Según publica El País en su versión digotal, el 8 de abril unos agentes de la policía local de Sheerness, un pueblo del condado de inglés Kent, encontraron a un joven de entre 20 y 30 años, alto y delgado, de pelo castaño y recortado. El traje negro y la camisa blanca que vestía estaban empapados, como si acabara de salir del mar. Poco más se sabe de él.
Ante su delicada situación, fue ingresado en el Medway Maritime Hospital. Allí, los médicos trataron de averiguar algo más de él, pero el muchacho mantenía un riguroso silencio. Ante la posibilidad de que hubiera perdido el habla, se le dio un papel para que, al menos, escribiera su nombre. En su lugar, garabateó dos figuras: una bandera sueca y un piano.
Aún no se sabe si la enseña corresponde a su país de origen, pero el instrumento, desde luego, sí dice mucho sobre él: un trabajador social le llevó a la capilla del hospital, donde hay un piano. Puso las manos sobre el teclado y tocó durante horas sin tomar descanso. Desde entonces, la música y pequeños asentimientos con la cabeza se han convertido en su única forma expresión. Se sienta al instrumento y no sólo interpreta distintas melodías sino que crea sus propias composiciones.
Gran angustia
El desconocido, que ha sido bautizado como El hombre del piano, permanece ingresado en una unidad de salud mental del norte de Kent al sufrir una gran angustia y la posibilidad de que haya sufrido un trauma. Mientras, National Missing Persons Helpline, el organismo que trata de encontrar e identificar a desaparecidos, pide ayuda a través del teléfono 00 44 0500 700700.
El caso recuerda al de David Helfgott, un pianista que obtuvo un gran éxito a pesar de sufrir una discapacidad mental. Su historia fue retratada en la película Shine. En estos días, los cines españoles proyectan La última primavera, que también narra la llegada de un náufrago a un pueblo de la costa inglesa y resulta ser un prometedor violinista polaco.