Viaje a la Enigmática Puerta del Sol de Tiwanaku ( I)

Viaje a la Enigmática Puerta del Sol de Tiwanaku ( I)
Puerta del Sol Tiwanaku Bolivia.travel

(Paul Monzón).- Siempre me han apasionado los lugares arqueológicos porque atesoran misterio e historia. Gracias a los múltiples viajes realizados a lo largo de mi vida, he tenido el privilegio de conocer muchos de ellos y puedo decir, con satisfacción, que colmaron mis expectativas.

Sólo uno de estos destinos se me resistió dos veces: la Puerta del Sol de Tiwanaku (Bolivia). Y es que llegar hasta allí supuso una auténtica odisea, tanto así que tuve que realizar tres intentos para plantarme a sus pies.

PRIMER INTENTO: MADRID – SANTA CRUZ DE LA SIERRA

Hace trece años leí un libro que me impactó mucho y a su vez despertó en mi gran curiosidad por saber más de los misterios que atesora nuestro planeta. «100 Enigmas del Mundo», escrito por el periodista y hoy director del exitoso programa de radio «La Rosa de los vientos», Bruno Cardeñosa.

Cardeñosa nos recuerda que desconocemos hechos de nuestros antepasados, y más aún sobre el origen de la vida, los hombres y las civilizaciones. Recalca que a lo largo de los siglos, y en todos los rincones del mundo, han existido enigmas que la ciencia todavía no ha sido capaz de resolver satisfactoriamente.

En lo que concierne a esta crónica, hoy nos vamos a referir a la «Puerta del Sol» de Tiwanaku.

El Director de «La Rosa de los Vientos» la describe de la siguiente manera:
«A 3.825 metros sobre el nivel del mar, donde el oxígeno escasea y donde ni siquiera es visible la capital, La Paz, se alza uno de los monumentos megalíticos más sobrecogedores y desestabilizadores del pasado andino: La Puerta del Sol, y nadie sabe con exactitud su antigüedad. Hay quien afirma que puede tener veintisiete mil años; los más, en torno a diez mil y los menos, los ortodoxos, sobre dos mil trescientos».

Tras leer el texto me juré a mí mismo que el próximo viaje que hiciera tendría que ser «sí o sí» a Bolivia. Y así fue.

Unos meses después, en noviembre del 2004 me encontraba a punto de cumplir el sueño de plantarme a esos 3825 metros sobre el nivel del mar frente a este monumento megalítico.

Invitado por una compañía aérea boliviana (que dejó de operar hace muchos años), con hotel incluido, con escala en Santa Cruz de la Sierra y posterior estancia en La Paz, capital del país andino, todo parecía ir viento en popa. Pero terminó siendo uno de los viajes más complicados que he tenido a lo largo de mi vida.

EL TAXISTA DESALMADO DEL AEROPUERTO DE BARAJAS

El viaje Madrid-Santa Cruz, duró aproximadamente 11 horas. Durante el trayecto no hubo siquiera las temidas turbulencias, salvo un drama particular que presencié en pleno vuelo que me indignó sobremanera.

A mi lado viajaba una adolescente boliviana de 18 años (no recuerdo de qué ciudad provenía, creo que de Cochabamba).

Ella, Carmen Torres, jamás imaginó que su viaje a la Madre patria iba a resultar una auténtica pesadilla.

Una semana antes había realizado el trayecto inverso, Santa Cruz-Madrid. Pero nada más llegar a la capital de España fue estafada, vilmente vejada y amedrentada por un taxista madrileño. La pobre chica, asustada y traumatizada, lo único que quería era regresar a su país.

La muchacha no paraba de llorar durante el vuelo. No fue fácil convencerla para que me relatara su particular odisea, pero al final accedió:

«Vine a conocer España. Era mi primera vez».

Ella había llegado a Madrid una semana atrás en la aerolínea boliviana LAB. El trayecto era el siguiente: Santa Cruz de la Sierra- Madrid y Madrid- Tenerife.

El avión llegó a Madrid con retraso, lo cual hizo que perdiera la conexión a Tenerife. Como no había otro vuelo a las Canarias optó por abordar el vuelo del día siguiente.
Se hizo de noche en Madrid y para entonces, el sueño y cansancio producto del «jetlag» la venció.

«Yo pensé que cerraban el aeropuerto y por ello salí a buscar un hotel en donde quedarme hasta el día siguiente» -me comentó con voz contrita mientras sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

«Cuando salí del aeropuerto allí afuera estaba un taxista parado y le pregunté por un hotel y le dije que me llevara. Entonces, el taxista me llevó a un lugar que me pareció muy lejos y allí me cobró mil y tantos euros. No recuerdo bien la cantidad».

