Hace cien años, apenas existían abuelos; si acaso, algunos venturosos padres, pocos, llegaban a conocer y amar, incluso, a nietos adolescentes. Las madres, más afortunadas por su longevidad, instruían y acompañaban, sobre todo, a sus hijas en las labores del embarazo, parto, lactancia, etc. Hoy un jubilado, una jubilada, llegan a conocer a sus nietos, y probablemente también a sus biznietos,