Rugby: 'EL ANÁLISIS DEL EXPERTO' / Sudáfrica, en la encrucijada

Recuperar la mirada desafiante

Acaba el peor año histórico de la era profesional y probablemente de la historia de los 'Springboks'

Recuperar la mirada desafiante
Lood de Jager YT

Estadio del Millenium de Cardiff, ahora bautizado como Principality Stadium, 26 de noviembre de 2016, Romain Poite pita el final del último partido oficial del año de la selección de Sudáfrica de rugby y con esta derrota ante País de Gales se certifica lo que ha sido el peor año histórico de la era profesional y probablemente de la historia de los ‘Springboks’, ratificando una enorme crisis de juego, resultados, decisiones federativas, liderazgo y, sobre todo, de identidad de un rugby que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos en los que se mueve el rugby ahora.

Un rugby orgulloso, anclado en su legendaria historia, en sus dos Copas del Mundo, en un supuesto poderío físico absoluto y en unos jugadores tremendos, altivos, siempre desafiantes que han sido sobrepasados en todos los niveles, con unos entrenadores de un solo plano, con unos dirigentes y unas decisiones tomadas a otros niveles que solo han llevado a este rugby, al único que ha desafiado a lo largo de la historia a los más grandes, a Nueva Zelanda, a su enemigo íntimo, a niveles de rendimiento deportivo impropios de la potencia que puede desarrollar y a desaprovechar el inmenso potencial que lleva dentro. Como balance, cuatro victorias en trece partidos con ocho derrotas, algunas históricas y un empate ante los Barbarians, equipo que ya no es, ni de lejos, lo que representaba. 8 ensayos frente a 38 de Nueva Zelanda en The Rugby Championship, recibir en Durban la derrota más dura de la historia ante los ‘All Blacks’ y no ganar a nadie en noviembre, según recoge José Ignacio Benito en Marca.

En principio, ya está bien de excusas, hay que hacer frente a la situación y buscar soluciones, basta de mirar atrás y vamos a ver fallos propios, aciertos ajenos y tratar de encontrar un camino. En la ecuación que determina resultados y rendimiento de un equipo, influyen varias variables: el entrenador es una de ellas, los jugadores otra, lo que el club puede hacer otra, la Federación que dirige a los ‘Boks’ otra y las estructuras del propio rugby otra.

Alister Coettze es un entrenador de circunstancias, nadie quería el cargo y una carambola le llevó allí; Eddie Jones dejó tirados a The Stormers con Coettze ya fuera y acabó en la SARU. En ese momento era lo menos malo en un período post-Mundial y con mucha inestabilidad en las instancias políticas y federativas del rugby sudafricano. Quien conoce a Alister Coettze le cataloga como buena persona y decente, pero se le nombra para ganar partidos, no para ganar un concurso de popularidad, y no lo ha hecho, no ha sido lo suficientemente bueno, sus ayudantes tampoco le han ayudado, muy inexpertos como él en el altísimo nivel. Me recuerda a Lancaster en Inglaterra, un caballero inglés total, perfecto yerno, pero tampoco tuvo la capacidad profesional para sacar adelante el proyecto. Jones ha reestablecido la reputación de Inglaterra recuperando facultades que ya existían pero no salían: potencia física, orgullo y máximo aprovechamiento del capital humano, cooperación total de clubes… Lancaster tuvo esto y no lo aprovechó, Coettze tiene también mucho y no ha sabido aprovechar estas capacidades intrínsecas, propias.

Caso Irlandés. Joe Schmidt tiene la máxima colaboración de todo el rugby irlandés, todos participan, no hay rugby en el mundo que aproveche más y mejor sus recursos y les saque tanto rendimiento que el de Irlanda, esto sí que es ‘shoulder to shoulder’, hace seis o siete años en la selección eran mayoría los jugadores de Munster o Leinster, la presencia de jugadores de Connacht o Ulster era casi testimonial, ahora todos aportan, todos se sienten importantes. En Sudáfrica las franquicias y clubes son independientes uno del otro, nadie colabora, no se gestiona por parte de nadie el ser internacional, como en Nueva Zelanda, que la NZRU impone descansos, paga parte de la ficha y casi dicta la preparación del jugador. En Sudáfrica nadie prepara al jugador para ser ‘Bok’. Ni Coettze ni la Federación han sabido cambiar la tendencia.

Durante décadas, los ‘Springboks’ eran los chicos más fuertes, no iban al gimnasio ni entrenaban estrategias ni tácticas pues ganaban de sobra, pero los rivales sí entrenaban todo esto, la ventaja del tamaño desapareció, y la táctica se impuso. Ya comentamos qué rugby es el que ganaba partidos hoy en día, la preparación física es tal que ya no hay ventaja por ese lado, un punto menos para los ‘Boks’; las destrezas individuales del jugador resuelven los partidos, otro punto menos; los entrenadores rivales ven y preparan mejor los encuentros, otro punto menos… hemos sido sobrepasados por el tiempo y el desarrollo del rugby. El espejo es ahora Nueva Zelanda, un rugby que siempre se ha destacado, y ahora sobremanera, por poner en el campo y desarrollar en sus escuelas talento puro para entender este deporte. En los ‘Springboks’ vemos habilidades mal ejecutadas, no hay técnica desarrollada como consecuencia de falta de talento, Sudáfrica está fallando en la ejecución de la técnica básica, en las destrezas individuales que es a dónde va el rugby hoy, una vez, como hemos dicho, igualada la condición física y siendo ya todos buenos en las fases estáticas.

