(Antonio Aradillas).- Las tan reiteradas, y a veces, hasta obsesivas, declaraciones de que la Iglesia, como tal y quienes la representan, -de modo especial, sacerdotes, obispos y Papas-, ni han de hacer, ni participar en la acción política, pueden ser, y son, interpretadas con fidelidad, por muchos, como otras pruebas y acusaciones de que tal actividad es constatable, frecuente y casi