisa. Sí, es cierto que alguna vez también ha atacado al Grupo Alfaguara, pero ¿alguien cree que menos de 10 críticas de entre casi 170 firmadas por el señor Echevarría constituyen una cifra representativa? Si alguien quisiera comprobar este aserto por sí mismo, que se vaya a una hemeroteca y haga un recuento.

Más allá de esto, me pregunto si alguien es tan ingenuo como para pensar de verdad que un grupo empresarial de la magnitud de Prisa va a permitir que su suplemento cultural estrella se mantenga independiente. Todos sabemos que Babelia reseña en un 80% libros de las editoriales del Grupo Prisa o de colaboradores de su periódico. Como sabemos que las críticas favorables van destinadas, en abrumadora mayoría, a los libros firmados por autores que, de una manera u otra, tienen relación con el grupo.

Según Ignacio Echevarría, El País favorece a su grupo. Cierto.Tan cierto como que cada grupo de poder, en cualquier entorno, tiende siempre a favorecer a los miembros que lo integran en detrimento de los afuerinos. En antropología se denomina a este fenómeno etnocentrismo situacional o posicional.

Si este señor hubiese expresado su descontento con la política etnocentrista del suplemento cultural para el que trabajaba antes de que se le hubiera despedido, su protesta habría tenido alguna credibilidad, pero el hecho de que lo haga sólo después de que el suplemento prescinda de sus servicios suena a rabieta.

El País es partidista, vale. Pero existen otros grupos de presión tan descaradamente partidistas como dicho periódico. ¿Alguien se ha preguntado, por ejemplo, por qué a las ferias internacionales de libros siempre van los mismos, que no suelen ser, precisamente, ni los más vendidos ni los que se traducen fuera de España? ¿O por qué algunos de los organismos públicos de los ministerios de Cultura españoles han repetido hasta la saciedad los mismos autores como si fueran los únicos del panorama contemporáneo? ¿O por qué determinadas sedes del Instituto Cervantes, que se supone es un órgano para la difusión del idioma español, se han convertido en una agencia de viajes que trabaja en exclusiva para un grupo de amigos?

El criterio de calidad literaria es siempre subjetivo. Ya decía Steiner que la literatura no es una ciencia exacta y que en las humanidades la teoría no designa sino intuiciones. ¿Alguien recuerda, por ejemplo, a Echegaray o Benavente, premios Nobel en su día y hoy completamente olvidados? Al fin y al cabo Madame Bovary sobrevivió al dictamen según el cual «el señor Flaubert no es un escritor», dictamen emitido por el crítico más famoso de su tiempo, de cuyo nombre no es que no quiera acordarme, es que no me acuerdo, como tampoco se acuerda nadie

¿Será verdad que los críticos, como decía Alvin Kernan, han sido siempre hombres orgullosos y ambiciosos, resueltos a ascender socialmente y desesperados por parecer como necesarios e importantes? ¿Será verdad que al elevar su oficio al nivel de profesión y al pasar después a la docencia universitaria y a la investigación no hacían sino compensar un complejo de inferioridad? Me gustaría creer que no, pero es que a veces pareciera que se trasvasan estrategias de la política al ámbito de las letras, manteniendo elementos de control para favorecer a los partidarios de determinadas corrientes y penalizar a los detractores.

Me resulta absurdo que ahora alguien se rasgue las vestiduras invocando unos conceptos que nada tienen que ver con el ejercicio de la crítica. Tan absurdo como el hecho de que sólo se las rasgue en el preciso momento en el que se prescinde de sus servicios y no antes. Y si alguien creía otra cosa, le voy advirtiendo -que las fechas lo requieren- de que los Reyes Magos son los padres.