El arte de hablar sin hacer pero haciendo mucho daño

López Obrador, el presidente que distrae a los mexicanos y utiliza el manual populista de Hugo Chávez

López Obrador, el presidente que distrae a los mexicanos y utiliza el manual populista de Hugo Chávez
Andrés Manuel López Obrador TW

Lopez Obrador no tiene temor a mostrarse como un líder de izquierda, tampoco evita que le vean como todo un populista, se refiere a temas que causan mucha encrispación pero no partan nada a los ciudadanos, habla por muchas horas, direge el discurso al tema que más le interesa y plantea sin temor como la reeleción es «buena», claro ahora que está él en el poder.

Es lo que Laureano Perez Izuierdo para Infobae describió en su artículo para Infobae.

.- Andrés Manuel López Obrador distrae. Conoce como pocos las fibras sensibles del pueblo que dirige. Y distrae. Una y otra vez. Pero no sólo a sus ciudadanos, sino también al mundo. Su más reciente número fue exigirle a Felipe VI, rey de España, que pidiera perdón por la colonización de México y el exterminio de nativos. Un debate bizantino planteado por un hombre genéticamente más español que originario.(Rosselló, gobernador de Puerto Rico: «López Obrador debería enviar la carta a Maduro por los muertos del régimen»)

Convencido de que de él y su gobierno dependen la transformación y la refundación del país, AMLO está dispuesto a seguir el manual del líder populista latinoamericano. Hacerse de un enemigo, reformar la constitución para perpetuarse en el poder, tener una justicia propia. Aquel mismo que cumplieron Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega e intentaron tantos otros con diferente suerte.

La primera medida será tratar de ser eterno. Tomando ventaja del 80 por ciento de popularidad del que goza y la florida primavera de los días iniciales de su gobierno, López Obrador hizo una propuesta obscena para la historia: reformar la Constitución de 1917 para lograr la reelección.

Aquella histórica carta magna costó mares de sangre. Se inició en 1910, con el derrocamiento un año después del dictador Porfirio Díaz quien ocupara durante 30 años la presidencia. La lucha para ganar derechos civiles fundamentales valió la vida de millones de mexicanos. La gesta fue comenzada por Francisco Madero, quien bajo el lema «sufragio efectivo, no reelección» logró la salida del déspota. Luego, en 1913, el padre de esa empresa sería ejecutado.

El jefe de estado parece sufrir amnesia y haber olvidado el germen de la revolución.

Pero AMLO (como le gusta que lo llamen, al mejor estilo FDRJFK) continúa sus maniobras. Como lo hace en esas maratónicas conferencias de prensa diarias de casi dos horas de duración. Una mueca que podría parecer democrática, sino fuera porque son pocas las preguntas y eternas las respuestas. Maneja los tiempos y los temas creando así un cerco informativo. Tiene debilidad para los discursos, como otros caudillos regionales.

El escritor, periodista y editor de la revista Nexos Esteban Illades también habla de los «símbolos» que recrea el mandatario y para qué los utiliza. «Lo hace para armar una narrativa. Al estar haciendo cosas que aparentan de gran calado, mantiene la atención de público de manera continua. Esos símbolos también sirven para marcar distancia con el pasado. Aunque en la práctica su gobierno se parezca mucho a los anteriores, estos actos lo hacen parecer distinto aunque no lo sea».

Por el momento, de acuerdo al intelectual, nada de lo que dice se ha trasladado a una política pública significativa. «Mientras nos enseña, por ejemplo, que viaja en un automóvil compacto, construye una refinería de petróleo sin hacer estudios de impacto ambiental, y si los hace, no los da a conocer. Entonces sus acciones simbólicas no empatan con sus acciones prácticas«, explica Illades. Más maniobras de distracción.

López Obrador también tiene en su horizonte otro capítulo del manual populista: la justicia. Cada día dedica líneas sobre el tema. «Tenemos muy buena relación con la Suprema Corte que se está renovando«, dijo el pasado jueves. Tres días antes había propuesto: «Ahí se tiene que llevar a cabo una renovación, lo digo en términos muy respetuosos. Tiene que revisarse el funcionamiento y la actitud, el comportamiento de jueces, de magistrados y desde luego, de ministros«.

Es cuidadoso: habla de «la autonomía de poderes«… pero avanza firme. La propia sociedad y el parlamento deberán ser muy críticos a la hora de controlar este proceso para que sea lo más cristalino posible y no termine en una Justicia a la carta.

El jefe mexicano también se vanagloria: «Se acabó la corrupción tolerada en el país«. ¿La no tolerada sigue en pie? Desconcertante: no hay denuncias oficiales ni condenados por tales delitos pese a que AMLO acusó a los mandatarios que lo precedieron y al «conservadurismo» y al «neoliberalismo» que sembraron el mal en la nación.

Otra de las distracciones fue la de sus traslados. Puso a la venta 70 aviones de la flota oficial. Argumentaba que un presidente no podía contar con aeronaves de lujo en un país empobrecido. Tiene razón. Prometió volar por líneas comerciales, como cualquier ciudadano. Sin embargo, todavía no están disponibles registros de los tickets que se emiten en su gobierno. Por ahora, esa información está bajo un cepo.

Mientras entretiene, otro tema sensible es olvidado: el narcotráfico. Los números dados por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) al periódico El Economista son contundentes. Durante el primer trimestre de su administración las incautaciones de droga fueron casi nulas. Más si se los compara con idénticos períodos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

AMLO consiguió sacarles a los narcos apenas cuatro kilos de cocaína, uno de goma de opio, cinco de heroína, 30 mil de marihuana. Los datos de sus antecesores durante sus primeros tres meses de gestión fueron claramente mejores. Calderón consiguió incautarse de 1.469.199 kilos de cocaína versus Peña Nieto, 1.331.332 en sus primeros tres meses; goma de opio: 10.883 vs. 149.638;  heroína: 4.173 vs. 19.883; marihuana 79.800 vs. 102.831.671 kilos.

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