El desaprensivo la dejó en… ¡Salamanca!, a 205 kilómetros de Madrid. Y tras amedrentarla la obligó a pagar lo que decía el taxímetro. Mil y tantos euros. Tampoco le dio factura. Y la dejó tirada allí, en medio de la noche, con un frío que helaba.

Con lo puesto y unos pocos euros, Carmen -gracias a que aún queda gente con gran corazón- a duras penas pudo regresar a Madrid y desde entonces estuvo durmiendo en el aeropuerto Adolfo Suárez- Barajas hasta que unos días antes del regreso pudo quedarse en la casa de un funcionario que trabajaba en el terminal aéreo que se compadeció de su desgracia.

Y allí se quedó hasta que abordó el vuelo Madrid-Santa Cruz.

Ella me confesó que podría reconocer a este taxista, si lo viera. Al llegar a Santa Cruz de la Sierra nos despedimos. Nadie la había ido a recoger al aeropuerto. Y es que nadie de su familia lo sabía.

Este fue su primer viaje… a todo. Fue la primera vez que subía a un avión. La primera vez que se alejaba de su pueblo. La primera vez que vio las orejas a un lobo desaprensivo que hoy en día -espero que no- estará haciendo guardia en el terminal madrileño en espera de alguna nueva víctima a la cual arrebatarle con engaños y alevosía sus pocas pertenencias. Maldito cabrón.

Yo me pregunto si este hijo de puta podrá dormir tranquilo por las noches.

SANTA CRUZ, UNA CIUDAD PARALIZADA

Al llegar a Santa Cruz de la Sierra me hospedé en el Hotel Yotaú. Ahora era cosa de esperar 48 horas para plantarme en Tiwanaku. Todo estaba planeado así. Eso creía yo.

El país andino vivía por ese entonces una inestabilidad socio-política de cuidado. Al día siguiente se declaró una huelga general. La zona nor-oriental a la cual pertenece Santa Cruz de la Sierra exigía al gobierno de Sánchez de Lozada que convocara a un referéndum para obtener su autonomía. La ciudad de La Paz fue cerrada a cal y canto por las huestes de Evo Morales. Los aeropuertos fueron bloqueados.

Un informe del Real Instituto Elcano describía así la situación de Bolivia en ese entonces:

«Los enfrentamientos sociales, étnicos y regionales hicieron temer el surgimiento de una guerra civil, al tiempo que diplomáticos, militares, académicos, periodistas y empresarios, nacionales y extranjeros, expresaron su preocupación porque Bolivia parecía caer inevitablemente en el vacío, con las consecuencias que podían acarrear en la inestable área andina».

La huelga fue brutal y los actos de vandalismo que paralizaron al país. Los vuelos nacionales fueron cancelados, pero no así los internacionales. Así que tras meditarlo opté por largarme y posponer mi sueño de conocer la Puerta del Sol de Tiwanaku.
Ningún taxi me quería llevar al aeropuerto por miedo a las turbas y a los bloqueos en la carretera. Sólo uno se atrevió. Y no es baladí mencionar que en Bolivia cuando hay huelga de mineros estos la lían a dinamitazos; o ya sea quién sea la cosa es como para tomársela en serio.

Un claro ejemplo de lo que se cuece allí, cuando la cosa se pone chunga, es que al momento de escribir esta crónica Rodolfo Illanes, viceministro de Régimen Interior del gobierno boliviano, fue linchado por una turba de mineros y luego salvajemente asesinado tras intentar mediar con ellos. Allí no se andan con chiquitas.

Por cierto, antes de ir al aeropuerto adquirí en un puesto de artesanía, de los pocos que estaban abiertos, una réplica de la Puerta del Sol pequeña, tallada en madera. Ya que no podía conocer este monumento, al menos me llevaba uno de souvenir.

Poco tiempo después, una vez en Madrid, un mal compañero de trabajo se llevó «prestado» a su casa el bendito recuerdo de mi surrealista estancia en el altiplano boliviano. Nunca supe quién fue, ni lo devolvieron. Pero esa es otra historia.

En Santa Cruz había bloqueos en las carreteras y en el resto del país la cosa se ponía color de hormiga, pero aún así tuve suerte y llegué al terminal aéreo.

Me despedí de Bolivia con mal sabor de boca. La sensación de estar tan cerca de un lugar soñado y la impotencia de no poder hacer nada, hizo que me sintiera jodido. Ese día me prometí regresar. Y así fue.

Próxima capítulo: Puerta del Sol de Tiwanaku: Segundo y tercer intento…

Sigueme en twitter: @monzonpaul

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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