Observo que en Nueva Zelanda ocurre un fenómeno clave para explicar el crecimiento del talento: la retroalimentación, cada vez salen mejores jugadores, si hay uno bueno, sale otro mejor y el que se consolida es, sencillamente, excepcional. Otra de sus características es la mentalidad ganadora extrema que muestra el jugador, muerden y ganan por encima de todo, podemos incorporar también la lectura de juego que hacen, tácticamente perfecta, son tantas cosas unidas que por eso son los mejores y es en los mejores en los que hay que fijarse. Todas estas cualidades brillan por su ausencia en los Boks y en casi todo el rugby de Sudáfrica, y sinceramente, no creo que se pueda considerar a Coettze culpable de todo en este marco institucional y estructural del rugby sudafricano.

En 1995, Sudáfrica incorpora a su sociedad productiva a 40 millones de personas y, de facto, a su rugby. En los tiempos de ‘Apartheid’, los afrikáners no llegaban ni al 20% de la población y tenían un equipo de rugby temible; sólo por pura matemática, al incorporar a esa población en 1995, el salto de calidad y cantidad estaba garantizado, la raza negra se ha demostrado impresionante para el deporte, se abría el mar para el rugby sudafricano, pero no se llevó a cabo la adaptación necesaria y ese potencial no se ha aprovechado, no se ha capitalizado esta riqueza, se ha fallado en adaptación y modernización, sencillamente, nos hemos creído invencibles. El orgullo afrikáner que posibilitó el ‘Gran Trek’, que forjó hombres y mujeres muy valientes, llenos de coraje, personas que sin ayuda de nadie avanzaron hacia lo desconocido nos ha perjudicado; estos afrikáners, hechos a sí mismos en una tierra muy dura, construyeron una sociedad que sólo confiaba en sí misma y en sus posibilidades y en un orgullo e identidad propia que hizo que nunca pidiesen nada a nadie, y lo cierto es que ha costado integrar a otras razas en su rugby.

Pero para bien o para mal, el rugby siempre ha sido cosa de afrikáneres y en esta cuesta abajo tiene mucho que ver, aparte de lo dicho antes, que se les esté alejando en la toma de decisiones. Es descorazonador leer el Plan Estratégico de Transformación de la SARU, podéis descargarlo en Sarugby.co.za. En 2019 todo tiene que ser al 50%, jugadores en Vodacom Cup, Currie Cup, SuperRugby, ‘Springboks’, Currie U19 y U21, Seven, Junior springboks, competiciones seniors, árbitros, entrenadores, dirigentes regionales, nacionales y de los ‘Boks’, academias… todo regularizado y medido.

Se presta más atención a esto que a la selección y detección de talentos, a tener un cuerpo de entrenadores que vaya en una dirección desde categorías inferiores, a un aprovechamiento de la cantidad de posibles jugadores de cualquier raza y a poder retener a los que se marchan a jugar fuera atraídos por buenos contratos y por la depreciación del ‘rand’, que sólo es una consecuencia de la grave crisis que hay en el país, que tras 20 años del fin del ‘Apartheid’, sigue con los mismos problemas, desigualdad social y pobreza, los grandes problemas de Africa. Han llegado al rugby los ‘Black Economics Empowerment’, un sistema que pretende favorecer socioeconómicamente a las razas no blancas, dándoles ventaja en la contratación como compensación, esta es su filosofía, a puntos de partida peores, actuales e históricos. Ideados en los 90, se desarrollan plenamente a partir de 2007 en todos los ámbitos con desigual éxito en un país con 58 grupos étnicos reconocidos, 11 idiomas y todos peleados entre sí. Los ‘BEE’ dan a entender que por sí mismos estos grupos no encontrarían trabajo y que necesitan una ley para ello, los señala y marca al conseguirlo por su color y no por el mérito, esto ha llegado al rugby y aleja a quien lo ha manejado y entiende mejor, los afrikáneres, que a buen seguro darán la oportunidad a quién valga, sea quien sea.

LIONS Y CHEETAHS, LA GRAN ESPERANZA

Pero hay esperanza: dos regiones menores históricamente en la historia del rugby sudafricano, Transvaal y Orange, Lions y Cheetahs, han mostrado que hay materia prima de sobra en todos los sentidos. Hace varios años, ambos tomaron la decisión de ‘a qué jugar’, detectaron y seleccionaron jugadores y entrenadores con capacidad y carácter para ello, ya no es llegar a la final jugando muy bien, es meter 42 a los más grandes, Crusaders; otros 42 al campeón Highlanders; Cheetahs anota 57 en semifinales de la Currie a Lions y 36 a Bulls en la final. Y eso sólo se hace jugando al rugby total de ahora, los ‘Boks’ pretenden todavía ganar de tres en tres y estos de siete en siete.

Necesitamos líderes en todos los campos; en 1995, Kicht Christie en el banquillo, Louis Luyt en la presidencia y Morné Du Plessies como referencia moral formaron un triunvirato ejemplar que aglutinaba todo; eso se necesita hoy y hasta se admitiría un entrenador extranjero, pero la base debe ser afrikáner.

Hace escasamente siete u ocho años los delanteros sudafricanos caminaban de forma desafiante hacia la touche, segurísimos de sí mismos, mirando por encima del hombro a los rivales, que no les mantenían la mirada. Ahora ese caminar es lento y con la cabeza baja, ya no miramos a los ojos a nadie, hay que recuperar esa mirada, ese amor propio, si la mirada desafiante vuelve al rostro del jugador sudafricano, nuestro rugby volverá a superar a todos y, de nuevo, retará a los ‘All Blacks’ por el trono del rugby.

El rugby está latente en Sudáfrica, a ras de suelo, se huele, sólo hay que sacarlo.

Fuente original:Marca/Leer más

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